CAPÍTULO 7 - CABALLERO DE OTRO MUNDO

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Laevoneus: Miguel (Reino Bruma)

Hace algunos años, en Ihled Nova, la Ciudad Central de Laevoneus. Una entrevista empezaba en aquella habitación.

- ¿Su nombre? – preguntó aquel hombre sentado en su mesa, a aquel chico que tenía sentado frente a él.

- Miguel, mi nombre es Miguel - respondió el chico, cabizbajo.

- ¿Cuál es la razón de que quiera traspasar los mundos? - siguió el sujeto sin mirarle a los ojos.

- Es complicado, es necesario, mis servicios son requeridos en el Reino de Renacimiento - contestaba el niño de forma educada. 

- ¿Sus servicios? No entiendo, pero debe saber que para pasar de un Mundo Gemelo a otro, es por compromisos familiares, diplomáticos, transportes de mercancías, y para ese tipo de cosas, se debe pedir el permiso desde tiempo atrás no puedo simplemente mandar su solicitud cuando no son claras sus razones.

- Mire – el chico sacó una especie de pergamino con un sello dorado que representaba dos espadas cruzadas. – vengo del reino de Grimaes, este es un permiso oficial, puede preguntar y el Rey de Renacimiento está dispuesto a aceptarme.

- ¿Grimaes? ¿El reino de los caballeros?

- Así es señor - siguió el niño.

- Bueno, mandaré su solicitud, - continuó el hombre - las respuestas llegan dentro de una semana, puede estar en la gran ciudad en lo que espera si lo desea, aunque, ¿acaso viene solo?

- No tiene que preocuparse por mi, yo esperaré aquí.

En el Reino Bruma, en el presente, Ivan, Miguel, Daniel y Eimi habían sido capturados por un grupo de guerreros de aspecto salvajes, que parecían ser los guardianes del Reino Bruma.

- Phauna – le decía a la rubia un enorme hombre de casi dos metros y facciones de reptil que llevaba al grupo de Iván, atados.

- ¿Qué sucede Jiraiya? – respondió ella aún viendo al frente. No perdía esa postura imponente, mientras caminaba.

- No sé a que los llevamos a la ciudad, deberíamos matarlos, sabes que lo haría con mucho gusto - Continuó el sujeto llamado, Jiraiya.

- Quieto, - ordenó la mujer de piel cobriza - nada de eso se hace sin autorización de la princesa.

- Si, como sea – dijo el enorme hombre mientras miraba con cara enfermiza a Eimi, quien no se sintió intimidada en ningún momento.

- Señorita, ¿Phauna no? – preguntó Miguel cortésmente – somos habitantes de Renacimiento y pedimos se nos permita hablar con su gobernante.

- Silencio, tú hablas hasta que yo lo digo, no tienen que hacer peticiones, vamos a que hablen con la princesa. - terminó Phauna.

Mientras se internaban en el bosque, la neblina se hacía menos densa, de pronto comenzaron a ver puentes colgantes entre los árboles, muchos habitantes que vestías las mismas ropas cortas, los hombres llevaban maquillados tatuajes de bestias en sus pechos, las construcciones que veían entre los enormes árboles parecías casas y era obvio que era donde vivían, conforme iban entrando todas las miradas se posaban en ellos. Después de avanzar un poco más, encontraron en el centro una especie de sofá hecho de pieles y adornada con plantas alrededor, una chica estaba sentada en él, su cabello era largo, sus ojos miel, vestida de pieles animales, la cual acariciaba a una hermosa loba gris que estaba acostada a un costado, cuando estaban cerca, la loba comenzó a gruñir.

- Tranquila Bruma, está bien, pueden ser aquellos a los que esperábamos - dijo la princesa a su loba.

- Princesa Amira – se dirigió a ella la rubia de piel morena que se hacía llamar Phauna – encontramos a estos extraños merodeando por los bosques.

La Leyenda de PapillonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora