Capítulo 8

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La albina se encontraba en la entrada de la finca mariposa acompañada por un par de kakushis que, por órdenes superiores, se encontraban revisando por última vez el equipaje de la joven; pues, la cazadora no podía empuñar siquiera un cuchillo en contra de un demonio.

—Ya me voy. —Dijo _____, tras colocar su bolsa de viaje sobre su hombro. —Nos vemos dentro de unos días.

—Cuídese, señorita Chinen. —Contestaron ambos uniformados de negro.

La ojiazules asintió sonriente, cosa a la cual, todo el personal de la finca recién se estaba acostumbrando. Pasaron los minutos y, finalmente, la albina desapareció entre las calles.

La carta que recibió resultó ser del señor Urokodaki, a quien no había visto desde la selección final. Tenía toda una enredadera mental con respecto a cómo dirigirse a él sin que se molestara. _____ aun recordaba los golpes en la cabeza cuando hacía alguna travesura; un poco más y, la albina juraría que gracias al anciano casi nadie puede dejarla inconsciente.

"Buenos días, maestro, perdón por no volver después de la prueba", pensó como forma de saludar, mas al instante se arrepintió. "¿Acaso deseas que te echen de la cabaña?" Sentía que lo más probable era que la iba a regañar por desaparecer de esa forma; luego, por olvidar casi todas las posturas de la respiración del agua, entre otras cosas más que se le venían a la cabeza. Su hermano no había sido cerrado con ciertas partes de la vida de la ojiazules.

Inconscientemente, la albina desaceleró su andar, temía que su primer maestro la odiara por huir como lo hizo; por eso deseaba mostrarle el máximo respeto que pudiera desde el primer momento. Ya no quería empeorar sus relaciones con otro ser querido y, aún más después de lo sucedido en aquella noche. Todavía tenía aquel recuerdo rondando por su mente, pero, tras la muerte de Kanae, ahora incluso veía a dos de sus seres más preciados entre sus pesadillas. Ya no deseaba alejar más a su familia, en especial, después de la conclusión a la que llegó con la muerte de su amiga.

Estaba tan metida en la idea del saludo perfecto que, para cuando volvió a la realidad, ya estaba por anochecer y ni siquiera había llegado a la primera aldea de su trayecto. Los fríos vientos comenzaron a soplar, mientras que ella tan solo llevaba el kimono de la vez pasada. Cuando ella mandó a que lo arreglaran pidió que mantuvieran el corte de la falda, pues en sus palabras, así le sería útil para viajes largos.

—Definitivamente, fue mala idea. —Dijo, mientras los escalofríos no paraban de recorrer su cuerpo. —¿Desde cuándo son tan fríos los atardeceres?

Rápidamente, la albina comenzó a buscar entre sus prendas algo que la pudiera abrigar, sin embargo, el ruido de los arbustos junto al camino, la pusieron alerta. Es desde estos momentos que los demonios se disponen a salir. La albina se puso a buscar la esencia de un posible enemigo, mientras tomaba una roca al lado del camino.

Maldecía su estado actual, así ni siquiera podía ocultarse.

La de sangre peculiar soltó un suspiro de alivio, pues, tras unos minutos de búsqueda exhaustiva, la única esencia presente en aquellos arbustos resultaba ser la de una liebre. "A veces eres un poco miedosa, _____", se dijo, para continuar la búsqueda de su haori. Sin embargo, la aparición repentina de esa esencia la hizo volver a tomar la roca, la cual esta vez sí lanzó, pero a la dirección opuesta.

—Apenas acaba de anochecer. —Habló _____, esperando que el demonio surgiera de las sombras del bosque. —¿Cómo me encontró?

—Créeme cuando te digo que eres como un imán para demonios. —Respondió Akaza, mostrándose con la roca en mano.

—Entonces... ¿Por qué estás solo? —Otro escalofrío recorrió su cuerpo, mientras pasaba a sospechar del pelirrosa. —Estas solo, ¿no?

El miembro de las doce lunas asintió y tras esa respuesta, el tatuado pudo notar como la albina dejó de tensarse. Ahora la chica le parecía un cachorrito agresivo, pues parecía no llevar alguna arma con ella y sus reacciones lo hacían entender que la joven era consciente del riesgo que corría.

HILO DE SANGRE (Akaza y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora