Capítulo 5

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El cantar de las aves eran una buena manera de despertar para _____. Apenas recordaba lo sucedido después de su quinto vaso de sake, además de sentir un fuerte dolor de cabeza; era como si se hubiera golpeado con un muro repetidas veces. Dio un gran bostezo, mientras comenzaba a preguntarse dónde estaba. Sentía que había dormido cerca a la nieve, a la vez que también, envuelta entre las cálidas hojas de un árbol.

—Buenos días. —Dijo alguien a su lado.

—Buenos días. —Replicó, tallando sus ojos. Sin embargo, apenas reconoció la voz, su corazón se detuvo y como un balde de agua fría, la mayoría de sus recuerdos regresaron.

Miró para todas partes, en busca de Giyu o cualquier otra persona, pero en su lugar se encontró con varios arbustos y árboles que cubrían la luz del sol. Volteó a ver al demonio, quien continuaba sosteniéndola en sus brazos sonriente; de un salto, la aterrada chica se alejó de Akaza pasando a donde la luz del sol llegaba. Buscó si tenía alguna marca o cualquier cosa que indique alguna trampa del demonio, sin embargo, lo único que encontró fue que tenía puesto el chaleco del pelirrosa. Su respiración comenzó a acelerarse, mientras repasaba lo sucedido en la noche.

—Relájate. —Intervino el demonio desde la sombra de los árboles.

—Ay, dioses. —Se cubrió el rostro con ambas manos. —Dime que era verdad.

—¿Qué cosa? —Preguntó, mientras se hallaba de brazos cruzados.

—¡Que no comes mujeres! —Gritó, sintiendo que el demonio parecía solo estar burlándose de ella.

—¿Cuántas veces te lo tengo que repetir? —Se levantó, para acercarse hasta donde pudiera a la albina. —Es verdad, mocosa.

La albina dudaba del demonio, pero, como en la noche anterior, su esencia demostraba que decía la verdad. Le daba miedo volver a confiar en un demonio, aún más después del incidente de hace noventa años.

—¿Ya me puedes dar de tu sangre? —Preguntó. —Tengo hambre.

El corazón de _____ volvió a acelerarse, mientras buscaba alejarse de Akaza.

—Recuerda nuestro trato. No puedes devorar humanos mientras...

—Sí, sí, ya lo sé. —Interrumpió, sacando el cuchillo que le lanzó la ojiazules anoche.

Le dio el arma por la empuñadura y la albina, deseosa porque ese día acabara, quiso tomarlo rápidamente; mas apenas rozó la madera, el demonio elevó el cuchillo sobre su cabeza. _____ no entendía en lo absoluto al ser frente a ella, era como un niño fastidiando a una chiquilla con su muñeca; y tal cual como una niña pequeña, comenzó a saltar para ver si por casualidad lograba quitársela. Aunque, a diferencia de una pequeña de siete años, sus saltos la hacían llegar con facilidad a la altura del cuchillo; por desgracia, el demonio ni siquiera le permitía rozar la herramienta de cocina, su brazo se movía de arriba hacia abajo o de izquierda a derecha rápidamente.

—¿Qué haces? —Preguntó, intentando alzar su mano hasta la muñeca de Akaza. —Deja de jugar, demonio.

—Primero que nada, mi nombre es Akaza. —Volvió a mover su brazo. —Segundo, estoy seguro de que apenas me des de tu sangre vas a intentar matarme con esto.

—Sin eso no puedo asegurarme de que no mates a nadie. —Respondió, dejando de saltar.

—No lo haré. —Le entregó el arma por el puñal. —Confía en mí.

Una pequeña sensación de miedo surgió de ______, la cual buscaba cualquier indicio de falsedad en su rostro y esencia. Su mano tomaba el cuchillo lentamente, mientras no perdía de vista al demonio; por su parte, Akaza se aburría tras volver a ver a aquella chiquilla insolente de su primer encuentro. "Supongo que actuaba así porque estaba ebria", pensó tras recordar a la albina de anoche.

HILO DE SANGRE (Akaza y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora