La Leyenda de Papillon

CAPÍTULO 37 - HERMANDAD

Dextroneus: Miguel (Renacimiento)

La ciudad flotante de Maxwell caía a gran velocidad, a causa de que una parte de ella había quedado atrapada en Laevoneus, Iván cargaba en brazos a Enix, la cual estaba casi desmayada a causa de la enorme pérdida de energía.

- Debemos encontrar a Rumsey - indicó Miguel el caballero - con su telequinesia podremos descender sin dificultad.

- ¡Ahí estas! - escucharon una voz femenina frente a ellos, era Eimi la Medium, Rumsey corrió a alcanzarles, la plataforma se inclinó demasiado, pero los poderes de Rumsey les permitieron llegar al suelo y salvarse de la lluvia de escombros. Pasados unos minutos Ivan habló.

- ¿Dónde está Alice, Rumsey?

- No te preocupes, Gabriel debió transportarla con él y... - antes de que pudiera terminar, un grito proveniente de Enix llamó la atención de todos, como había sucedido antes, una explosión de luz iluminó la zona haciéndolos desaparecer.

Había pasado alrededor de una hora, el caballero de Grimaes podía sentir la fresca brisa golpetear su rostro, abrió los ojos instantáneamente, su cuerpo yacía en hierbas cubiertas de rocío, en una enorme pradera, el sol estaba oculto detrás de densas nubes, que casi no permitían que ofreciera su calor a la tierra, se puso de pie con un poco de mareo, era esa sensación previa de cuando había sido transportado a algún otro lugar, pero éste, se le hacía sumamente familiar, alguien gritó su nombre a la distancia, una voz que fácilmente reconoció, la de su amigo Iván.

- Iván - dijo el chico una vez que se encontraban frente a frente, Enix estaba detrás de ellos, parecía sentirse mejor, también lo estaban Rumsey y Eimi.

- Debemos encontrar a Alice, Miguel - decía Iván preocupado.

- Lamento lo que ha sucedido - decía Enix - no fue mi intención, jamás pensé que alguien pudiera utilizar algún tipo de magia para capturarme de esa forma.

- Al menos ya no tendremos más problemas con ese tal Maxwell - intervino Eimi, mirando hacia un costado.

- ¿Cómo lo sabes? - le preguntó Rumsey.

- Los espíritus lo dicen - todos se callaron por un momento, a Iván se le hacía familiar el lugar también, miró a Miguel a los ojos, el cual le correspondió con una sonrisa.

- ¿Qué sucede? - le preguntó Iván sonriendo. Miguel no le respondió, solo señaló con el índice detrás del príncipe de la luz. Iván se giró lentamente, vio una mujer de cabello oscuro, el cual ondeaba armónicamente con el soplo del viento, tenía unos hermosos ojos dorados que se comenzaban a poner vidriosos - ¿Alice? - el príncipe corrió a toda velocidad, lo mismo hizo la princesa, al alcanzarse el uno al otro, se besaron en los labios, por un momento que para ellos pareció eterno. Gabriel y William se encontraban detrás de la princesa, todos sus compañeros miraron la escena, saber que estaban juntos de nuevo daba sentido a su cruzada, Miguel era quien parecía más feliz de todos, pero de nuevo, su momento se vio interrumpido, lanzas comenzaron a caer alrededor de ellos, parecían cargadas de energía luminosa, una docena de hombres a caballo les rodeó en un instante.

- ¿Miguel? - dijo uno de los hombres a caballo, el caballero lo miro fijamente a los ojos, analizando muy pensativo.

Un recuerdo inundaba la mente de Miguel, en su infancia en Grimaes, ya había iniciado su entrenamiento con la espada, hasta que escuchó que había un gran revoltijo en las calles de Grimaes, no pudo evitar salir a verificar que era lo que ocurría, un grupo de gente histérica rodeaba lo que parecía un cuerpo desmembrado, parecía que algo había consumido su carne, pues sus huesos eran visibles.

- ¡Es el demonio! – gritaba una mujer enloquecida – ¡el roba cuerpos ha regresado a Grimaes! ¡viene a comerse a nuestros hijos! – la mujer estaba fuera de sí, al parecer el chico era su hijo, un par de hombres trataron de contenerla, hasta que se dejó caer al suelo llena de lágrimas en los ojos, de pronto se detuvo y vio a Miguel fijamente a los ojos – viene por el hijo de Grimaes – decía ahora con un tono serio, su mirada parecía perdida a pesar de estar fija en Miguel – no hay nada que puedas hacer – continuó, Miguel la ignoró y se marchó de la escena.