CAPÍTULO 12

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Ya era lunes por la mañana. Concretamente las cinco de la mañana y yo no podía con mis huesos. El otro día llamé a Daisy y quedamos sobre las once en su casa así que tenía que ponerme en marcha. Ayer por la noche me preparé una mini maleta porque iba a estar en San Francisco hasta mañana por la tarde. Gina y Tara también estaban despiertas. Ambas habían accedido a acompañarme ya que ni a mamá ni a la tía Maddie les parecía buena idea que viajara tantas horas sola en el coche ya que me podía dormir.

Desayunamos algo y empezamos el viaje. La tarde anterior habíamos estado haciendo una playlist con canciones de Shawn Mendes, Justin Bieber, Taylor Swift, Selena Gomez... Así que estábamos entretenidas. Sobre las ocho y media de la mañana alguien me llamó al móvil y gracias a que este estaba conectado al coche pude coger la llamada sin riesgo a tener ningún accidente.

—¿Si? —dije, sin tener ni remota idea de quién era.

—¿Lily, ya estás en el coche? —contestó Blake. Así que se había acordado de que era hoy cuando tenía que ir a San Francisco. Que mono.

—Estamos —contestó Gina por mí.

—¿Así que al final te ha engañado para ir? —insinuó él, ya que el otro día estaba seguro de que me acompañaría, aunque mi prima lo negara todo el rato.

—En todo caso nos ha engañado, porqué también viene Tara, nuestra otra prima. Y a mi no me ha engañado nadie, vengo porqué quiero —aclaró Gina y dejó sin habla a su amigo.

—Viene porqué quiere volver a ver a David —canturreé, sin recordar que Blake no sabía nada. Lo lamenté enseguida cuando Gina me dio con la mano abierta en la cabeza.

—¿Quiere ver a quién? —preguntó él sorprendido y con ganas de saber más.

—Pues a David, al hermano de Daisy. Se conocieron cuando llegaron a San Francisco y ahora no se lo quita de la cabeza —continué yo, a lo que volví a recibir otra hostia. Es que no aprendía...

—Mentira, sólo vengo porqué me lo pasé muy bien con tus amigas —nos corrigió Gina e intentó arreglar la situación.

—Gina no cuela, si hasta tengo ganas de conocerlo yo al David ese, a ver si es tan guapo como dices... —se unió Tara, para terminar de volverla loca.

—¡Ehhh! Yo nunca he dicho que sea guapo... —chilló Gina enfadada.

—Así que soy el último en enterarme de que tienes novio. Y yo que pensaba que éramos amigos —murmuró Blake, ofendido—. Bueno, yo sólo llamaba para desearos buen viaje así que... Ya me contaréis cómo va todo.

—¡Adiós! —le dijimos las tres al unísono, aunque Gina no lo dijo con tanto entusiasmo como nosotras.

Seguí conduciendo y a las diez y cuarenta y cinco ya estábamos delante de casa de Daisy. Llamé al timbre y para el agrado de Gina, fué David quien abrió la puerta. Ambos se sostuvieron la mirada como la primera vez que se vieron y David ignoró que Tara y yo estábamos allí.

—Hola de nuevo —susurró él, embelesado. Tara y yo creíamos que hasta se le iba a caer la baba.

—Hola, ¿cómo va todo? —le preguntó Gina, moviendo las manos con nerviosismo.

—Muy bien. ¿Tú? —contestó, mientras le quitaba las arrugas a su camiseta con las manos para parecer más elegante o algo así, parecía bastante nervioso cosa que nos hizo reír a Tara y a mi.

—Cansada del viaje —respondió mi prima—. ¡Ahh! Y aún sigo agradecida contigo por lo de la bici.

—Ohh, si no fue nada. Me encanta compartir mis cosas con la gente... —murmuró, de forma tan convincente que si no le conociera bien, me hubiera creído que eso era cierto.

—Vaya mentiroso está hecho David...—le susurré a Tara, y se volvió a reír.

—Ehem... ¿Nos vas a dejar pasar? —dijo Tara, cansada de esperar en el rellano.

—¿Qué? —se sobresaltó. Creo que realmente no se había dado cuenta de que estábamos—. Oh si si adelante... Por cierto, hola Lily —me saludó haciendo una mueca.

—Hola tu —le seguí el rollo, con el mismo tonito que había usado él. Tara y yo entramos y subimos a la habitación de Daisy. Gina nos hizo un gesto indicando que ahora subiría así que no la esperamos.

—¿Adivina quién ha llegado a tiempo? —dije al entrar en el grandioso cuarto. Daisy vino corriendo y me abrazó.

—Después de olvidarte de que tenías que venir, más te valía —contestó sonriendo sin soltarme aún. Yo moví la cabeza hacia los lados avergonzada.

—¿Tú debes de ser Tara? —preguntó Day, dandole a ella también un abrazo.

—En efecto —aclaró la pelirroja.

—¿Y Gina? No venía con vosotras? —nos preguntó Daisy, que echó un vistazo hacia la puerta para ver si entraba.

—Se ha quedado abajo hablando con tu hermano —le informé, ya que seguro le interesaba.

—¿Se han vuelto a mirar como la primera vez? —me preguntó Day, curiosa e igual de chismosa que siempre.

—Sí, y ambos se han quedado sonriendo como dos tontos —contesté, sumándome al cotilleo—. A tu hermano casi se le cae la baba...

—A ver si así conseguimos que deje a la estúpida de su novia, que cada vez me cae mas mal. ¿Te he dicho que me llama Donald? Por lo de Donald y Daisy, ya sabes... los patos.

—Unas cuantas veces, sí —dije, por qué si me lo había contado; como doscientas veces por lo menos.

—Y no tiene nada de gracia.

—Un poco de gracia si que tiene... —murmuró mi prima, intentando aguantarse la risa.

—Encima el otro día Paige la oyó llamarme así y ahora también me llama Donald.

—¿Quién es esa tal Paige? —preguntó Tara—. Estoy segura de que me va a caer bien.

—Ahora os vais a conocer, ¿porqué vamos con ellas a comer no? —le pregunté a Day, aunque estaba segura de que iba a ser así.

—Bueno... La verdad es que este año ha habido un pequeño cambio de planes —empezó a decir, evitando el contacto visual conmigo. Eso solo podía significar que estaba nerviosa por algo.

Cada año desde que nos conocíamos cuando era el cumpleaños de una de nosotras íbamos a comer al centro comercial y después íbamos a la bolera, que era uno de los pocos sitios que nos gustaba a todas.

—¿A qué te refieres con un pequeño cambio? —pregunté yo, temiendo lo peor.

—Mis padres estarán fuera toda la semana por un viaje de negocios así que el otro día estuvimos hablando y... Esta noche hay fiesta en mi casa —soltó el bombazo, esperando a ver mi reacción. Me quedé perpleja, no es que no me apeteciera ir a la fiesta pero me daba cierta pena no seguir con la tradición de cada año.

—Cada vez me caen mejor tus amigas... —soltó Tara de pronto. Era la típica que oía la palabra fiesta y se apuntaba al plan.

—Pero yo no he cogido ningún vestido de fiesta... Todos me los llevé a Santa Barbara —me lamenté, lanzándome en la cama de mi mejor amiga.

—Pues ya sé dónde iremos ahora, y de paso compramos el regalo de Violet porque como siempre vamos tarde —nos apremió Day, que en teoría debería haber comprado ya ese regalo.

Después me ayudó a levantarme de la cama y bajamos al comedor para contarle los planes a Gina, que había pasado todo ese rato con David. Las cuatro subimos a mi coche y fuimos al centro comercial.

Pequeñas coincidenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora