CAPÍTULO 40

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—¿Sales ya o me vas a dejar muriendome del aburrimiento aquí solo en el coche?

—¡QUE YA SALGO PESADOOO! Ir con un bebé a los sitios es mucho más difícil de lo que parece ¿sabes? —chillé desde el vestíbulo de la casa, terminando de preparar la bolsa de la pequeñina.

—Cómo va a ser tan difícil... Mientras no se nos pierda es pan comido —insinuó mi acompañante, que en vez de ayudarme me estaba poniendo más nerviosa de lo que ya estaba.

—Ahh, de acuerdo... Entonces no necesitamos pañales, toallitas por si se ensucia o la tenemos que cambiar, otra muda, una mantita por si coge frío, un biberón por si le entra hambre, el chupete por si se pone a llorar, crema y un sombrerito por si hace demasiado calor, el carrito para llevarla más fácilmente, y un sinfín de cosas más que se me estarán olvidando... ¿verdad? Total mientras no se nos pierda... —me cachondee, aunque no se si pilló la ironía del asunto.

—Madre mía... No entiendo cómo alguien tan pequeño puede necesitar tantas cosas. Y solo vamos al super... Imagínate que nos tocara irnos de vacaciones, te llevarías toda la casa a cuestas —farfulló, sin salir del coche. Ya ves, le costaba tanto salir un momento a ayudarme...

—Tu ríete, pero ya verás como se vomite encima y la tengamos que cambiar... O como coja frío y se nos resfríe. No creo que a Cheryl y a tu padre les hiciera demasiada gracia la verdad —le informé, aunque creo que eso ya lo sabía—. ¿Les parecerá bien que nos la llevemos a comprar verdad? Es que es tan pequeña... Y tan mona con su pelito rubio y sus ojitos grises tan risueños...

Lo cierto es que la niña era adorable. Tenía la piel más suave que el algodón y era super blanquita. Olía genial (si, la olí y qué, no me pude resistir), era super delicada y parecía una muñeca de lo quietecita que estaba siempre. Se portaba genial, aunque cuando arrancaba a llorar era difícil calmarla, y de vez en cuando se le formaba una sonrisa en la cara que era para comérsela. Con todas sus cualidades era perfecta, vaya.

—Claro que les parecerá bien. Somos dos adultos responsables así que no hay nada de lo que preocuparse —me contestó mi amigo a la pregunta que le había hecho. Sabía que todo iba a salir bien pero era inevitable tener un poquito de miedo, es decir, si le pasaba algo sus padres me iban a matar así que...

—Vale, ya estamos listas —dije, mientras salía con la niña y con la bolsa que le había preparado repleta de todo lo que podríamos necesitar.

—¿Le has cambiado la ropa? ¿Y le has puesto una diadema? Pero si ya estaba vestida...

—Primero de todo, no me puedes negar que no está adorable con la diadema puesta, ¿A que sí Candy? ¿A que te gusta la diadema que te ha puesto la mejor canguro del mundo? —me dirigí a la niña, poniendo la voz más aguda que encontré en mi repertorio—. Y segundo, solo llevaba un body de pijama... No podía salir así la pobre.

—Pues ayer con Gina la sacamos así a dar una vuelta y nadie nos dijo nada —confesó Blake, encogiéndose de hombros.

—Vaya par. Que suerte tienes de que haya venido pequeña Candy... No sé como te dejaron sola con esos dos petardos —admití, y me reí al escuchar el bufido de Blake. Después coloqué a la niña en la sillita del coche, dejé la bolsa en el maletero y me preparé para subir al coche no sin antes aclarar las cosas con Blake.

—¿Estás seguro de que es buena idea que conduzca yo? Es decir, estoy totalmente capacitada para hacerlo pero es que... El coche es de tus padres y como le pase algo... No voy a poder pagar los reparos de un coche tan caro ya te lo digo —me sinceré—. ¿Estás seguro que no es mejor idea poner la sillita de Candy en mi coche? Tampoco puede ser tan complicado...

Pequeñas coincidenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora