Capítulo 40

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Hace un par de meses atrás, Hanan se quedó mirando el cielo estrellado en el claro de la isla. La calma en medio de la naturaleza era algo que valoraba, sin embargo, en esa ocasión, se había convertido en algo muy aburrido; hasta que una voz apareció entre las sombras del bosque. Era Mamoru.

—¿Sabes por qué el señor Qiang lleva ese nombre tan extraño?

—Se fue a China, ¿no?

Una pequeña sonrisa acompañó al moreno mientras se sentaba a su lado para verla mejor.

—Piensa en los momentos más felices que tuviste, Hanan, sueles hablarme de tu familia.

—Han pasado cuarenta años, ya no importan. —Su vista seguía en las estrellas, las cuales, le parecían puntos en el cielo sin algún sentido real.

Repentinamente, un pequeño latido de su vacío corazón la hizo reaccionar, mientras que, tras unos largos momentos de silencio, sus labios se abrían para decir su más profundo deseo.

—Quiero una familia.

Esa fue la primera vez que lloró después de varios años. Aunque al principio hubiera salido como una frase neutral y cotidiana, el recuerdo de esos años de pobreza y alegría era lo que más deseaba. Dar a luz, cuidar y amar a una pequeña criatura como su más valioso tesoro. La esperanza de volver a sentirse viva regresó cuando Mamoru contó el secreto tras el castigo de Qiang Wei, una familia.

«Es parte de la naturaleza de todo ser vivo querer procrear, sin embargo, Muzan, como el ser egoísta que es, se negaba a cumplir con sus propósitos y fines en este mundo. Ese mismo fin que le niega al resto de demonios». Ese pensamiento guio a ambos demonios a separarse del control de Muzan y del propio Qiang. Solo se necesitaba un detonante y Ayumu lo supo aprovechar para intentar llevar a sus compañeros lejos del control del rey de los demonios.

Todo estaba perdido. Lo sabía bien la demonio cuando vio como el más pequeño de sus compañeros, Souta, era atravesado sin piedad por los gélidos picos de hielo de la segunda superior en la playa la noche anterior. Su vida nuevamente se estaba cayendo a pedazos, lo sabía desde que vio caer al primero de sus cuatro compañeros.

Luego, siguió Mamoru. Le daba miedo mirarlo a los ojos tras una discusión por su apariencia. Lo sintió una tontería al pensarlo un par de días, no valía la pena arrebatarle la más pequeña gota de sangre por medio de sus plantas. Sin embargo, esa vergüenza no tardó en convertirse en arrepentimiento cuando miró lo poco que quedaba de la cabeza de su amigo tirada en la oscura cámara. Lo obligó a quedarse en la oscuridad que tanto temía, sin una sola pisca de comida por días antes de que el tercer demonio más fuerte de Muzan lo encontrara durmiendo bajo el laberinto como último recurso de supervivencia.

Finalmente, estaba Ayumu. Se había desvanecido como una piedra en las profundidades del agua, mas, la de ojos lila sabía que había recibido un destino igual o parecido al de los demás.

Los sueños de los cuatro demonios de Qiang se habían destrozado como un frágil vaso de cristal contra la dura roca de la realidad. Aspirar a algo cercano a la humanidad negando a lo que Qiang los había condenado. Depredadores naturales del humano, eso pensaba Hanan; pero, Souta, por su lado, sabía que ni siquiera eran eso. Los animales herbívoros huían de ellos, mientras que los depredadores se limitaban a no atacar y mantenerse dóciles en la presencia de un demonio por no pertenecer a la naturaleza misma.

"Estamos en un castigo eterno injustificado. La única salida es la muerte". Souta pensaba esto mientras que los animales se acercaban a él por la voluntad que impuso él en ellos. Por eso dejó que su pequeño cuerpo sea atravesado sin piedad alguna por el hielo.

Aquellas palabras marcaron a Hanan antes de todo lo ocurrido en aquel pueblo. Por eso se limitó a cubrir el pueblo bajo grandes lianas, espinos y flores.

HILO DE SANGRE (Akaza y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora