𝟓𝟐

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Nos encontramos con Matías, acostados en su cama, en su habitación llena de humo, estallados de risa.

Matías había descubierto un porro muy bien escondido en su mesita de luz, el cual no dudamos en fumarlo. La verdad es que la estábamos pasando genial.

Matías peinaba mi cabello con sus dedos mientras yo me encontraba acostada en su pecho, dándole una larga calada al porro. Esto era tan divertido, estaba relajada, desconectada. Se sentía bien. Él me hacía bien también. Me distraía, lograba distraerme.

Él me preguntó cómo íbamos con el tema del rodaje de la película, a lo que le comenté que todo iba bien, que nos quedaba solamente un mes más y terminábamos de grabar.

Suponía que Enzo se iba a volver a Uruguay y que yo me iba a quedar aquí. Matías trató de evitar el nombre de Enzo, de no prestarle atención porque sé que le molestaba y podía sentir cómo se removía incómodo cada vez que le hablaba de Enzo. Pero no me quedaba otra. No me quedaba otra opción que hacerme la distraída.

Estábamos en un momento de paz, en armonía, y tenía muchas dudas. Tenía muchas ganas de preguntarle un montón de cosas, como por ejemplo, sobre Malena, la cual se había hecho famosa entre mis comentarios en mi última publicación. O sobre esos ruidos raros en la llamada cuando lo llamé. O por qué llegó con ese olor a mujer.

No lo entendía, pero no quería arruinar el momento. No quería más llanto, no quería más explicaciones, no quería más nada. Quería simplemente paz, distracción, armonía. Matías me generaba eso. Y era mejor que se quedara así que volverlo un recuerdo catastrófico.

Estábamos sumidos en nuestra propia paz, y creo que nos perdimos en unas dos horas hablando de conspiraciones, teorías y risas. Durante ese tiempo, compartí con Matías algunos conocimientos sobre el universo, y al enterarse de mi habilidad para leer las cartas, me pidió amablemente que le hiciera una lectura. Para mi sorpresa, le encantó la idea, algo que pensé podría tomarse de manera distinta, pero su entusiasmo fue genuino.

Continuamos charlando hasta que Matías sugirió enseñarme su casa. Al aceptar, me propuso de una manera divertida:

—¿Quieres que te haga un tour por mi casa?— La situación se volvió graciosa al verlo sentirse como un influencer, y ambos nos pusimos de pie para comenzar el recorrido. Cada rincón de su hogar tenía una historia, cada espacio resonaba con emociones que Matías compartía conmigo.

𝗦𝗛𝗘 | ᴇɴᴢᴏ ᴠᴏɢʀɪɴᴄɪᴄ [𝐏𝐀𝐔𝐒𝐀𝐃𝐀]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora