Capítulo 25

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Los ojos de _____ se iluminaron al sentir la esencia de sus catanas y el cuarzo de una de ellas. Había pasado un mes desde que comenzó su entrenamiento, la fuerza, sentidos y velocidad de la chica habían llegado a niveles que creía difíciles de alcanzar. Bendecía a su maestro, al igual que a su entrenamiento extravagante; ya que, incluso había llegado a adquirir una relativa inmunidad al veneno de glicinia.

La albina recorría la jungla desde lo más alto de los árboles, dando un salto tras otro. Estaba muy ansiosa por practicar y luchar con sus dos armas a la vez, al igual que su maestro. Una poseía su regalo más preciado, además de que la empuñó su querido hermano Sabito; mientras que, la segunda simbolizaba la reconciliación con una parte dolorosa de su pasado y el recuerdo de aquello que ha buscado durante un siglo. Al usarlas de esa manera sentiría que estaba honrando parte de la memoria de sus seres más queridos.

—¡Señor Tengen! ¡Señor Tengen! —Exclamó, mientras saltaba de emoción a la espera de la llegada del barco.

El pilar alzó la mano, al igual que sus tres acompañantes. El progreso de la chica era muy notorio, sin embargo, su maestro sabía que aún había un detalle faltante para que su pequeña aprendiz alcanzara ese potencial.

Al llegar a la playa, la albina estaba igual de inquieta que una niña apunto de recibir un juguete. Uzui y las demás sabían el motivo, a lo cual, Suma sacó ambas armas con bastante cuidado y las ofreció a la chica. Tan pronto como ______ las tuvo en sus manos, el cuarzo soltó el mismo brillo que hizo cuando se lo obsequiaron. Una enorme tranquilidad inundó su cuerpo, mientras desenvainaba su catana faltante.

El color de la perla. El albino observaba curioso esa tonalidad y el breve brillo del cristal en la catana; analizó algunos aspectos de su aprendiz y, en tan solo un par de segundos, llegó a una conclusión. El grupo se dirigió a la zona de entrenamiento, mismo lugar en el cual, Uzui ordenó a sus esposas que inspeccionaran el área, como siempre; mientras que a su discípula, realizar las posturas que aún dominaba.

Inició con la respiración del agua, en la cual apenas podía con la mitad; luego, con las de la llama y viento, solo pudo hacer tres de cada una; después vinieron la de la roca y, la más reciente, la de la flor. En cada una de ellas, siempre llegaba un punto en el que lograba dominarlas por completo; sin embargo, con el pasar de las semanas, toda esa habilidad se desvanecía. Esa situación era lo que solía desmotivar a sus anteriores maestros.

—Dime, Chinen. —Intervino Uzui.— ¿Alguna vez te has preguntado si las diferentes respiraciones tienen esencias diferentes?

—Sí. —Asintió, estando en postura recta y rígida.

—Yo también, solo que me enfoqué en el sonido. ¿Por qué crees que las espadas nichirin cambian de color dependiendo del usuario? Estoy seguro de que tienes la respuesta.

—Bueno, señor, no estoy segura, pero...creo que se debe a que...de alguna manera el espadachín comparte parte de su esencia con la catana.

—Bien, bien. Continúa.

—Por eso es que...el color también muestra a qué respiración puede especializarse.

—Nada mal, pequeña Chinen, pero, te faltó algo más por decir.

—¿Qué cosa es, señor?

—Cada respiración posee un color diferente de catana, requisitos, entrenamientos e, incluso sonidos completamente diferentes. Si te pones a analizarlo, incluso el carácter de los espadachines varía de una respiración a otra. Gente como nosotros es capaz de determinar eso sin la necesidad de ver el color de la catana; abriendo más nuestra perspectiva, incluso podemos determinar la fuerza de un demonio. Dime, ¿sabes definir qué es la esencia? Si es así, podrías englobar todas esas características en un solo sentido, incluso, mucho mejor que el sonido.

—Bueno...solo puedo decirle que está en todo ser o cosa sobre la tierra...Más allá de eso...no sabría decirle si es el alma misma o algo más...es...un poco contradictorio.

—Parece que aún te falta mucho por aprender. —Suspiró con algo de decepción.— ¿No te diste cuenta de algo más cuando hiciste las posturas?

Ella negó, esta vez algo cabizbaja; pues sentía que había hecho algo mal.

—Parece que no tendremos que enfocarnos tanto en el aspecto físico. —Agregó, mientras llevaba su mano a la barbilla.— Si ese es el caso, reduciremos un poco tus dosis de glicinia. Al menos, hasta que mejoremos el aspecto de tu "sexto sentido".

—En fin. Creo que es buena idea tomarse un pequeño descanso. No te desharás de esas pesas, pero sí del veneno por este día. ¿Quieres comer algo?

Los ojos de la albina brillaron por la propuesta, ya que, tras un mes completo, finalmente podría moverse con libertad, al menos por un día. Aun así, un lado de ella insistía en continuar con el entrenamiento. «Aun puedo continuar. Aun no llegué a mi límite. Debo ser más fuerte». Un susurro la atormentaba a medida que el veneno se diluía en su sangre; como si se soltara de un millón de cuerdas que, a su vez, eran reemplazadas por una pesa sobre su pequeño corazón.

—¿Está seguro, señor? —Preguntó, jugando con el cuarzo del puñal.

—Tuviste un buen desempeño, así que, ¿por qué no?

Una gran sonrisa surgió en el rostro de ______.

—Además, sería imperdonable que matara sin querer a mi extravagante tsuguko.

Fue en ese entonces que el pilar confesó escuchar varias veces como el corazón de la albina estuvo al borde de estallar o detenerse en incontables ocasiones. Aquellas palabras la dejaron petrificada, pues, a su perspectiva no parecía sufrir más allá de fuertes dolores por el esfuerzo y los efectos del veneno.

—Parece ser que tú misma no conoces los límites de tu propio cuerpo. Siendo sincero, me sorprende que sigas con vida. Te confías tanto por culpa de tus habilidades, que dejas de lado muchas cosas al momento de pelear. —Acarició la cabeza de la albina.— Por eso agregué el veneno especial de Kanae y veo que funcionó bastante bien. Ahora eres más consciente.

Ahora la ojiazules comprendía la actitud e insistencia del demonio por ofrecerle su sangre; sin embargo, más allá de eso, tuvo en mente a su querida amiga y maestra.

«Kanae, a pesar de que ya no estás aquí, sigues ayudando a los demás». Sonrió con el recuerdo de su anterior maestra.

—Prometo esforzarme mucho, señor Tengen.

—Esa es la actitud, pequeña Chinen. —Dio un par de palmaditas en la cabeza de ______.— Ahora, necesito que me ayudes con algo importante antes de comer.

—Sí, señor. —Contestó, con la cabeza en alto.

HILO DE SANGRE (Akaza y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora