—Buenos días dormilona —me susurró una voz en el oído—. Conozco a alguien que tiene ganas de estar con su canguro favorita —continuó esa molesta voz en mi oreja, cuando de pronto además del ruido, noté un pequeño bulto en mi espalda.
Cuando me decidí a abrir los ojos empecé a recordar todos los detalles de la noche anterior, que explicaban el motivo por el cual no me encontraba estirada en mi preciosa cama doble, sinó en el incómodo y caro sofá de mi gran y querido amigo Blake Brown no se que mas. La verdad es que no recordaba su segundo apellido ni estaba en las mejores cualidades para ponerme a recordar en este momento.
Me dolía el cuello horrores por culpa de la mala postura en la que había dormido y solo podía pensar en lo defraudada que estaba conmigo misma por haber sucumbido de nuevo a los encantos del macizo surfero que tenía como amigo en vez de respetar mis buenos principios.
Al final, la noche anterior había terminado con una peli de Marvel, una manta para compartir y un subidón de azúcar por culpa del puñetero helado de brownie. Básicamente todo lo que me había prometido no volver a hacer. Bien por mi.
—¡Quítame los cojines de la espalda! —me quejé, mientras me sacudía sin éxito.
—¿Te refieres a este cojín tan travieso de aquí? —contestó mi amigo, apartando a Candy de mi espalda y colocándola sobre mi regazo, ahora que ya me había sentado.
—Buenos días a ti también pequeña —murmuré mientras le acariciaba la cabecita suavemente a la niña—. ¿Qué hora es? ¿He dormido demasiado? ¿Me he perdido algo?
—Són las nueve y media, y no te has perdido nada, salvo la alegría que me ha dado esta mocosa cuando se ha levantado a las siete de la mañana.
—Oh vaya, así me gusta pequeña Candace. Que hagas madrugar a tu hermano, como debe ser —me regodee mientras analizaba las grandes ojeras que tenía Blake en la cara y que probablemente tenía yo también.
—¿Y cómo la has escuchado? ¿No has dormido aquí en el sofá? —quise saber, ya que lo último que recordaba era verlo casi roncando en el lado opuesto al mío del mueble.
—Me dormí cinco minutos cuando terminó la película pero enseguida volví a mi habitación para tener controlado a este bicho de aquí. Ya sabes, como buen hermano sobreprotector que soy—. Se dió la vuelta y me dejó sola en el salón mientras le cantaba una canción de Taylor Swift a Candy para que se fuera culturizando.
Cuando ya iba por la tercera canción de Fearless volvió por fin Blake con dos tazas de café, un plato lleno a rebosar de tortitas cubiertas con sirope y un biberón. Al ver que empezaba a salivar, ya que honestamente me moría de hambre, me arrebató a la pequeña y se puso a darle su leche mientras yo me servía.
—¿Has hecho tú las tortitas? —me sorprendí, mientras les pegaba un bocado que me supo a gloria—. ¿Sabes cocinar? —añadí, antes de que pudiera contestarme.
—Te recuerdo que vivo solo en Santa Barbara peque, así que tendría un grave problema si no supiera cocinar, ¿no crees? —murmuró, aunque no le estaba prestando demasiada atención. Al menos a su discurso.
En ese preciso instante estaba entendiendo y viviendo en directo uno de esos momentos en las películas cuando todo se volvía borroso y era imposible despegar la vista del guapísimo actor protagonista, o en mi caso, del señorito de ojos curiosos. Típico momento con el ventilador apuntando directamente a su cuerpo y meciendo todo su pelo mientras misteriosamente una jarra de agua se le resbalaba por los perfectamente esculpidos pectorales y abdominales.
Ese momento.
Aunque en vivo y en directo, no había ni ventiladores ni agua resbalando sobre el cuerpo de nadie. No. Había un chico despeinado, vestido con unos holgados pantalones de pijama de cuadros, que se había quitado la camiseta segundos antes porqué se había manchado con leche de la bebé y que no podía dejar de sonreír mientras alimentaba al diminuto bichito que tenía en brazos. ¿Era demasiado temprano para querer ser madre? Porqué al ver esa imagen no podía sacarme de la cabeza la idea de que quizás no era tan descabellado. Dios mío que me estaba pasando. Tenía todo el cuerpo agitado, estaba casi temblando y sin aliento, y no era para nada la primera vez que veía a un chico con un bebé. Ni la primera que lo veía a él con un bebé. ¿Qué me estaba pasando? Seguro que eran imaginaciones debidas a la falta de sueño. Tenía que ser eso. Porque sinó no encontraba ninguna explicación lógica a mi repentino acaloramiento matutino. Además a mi Blake no me gustaba. Para nada. Y eso lo tenía más claro que el agua.
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Pequeñas coincidencias
Ficção AdolescenteUna chica destinada a pasar el verano con su familia, alejada de su ciudad y sus amigos. Un chico con un pasado difícil pero con buen corazón. Una serie de pequeñas coincidencias hará que se conozcan. ¿Que les deparara todo un verano juntos?