-¿A qué hora dijiste que llegaba su avión? -Le preguntó Jake a mi madre justo cuando se lo iba a comentar yo.
Mi madre, mi hermano Jake y yo llevábamos una hora esperando en el aeropuerto a que llegara mi tía Maddie y ya empezábamos a estar un poco hartos.
-En teoría ya deberían haber llegado... -especuló mi madre, mirando la pantalla iluminada de su viejo teléfono, que se negaba a cambiar ya que odiaba la tecnología.
-¿Deberían? -me sorprendí-. ¿No venía solo la tía? -dije, haciendo memoria.
-Cada día tengo más claro que no me escuchas... -dijo mi madre con mala cara y perdiendo la paciencia.
Es verdad que me lo había contado la semana anterior, creo que fue el segundo domingo de junio cuando ya nos lo explicaron todo más detalladamente, pero mi cerebro había decidido omitir la parte de que todos mis primos también venían. De repente estaba mucho más nerviosa y se me había secado la garganta.
Por suerte los primeros en llegar eran Maddie, Alvin, los gemelos y mi prima Tara, que eran con los que teníamos más relación. Ellos ya habían estado dos años atrás en San Francisco y recuerdo que lo habíamos pasado bien.
Después de media hora más esperando en el aeropuerto, escuché de lejos la risa característica de mi tía Maddie y cuando me giré ya estaba abrazando a mi madre.
-¡Tía Maddie! ¿Qué tal ha ido el via... -Empecé a decir, antes de que me estrujara con sus enormes brazos y no me soltara en cinco minutos.
-¿Cómo estáis? -nos preguntó a todos mi tío Alvin, al que apenas habíamos prestado atención.
Siempre había oído que los irlandeses eran gente muy amable y parlanchina y cada vez que hablaba con Alvin se confirmaba esta teoría.
Mi hermano Jack empezó a hablar con él y mi madre seguía hablando con Maddie así que no tuve más remedio que acercarme a Tara y sus hermanos. Estos iban escuchando música en sus auriculares así que no me oyeron cuando me acerqué.
-Hola -anuncié, chillando y haciendo aspavientos con los brazos para que me oyeran a pesar de la música-. Cuánto tiempo, ¿qué tal ha ido el viaje?
-¡Ehh, hola! -me contestó mi prima Tara, saludando con la mano-. Muy bien, la verdad es que un poco cansado pero no ha habido nada de turbulencias-continuó diciendo. Nos abrazamos y no pude evitar pensar en lo preciosa que era su melena rizada y pelirroja. Recuerdo que de pequeña siempre me había recordado a Mérida de Brave.
A partir de ese momento empezamos a hablar (no por mérito mío, sinó porqué Tara siempre había sido una chica muy extrovertida y era fácil hablar con ella) y después se nos unieron Caleb y Connor, los gemelos, o como los llamábamos en casa, los gemelos Weasley, ya que su parecido con Fred y George también era bastante evidente.
Habíamos venido en dos coches, por qué todos juntos no cabíamos en uno (hubiéramos tenido que alquilar un mini bus) así que mi madre y Jake se llevaron a mis tíos y yo a mis primos. Fuímos con el coche de mi padre, ya que yo aún no tenía el mío propio. Siempre había soñado con tener un mini de color blanco, pero de momento visto mi historial en carretera no parecía que lo fuera a conseguir pronto.
En una hora estábamos en casa de mis abuelos. Suerte que mamá tenía una cópia de la llave porque justo acababan de salir a buscar a mis tíos de España, que llegaban a las doce del mediodía.
Finalmente ya eran las nueve y había llegado toda mi familia. La verdad es que estaba un poco agobiada ya que desde las diez de la mañana estaba saludando a gente que hacía años que no veía y, aunque no lo pareciera, requería mucho esfuerzo para personas antisociales como yo. A ver, no es que no me gustara socializar pero tampoco tenía en mente ampliar mi círculo de amistades.
-Estoy tan contento -dijo mi abuelo Matthew-. Deberíamos hacer estos encuentros cada verano, no puede ser que tengamos que esperarnos tanto tiempo para vernos en persona.
Maldije en voz baja cuando todos dijeron que estaban de acuerdo con él y me puse roja en el momento en que oí una risita y vi que unos ojos oscuros me miraban. Era mi prima Gina, la de Italia, y supongo que acababa de oír las bonitas palabras que justo habían salido de mi boca.
-¿Así que no soy la única que tenía unas ganas locas de este reencuentro eh? -Soltó de pronto mi prima, sin que me lo esperara.
-Emmm no es que no tuviera ganas... -me exculpé-. Es que es mi último año antes de ir a la universidad y lo tenía todo planificado para pasarlo con mis amigas -le conté, para que no pensara que odiaba estar con ellos o algo.
-Tranquila, no hace falta que te excuses, a mi tampoco me apetecía mucho venir -empezó, empatizando conmigo. -Es decir, una o dos semanas hubieran estado bien pero todo el verano... Yo también había hecho un montón de planes con mis amigas y mi no... -se cortó a sí misma antes de terminar la frase.
-Espera, ¿tienes novio? -le pregunté yo, poco disimuladamente-. Lo siento, soy muy impulsiva, no hace falta que me lo cuentes si no quie... -iba a decir cuando me cortó.
-No pasa nada, no he terminado la frase porque no tengo claro lo que somos ahora mismo. Llevábamos poco tiempo y no le sentó muy bien que cancelara todos los planes que teníamos este verano para venir aquí -me contó, como si no hiciera cinco horas que nos conocíamos prácticamente, ya que lo cierto es que no hablaba mucho con mis familiares de fuera-. ¿Y tú? ¿Tienes novio? -me preguntó, y creo que con la cara que puse ya se dio cuenta de que no era mi caso.
Al final llegamos muy tarde a casa. El día tampoco había ido tan mal, estaba muy cansada pero contenta de haberme puesto al día con Tara y Gina. Había estado hablando bastante con ellas después de cenar y habíamos congeniado bastante. Ahora me faltaban mis primas de Francia y de España, con las que casi no había podido hablar. Bueno, realmente ya tendría tiempo de hacerlo porque íbamos a estar todo el verano juntas.
Era extraño pensar que apenas conocía ni me acordaba de mis primas. Es decir, a Tara no hacía tanto que la había visto pero creo que Gina no pisaba Estados Unidos desde por lo menos hacía diez años, y Elsa y Camille creo que vinieron el verano en que mis abuelos celebraron los cuarenta años de casados, hace al menos seis años. De pequeña no entendía muy bien porqué mis amigas veían casi todas las semanas a sus primos y yo casi ni conocía a los míos pero supongo que me terminé acostumbrando y llegó un momento en que ya no los echaba de menos. ¿Era una mala persona por sentirme así?
Finalmente me fuí a dormir sobre la una de la mañana pensando en que en unas siete horas me tendría que levantar, porque con Daisy habíamos acordado que el día lo pasaría entero con las chicas, para aprovechar mi último día con ellas antes de irme a Santa Bárbara.
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Pequeñas coincidencias
Teen FictionUna chica destinada a pasar el verano con su familia, alejada de su ciudad y sus amigos. Un chico con un pasado difícil pero con buen corazón. Una serie de pequeñas coincidencias hará que se conozcan. ¿Que les deparara todo un verano juntos?