Capítulo 20: Coincidencias

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Ahí yacía ella.

Había comido todo lo que pudo antes del atardecer, pues por las palabras de su nuevo maestro, parecía ser que se venían cosas difíciles tras la puesta de sol. "Mas vale prevenir que lamentar", esa frase guio cada una de sus decisiones antes de optar por dormir a la intemperie. Se hallaba acostumbrada a las diferentes estaciones de Japón, por lo que ya tenía mucha experiencia al momento de estar en un ambiente silvestre. "No creo que haya problema con que duerma aquí por ahora. Pero, por si acaso, tengo esta cueva a mi lado".

Por desgracia para _____, no contó con que apenas se ocultara el sol una gran ráfaga azotaría toda la isla. Casi sale volando de esta, de no ser porque apenas logró aferrarse a un árbol con ayuda del kunai que le entregaron. Desde ese punto, las cosas no hicieron más que empeorar, pues, la fuerte lluvia comenzó y junto con ella, llegaron los fuertes estruendos de los relámpagos. Sus oídos se entumecieron, mientras que su sentido del tacto solo podía llegar a diferenciar entre lo que era agua y lo que no.

Casi todo era absoluta oscuridad, con pequeños destellos de luz, los cuales dejaban casi ciega a la joven en su recorrido de vuelta esa cueva. «La lluvia, el bosque y la tierra...Dioses, por eso odio las tormentas». Las esencias se mezclaban unas con otras, dando origen a otras más; las gotas de agua eran tan veloces que no le daban tiempo a la albina de reconocer siquiera una sola. Sentía que estaba casi en la nada, completamente sola, al igual que varios años atrás.

—Mi niña... —Resonó una voz desde las profundidades del bosque.— ¿Por qué continúas luchando?

¿Era su madre?

—¿Qué es esto? —Buscó con la mirada el gentil rostro de su progenitora.— Yo...

—Es hora de ir a casa.

El recuerdo de aquella fatídica noche regresó: Nuevamente se hallaba en la salita de su casa, con su madre acariciando su mejilla para que durmiera. Extrañaba la calidez de esas manos y esa suave sonrisa; cosas que jamás iba a volver a sentir y todo debido a un solo ser. El rostro, la voz y la esencia de aquel demonio aun rondaba en lo más profundo de ella. «No creas que quedarás impune por lo que hiciste». Ante aquel pensamiento, apretó con fuerza sus puños y, esta vez, continuó su camino de retorno con mucha más determinación.

Las memorias de aquel día se hacían cada vez más inevitables. La tormenta provocaba ese retroceso, pues, al igual que la que sucedió esa noche, ni siquiera era capaz de oír sus propios gritos. Una gran desesperación inundaba su corazón, al igual que el lodo a sus zapatos. «Solo quiero llegar a la cueva y dormir lo más profundo que pueda», pensó, mientras sus lágrimas se mezclaban con las gotas de lluvia. Los susurros de esa voz suave continuaron, hasta que, simplemente se detuvieron.

—Maldita mocosa. —Intervino la voz del asesino de su madre.— Tu ni siquiera mereces existir.

La ira y la debilidad se vieron reflejados en sus temblores. ¿Es que tenía razón aquel demonio? Esa duda no había desaparecido después de tantos años. Sin darse cuenta había seguido esa voz hasta llegar al claro del bosque. «¿Por qué estoy aquí?». Se cuestionó. Sin embargo, no tuvo tiempo para pensar, ya que, de repente, una esencia apareció frente a ella. La tormenta apenas la dejaba distinguir quien era, pero, por lo poco que podía percibir supo que era la de un demonio. «¿Acaso...es él?». La figura se dirigía con firmeza hacia ella. Eso era más que suficiente para temer, por lo que, rápidamente intentó disimular su aroma. Pero, no pareció ser suficiente, pues aquella sombra continuaba acercándose a su posición. Apenas podía mantenerse de píe con ayuda del barro, así que, el soltarse no era una opción o de lo contrario, saldría volando como le pasó antes.

De pronto, un latido en su corazón la impulsó a lanzar el kunai, pues, por unos instantes creyó ver y sentir al demonio que acabó con su felicidad. Había cometido un grave error y, al darse cuenta, una fuerza parecía impulsarla hacia abajo. Acababa de firmar su sentencia de muerte. Aquella era su única defensa y, aunque no fuera útil contra esos monstruos, podría haber hecho algo más con ella que simplemente delatarse. «Estoy...muerta».

HILO DE SANGRE (Akaza y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora