Capítulo 13: Por los viejos tiempos (PARTE III)

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La albina se había desmayado, pero, las heridas de su última pelea aun resonaban por todo su cuerpo. Luego del insoportable dolor en el estómago, el demonio comenzó a estrujarla como si de un trapo de cocina se tratase. "Siento que voy a morir", pensó, tras escuchar el crujir de sus huesos otra vez.

_____ ni siquiera supo cómo logró escapar de aquel monstruo. Se hallaba tan desesperada por seguir con vida que, de alguna manera, logró sacar sus últimas fuerzas a modo de golpes; mas el demonio, tal cual un niño chiquito, comenzó a lanzarla de un lado a otro. Tras aquellos choques, la albina podía jurar que sus músculos y huesos se hicieron papilla. Pero, por una extraña fortuna, debido a uno de los lanzamientos del ser deforme, logró acabar envuelta entre las glicinias del límite del bosque.

El último recuerdo de la niña antes de perder el conocimiento, fue el dolor, y uno muy insoportable. Tenía varias heridas abiertas cuando quedó atrapada entre la lluvia de pétalos. «¿Es por eso que me daban cosquillas?», pensó al recordar el inicio de la selección final. El ligero toque de una de ellas ardía como el metal al rojo vivo; pero, eso no fue todo, pues la niña podía sentir como su sangre, así como sus músculos, se volvían tan rígidos como la roca. Los calambres invadían todo su cuerpo, mientras que, desde las heridas surgían varias ampollas.

A pesar de aquella agonía, la albina pudo ver cómo a aquel ser no le importaba que estuviera cubierta por las flores. Deseaba devorarla a cualquier costo. «¿Tanto odias a mi papá?». Cuestionó ella, sintiendo la muerte a un parpadeo de distancia y, cuando finalmente cerró los ojos, creyó que ya había llegado su final. «Al menos...al estar inconsciente, no sentiré dolor... Me pregunto si...veré a mi familia».

La oscuridad y el vació invadieron la cabeza de la pequeña, cuando de repente, un lejano recuerdo se hizo presente. Aquella memoria se remontaba a tiempos anteriores a la desaparición de su padre; eso le era extraño a la albina, pues, hasta aquel momento solo poseía una memoria con él: el día en el que su familia se desintegró. La entonces niña de cinco años se encontraba acurrucada en el regazo de su padre; ambos igual de tranquilos que las aguas de un lago, a la par que la luna iluminaba el bosque a sus alrededores. Fue en ese entonces que una duda surgió de ella.

—Papi.

—¿Sí, _____? —Miró a la pequeña en su regazo.

—¿Todos los demonios son malvados? —Preguntó, también mirando a su padre.

—Claro que lo son.

—Pero, tú eres uno y no eres malvado. —Sonrió, mientras intentaba tocar el rostro de su progenitor.

—¿De dónde sacaste la idea de que soy un demonio? —Rio el de cabellos blancos, tomando las manos de la chiquilla. —Escúchame, mi niña, si algún día llegas a toparte con uno, lo cual dudo bastante, huye lo más rápido que puedas. —Agravó su voz.— Y si te dice algo, no le creas, tú solo debes seguir corriendo.

En ese entonces, no entendía las palabras de su padre, en especial por lo contradictorio que le sonó aquel consejo. Durante años, la pequeña _____ se la pasó comparando la esencia (en ese momento, desconocida para ella) de las personas del pueblo con la de su familia. La de su madre poseía toda característica que tiene la esencia de un ser vivo, se hallaba llena de esta misma; pero, la de su padre era diferente, pues apenas poseía una pizca de vida. Era tal la falta de aquella que, llego al punto de describirla como la llama de una vela a punto de extinguirse. Sin embargo, en casos especiales, como la luna llena, el hombre aparecía con una mayor cantidad de esencia vital. Eso siempre le parecía curioso a la niña.

«Padre, eras todo un mentiroso». Pensó, mientras de a poco recuperaba el sentido del tacto.

Fue cuando _____ tomó conciencia de que no se encontraba muerta. Un fuerte latido la hizo despertarse de golpe y, al fijarse su estado, se percató de la presencia anormal de ampollas y restos de piel quemada en sus manos. Pero, al igual que un demonio, rápidamente se regeneraron ante sus ojos, incinerando los restos inútiles de la piel. «Acaso...el sol me...». La albina cayó en cuenta de que se hallaba en la sombra, casi cubierta por varias prendas de pies a cabeza. Otro latido la hizo levantarse y dirigirse a la luz frente a ella.

HILO DE SANGRE (Akaza y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora