Capítulo 23: Regalo de corazón

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El amanecer estaba por llegar, y Akaza hizo un último favor a la chica: Cargarla hasta la salida de la cueva. El demonio había insistido en llevarla un poco más lejos, pero, la testarudez y orgullo de su socia negó aquella propuesta. Seguía un poco molesta por lo de anoche, a pesar de la buena charla que tuvo con el pelirrosa.

—Esa mocosa no tiene remedio. —Comentó Akaza, luego de que ______ se alejara lo suficiente de él y la cueva.

El suelo yacía húmedo y fresco por la tormenta, al igual que las grandes hojas y plantas del lugar. La albina se arrastraba entre temblores y fuertes bocanadas de aire por las raíces gigantes, el musgo, la yerba y la tierra; cuando apareció la gran sombra de su maestro frente a ella.

«Qué bueno que no las traje conmigo esta vez». Pensó al recordar las palabras de sus esposas. Era más que evidente que le esperaría un regaño si ellas veían a la pobre chica arrastrándose por el piso, luego de darle una sobredosis por el veneno en la carne.

—¿Cuánto de lo que te dejé comiste? —Se inclinó para ver a su tsuguko. Su piel pálida era igual de notoria que su dificultosa respiración.

—Perdóneme, señor. —Se elevó con dificultad.— Apenas pude comer siete almuerzos de los veinte que me dejó.

—Nada mal. —Sonrió, mientras cargaba el pequeño y ligero cuerpo de la cazadora.— Aunque, me sorprende que puedas moverte aún con la poca sangre que no se ha coagulado.

—No se preocupe. Eso solo significa que el efecto terminará pronto.

—No te estoy regañando. —Rio.— Esta prueba era para analizar tus límites, siendo sincero, creí que ibas a acabar paralizada al primer bocado.

Una pequeña chispa de duda surgió en ella.

—Ahora que lo pienso, ¿cómo sabe usted del efecto de las glicinias?

—Tengo información que tu anterior maestra me encomendó. —Respondió, sin embargo notó como los ánimos de la chica cayeron al suelo. No era de esperarse, ya que, el deceso de Kanae cayó como un balde de agua fría para todos.— Antes de su muerte, acordamos que ella cedería a su tsuguko, es decir usted, a mí; ya que, en sus propias palabras, sentía que no iba a llegar a alcanzar su potencial al no poder someterte al veneno.

Los ojos de la albina se abrieron de par en par al escuchar al pilar.

—En fin, acabo de traer algunas cosas para tu entrenamiento.

Un escalofrío recorrió la espalda de ______. Jamás imaginó que Kanae también se rindiera con ella, en especial después de todo lo que había pasado. «Se equivoca, señorita Koccho, usted me enseñó muchas cosas, incluso mucho más antes de que me volviera su tsuguko». La memoria de aquel incidente volvía inevitablemente a ella, al igual que el día en que le regalaron la gema de su empuñadura.

En una ocasión, recibieron de encargo inspeccionar un conjunto de cavernas. Muchos viajeros y cazadores habían desaparecido cerca a dicho lugar; por si fuera poco, la pilar ansiaba ver que tan fuerte era la habilidad de su discípula y que mejor manera de probarlo que en una caverna en completa oscuridad. Shinobu la había cuestionado por tomar tan apresuradamente la misión, mientras que la albina se hallaba emocionada por tan interesante encargo.

—Sería mejor esperar a la noche y emboscar a cualquier demonio que salga. —Sugirió la de puntas moradas, sin perder de vista la gran oscuridad de la cueva.

—No sabemos cuántos demonios pueden estar ahí adentro, por eso...

—¡Vamos a explorar la cueva! —Completó la oración, bastante curiosa por ver el interior.— ¡Qué emocionante!

HILO DE SANGRE (Akaza y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora