—¿Y cómo se llama? —preguntó Daisy. Justo la acababa de llamar para ponernos al día y esa era la primera pregunta que me hacía. Ni un ¿Cómo estás? o ¿Cómo va todo por ahí? Ni siquiera me había dicho hola. Si es que la tenía que querer....
—Blake, se llama Blake —respondí, para saciar la sed de cotilleos de mi estimada mejor amiga—. Pero apenas lo conozco, no sé ni si lo volveré a ver. ¿Seguro que no quieres hablar de otra cosa? —intenté cambiar de tema, ilusa de mí. Ya tendría que empezar a darme cuenta de que nunca funciona.
—Hace un año que tú y Stan lo dejasteis y desde entonces no me habías hablado de ningún chico, déjame ejercer mi papel de amiga cotilla —me rebatió, cómo si realmente hubiera sido muy duro para ella todo este tiempo en el que no había conocido a ningún chico ni tenía nada jugoso que contarle..
—No tienes nada que cotillear porque no lo conozco ni creo que nos vayamos a conocer, así que cambiemos de tema —insistí. Y sorprendentemente funcionó. ¡Aleluya! Al menos no era tan incompetente como pensaba antes...
—Muy bien, ¿de qué quieres hablar? —preguntó Day, soltando un bufido para demostrarme que el tema de conversación anterior era muchísimo más interesante.
—Ahora que lo pienso... ¿Tu no tienes a nadie en mente? Hace tiempo que no me hablas de ningún chico... —Dije yo, dándole a probar de su propia medicina.
—Ostras, se me está haciendo tarde, ya hablaremos... —murmuró y se acercó a la puerta de su cuarto como si alguien la estuviera llamando.
—¡No seas mentirosa! Ya me estás contando lo que sea que no quieres decir —la amenacé, aunque no me hizo ni caso.
—No es que no te lo quiera decir pero...Mi hermano me llama, lo sientoooo... —Se excusó. Menuda mentirosa estaba hecha.
—¡Lily! —me llamó Gina desde el comedor—. Tenemos que irnos.
—Ohhh, qué pena... —Daisy puso cara triste, aunque por dentro estaba cantando victoria.
—No sufras Day, sabes que me lo contarás —afirmé, sin duda alguna.
—No estés tan segura... —susurró maliciosamente. Colgué y bajé corriendo las escaleras que daban al primer piso hasta llegar al comedor, dónde Gina me estaba esperando.
—¿Lista? —preguntó.
—Lista —contesté de vuelta, dando un giro de ciento ochenta grados para que apreciara mi outfit—. Por cierto, aún no me has dicho dónde habéis quedado.
—Verdad—recordó—. Creo que primero iremos a su casa. Se independizó hace un tiempo y me la quiere enseñar. Supongo que después iremos a tomar algo, aún no lo sé —dijo, despreocupadamente.
Ya me estaba poniendo nerviosa, tenía la sensación de que iba a sobrar en esa casa. Era obvio que ellos se conocían y tendrían que ponerse al día así que ya me estaba preparando para quedarme escuchando en un rincón.
—¿Y le has dicho que vengo? —me aseguré, antes de salir de casa—. ¿Se va a sentir cómodo al invitar a una desconocida a su casa?
—Ya sabe que vienes Lily, deja de preocuparte tanto —soltó un bufido—. Vámonos o llegaremos tarde.
—Te sigo.
Estuvimos andando unos veinte minutos hasta que nos paramos enfrente de una casita bastante pequeña. Solo tenía una planta pero desde fuera parecía perfecta para una o dos personas.
Gina llamó al timbre y yo me esperé un poco alejada de la puerta. Por vergüenza a que no me dejara entrar o algo así. Alguien abrió pero no pude verle la cara por qué seguía dentro de la casa.
ESTÁS LEYENDO
Pequeñas coincidencias
Подростковая литератураUna chica destinada a pasar el verano con su familia, alejada de su ciudad y sus amigos. Un chico con un pasado difícil pero con buen corazón. Una serie de pequeñas coincidencias hará que se conozcan. ¿Que les deparara todo un verano juntos?