CAPÍTULO 4

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Eran las ocho de la tarde. Acababamos de despedirnos después del largo día en Sausalito. Gina se lo había pasado genial, y la ruta en bicicleta le había servido un poco para conocer mejor San Francisco y sus alrededores. Ahora solo quedábamos Daisy y yo, ella había decidido acompañarme a casa para aprovechar hasta el último segundo el último día juntas.

Justo antes de que sacara las llaves de mi mochila para abrir la puerta me sujetó del brazo pilladome totalmente por sorpresa.

-Dime que no soy la única que se ha fijado en la mirada que se han lanzado mi hermano y tu prima -me susurró en tono cotilla.

-La verdad es que me he quedado flipando con la cara que ha puesto tu hermano cuando la ha visto -añadi yo. Era cierto, el hermano de Day era de las personas menos expresivas que conocía.

Estuvimos un rato cuchicheando y yo le conté todo lo que me había dicho Gina sobre su novio, o no tan novio...

-Además, ¿crees que en un minuto se han podido llegar a gustar lo más mínimo? -comenté, ante las especulaciones de mi amiga.

-Ya sabes lo que dice el dicho, a veces una mirada vale más que mil palabras... -me dijo ella.

Estuve a punto de decirle que el dicho no era así pero estaba tan convencida... Finalmente le dije que no se ilusionara, que seguramente no había pasado nada entre su hermano y mi prima y me despedí de mi mejor amiga.

No volví a pensar en ello en toda la noche ya que estuve muy liada preparando la maleta para el estúpido viaje y me fuí a dormir tarde como siempre porqué me vi como tres episodios seguidos de cronicas vampíricas.

***

Por la mañana fuimos todos a desayunar a casa de los abuelos Matthew y Stella. Mi abuelo era mi hermano pequeño pero en versión vieja y con canas, o al menos eso nos decía siempre la abuela. Ella en cambio era de piel más clara, ojos café y una media melena rubia teñida, ya que seguramente tendría más canas que el abuelo. Los que más se parecían a ella eran el tío Robert y Maddie, los demás hermanos eran como el abuelo. Esa mañana habíamos decidido salir hacia Santa Barbara sobre las once y aún faltaba una hora.

En cuanto vi que Gina salía del cuarto de baño, le pregunté si podíamos hablar y salimos un rato al jardín.

-¿Qué pasa? -me preguntó, terminando de abrocharse el cinturón. -¿Es que hice algo mal ayer con tus amigas? -dijo, preocupada.

-Ohhh no, no... no es eso -la tranquilicé. -Es que ayer, cuando todas os fuisteis, me quedé hablando un rato con Daisy y surgió un tema de conversación que te incluía a ti -empecé, sin saber muy bien el rumbo que iba a tomar la conversación. -Pues bien, ya se que no conoces mucho a David, el hermano de Daisy, pero no suele ser muy amable, y ayer se le iluminó la mirada cuando te vió -comenté, emocionada.

-¿Vosotras también os fijasteis? -Murmuró sorprendida.

-¿Bromeas? Nos fijamos al instante. Lo cierto es que lo estuvimos comentando un rato. Daisy inmediatamente me dijo que haríais una estupenda pareja y que estaba muy feliz por ti y por su hermano- le expliqué, sin darme cuenta de lo que estaba insinuando. Gina me miró estupefacta y yo intenté explicarme mejor.

-Es decir... -empecé-, sé que tampoco conoces mucho a Daisy, peró ella siempre se monta sus películas y sus cuentos de hadas. Según ella ese cruce de miradas solo podía significar amor a primera vist....

-¿AMOR A PRIMERA QUÉ? -me chilló de pronto, ruborizándose un poco. -¿Supongo que le dijiste que tengo novio, no? -añadió, con cara de pocos amigos.

-A ver, le conté que tenías novio, pero que no estabais pasando una buena racha... -insinué, pero no me atreví a continuar hablando.

-¡Al menos dime qué su hermano no va a enterarse de nada de esto! -me dijo seriamente-. Si te soy sincera, lo encontré bastante mono pero... No me conviene para nada fijarme en él -dijo, aflojando el tono, y dándome la espalda.

Gina volvió dentro de casa y yo me quedé pensando en el tema un rato más en el jardín. Así que a Gina le había gustado David... Se lo tenía que contar a Daisy lo antes posible.

Diez minutos más tarde volví a entrar dentro de casa. Por lo visto acababan de decidir con qué coche iría cada uno y, como yo estaba fuera, ya me habían asignado un sitio.

Íbamos a ir con los dos coches de mis padres, los dos coches de mis abuelos y un coche que habíamos alquilado.

A mi me tocó ir en el coche que conducía mi abuela, con mis dos hermanos y mi prima Elsa, de España.

¿En serio tendría que aguantar a los pesados de mis hermanos durante cinco horas seguidas? Ni de coña, tenía que pensar en algo.

Estábamos toda la familia preparándonos para salir y se me ocurrió una gran idea.

-¿Oye abuela, y no podríamos ir todas las primas en un mismo coche? -pregunté, inocentemente-. Somos cinco, así que cabemos perfectamente. Y creo que Gina y Tara también tienen carné, así que podríamos turnarnos para conducir.

La abuela lo estuvo meditando durante unos segundos y finalmente les preguntó a mis primas su opinión. Sabía que no me diría que no.

-¡Yo me apunto! -gritaron Gina y Tara al unísono.

-Yo también -dijo Elsa con ganas.

Se notaba que Camille era un poco más tímida y no dijo nada, pero asintió con una sonrisa en la cara.

-¡Pues decidido! -afirmé, sin escuchar más opiniones-. ¡Charla de primas en el coche!

Toda la familia se puso a reír y las cinco nos abrazamos.

-Tened cuidado -nos dijo mi madre preocupada, y se le unieron también las madres de mis primas, o sea... mis tías. Estaba tan poco acostumbrada a estar con toda la familia que se me hacía raro verlos a todos allí.

-¿Cuidado ellas? -gritó mi padre-. ¡Cuidado nosotros de no chocarnos con ellas! ¡Lily es un peligro al volante! -soltó, y se empezó a reír.

-¿QUÉ? -chille yo indignada, asesinandolo con la mirada.

Aparenté que no oía las risas de mis hermanos y mis abuelos y entré dentro del coche de mi madre.

Diez minutos más tarde ya estábamos siguiendo el coche de mi padre en la autopista.

Pequeñas coincidenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora