𝟏𝟓

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—Lo lamento por eso. — Digo, pasándome las manos por la cara. —No se supone que el día haya terminado así.

—¿Sabes que lo que pasó no fue tu culpa, verdad?

Cuando Enzo pronunció esas palabras, un escalofrío recorrió mi espina dorsal, sumiéndome en una sensación abrumadora de vulnerabilidad. Su figura se acercaba a mí con pasos calculados, y sus ojos, cargados de compasión, perforaban los míos. Para alcanzar sus intensos ojos, inclinaba su cuello hacia arriba, recordándome su imponente altura. Aunque sus manos no me tocaban físicamente, podía jurar sentir la temperatura de mi cuerpo elevarse en respuesta a su presencia.

En aquel momento, el deseo de experimentar su contacto se apoderó de mis pensamientos. ¿Será porque me sentía tan vulnerable en ese instante? No lo sabía con certeza, pero daría cualquier cosa por sentir sus manos trazando su sendero en mi piel. Una tensión eléctrica flotaba entre nosotros, pero sabía que aquello no debía suceder. Éramos personajes en un relato, destinados a tocarnos solo en las páginas de esa historia ficticia.

Mientras Enzo se aproximaba, mi mente se perdía en la fantasía de su tacto, visualizando cada detalle de cómo sería experimentar su cercanía. A pesar de la rapidez con la que todo acontecía, la atracción hacia él resultaba inevitable, como si nuestras almas estuvieran conectadas por un hilo invisible. Reconocía la paradoja de sentirme atraída por alguien inalcanzable en la realidad.

Entendía que esta conexión solo existía en el mundo imaginario que compartíamos, y aceptaba que nuestros cuerpos nunca se tocarían más allá de la narrativa que nos envolvía. Por ahora, me sumía en la dualidad de la ficción y la realidad, cerrando los ojos y permitiéndome perderme en la ilusión de sus caricias, aunque solo fuera en el reino de la imaginación.

Cuando Enzo se acercó a mí, recordé la cercanía de hace apenas unos minutos. Su mano se posó sobre mi rostro, tomando suavemente mi mandíbula y parte de mi cachete. La caricia inesperada pretendía limpiar una lágrima que escapaba de mi ojo izquierdo. Tragué con dificultad, sintiendo un nudo en la garganta. Extrañamente, anhelaba que el chico continuara con ese gesto reconfortante. ¿Era solo por sentirme vulnerable? No, ¡era porque me sentía vulnerable!

𝗦𝗛𝗘 | ᴇɴᴢᴏ ᴠᴏɢʀɪɴᴄɪᴄ [𝐏𝐀𝐔𝐒𝐀𝐃𝐀]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora