𝟏𝟖

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𝐵𝑎𝑐𝑘 𝑤𝑖𝑡ℎ 𝐹𝑙𝑜𝑟'𝑠 𝑝𝑒𝑟𝑠𝑝𝑒𝑐𝑡𝑖𝑣𝑒

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𝐵𝑎𝑐𝑘 𝑤𝑖𝑡ℎ 𝐹𝑙𝑜𝑟'𝑠 𝑝𝑒𝑟𝑠𝑝𝑒𝑐𝑡𝑖𝑣𝑒

Yacía en mi habitación, la penumbra matutina filtrándose tímidamente por las cortinas entreabiertas. Las manecillas del reloj avanzaban imperturbables, marcando las 9 de la mañana. La noche, lejos de otorgarme el consuelo del sueño reparador, se convirtió en un escenario de pensamientos tumultuosos, una maraña de preguntas sin respuestas. No podía dormir, no podía dejar de pensar. ¿Qué demonios hice? ¿Por qué besé a Enzo?

En medio de este laberinto emocional, afloraba la verdad incómoda: no me arrepentía. Repetirlo en mi mente no hacía desaparecer la contradicción que se apoderaba de mí. El juicio clamaba por reconocer un error, pero mis emociones se aferraban a la intensidad de aquel beso prohibido. Todo sabe mejor cuando es prohibido, y la huella de su boca aún resonaba en mi piel.

Ahora, la realidad se presentaba frente a mí como una colisión inevitable. No quería salir de mi habitación, ni enfrentar la mirada de Enzo. La atracción que sentía hacia él era como una fuerza magnética, me atraía y me alejaba en un ciclo constante. Su presencia me volvía loca, y al mismo tiempo, lo odiaba por ello, por la debilidad que florecía cada vez que estaba cerca.

Los recuerdos de su llegada ayer se colaban en mi mente con implacable persistencia. Su cabello despeinado, esa sonrisa que desarma hasta las defensas más firmes, la camisa medio abierta revelando una vulnerabilidad que no podía ignorar. El leve olor a alcohol, una presencia sutil en ese momento, se volvía ahora un eco tangible de los límites que cruzamos.

Él se arrepiente, lo percibo en la forma en que ambos estamos tratando de evitar el salir de nuestras habitaciones. Se que está despierto y se que se arrepiente de haber caído en esta trampa que tejimos juntos. Siento en el aire su culpa, pero también la resonancia de su deseo. Se arrepiente tanto como yo, pero también ansía que vuelva a suceder. Un conflicto interno se refleja en sus ojos, y en el mío, se mezcla una dualidad de deseos y repulsiones.

Dios, no puedo dejar de pensarlo. Cada rincón de mi mente está ocupado por su presencia, por la marca indeleble de ese beso que desató un torbellino emocional. Me encuentro inmersa en un abismo de contradicciones, deseando y odiando en la misma respiración. La dualidad de mi sentir se convierte en mi propia cárcel, y aunque anhelaría liberarme de este tumulto, me veo atrapada en el laberinto de lo que fue y lo que podría ser.

Mi mente era un vendaval de confusión. Cada pensamiento giraba en torno a Enzo, y yo moría por sumergirme en el laberinto de su mente, descubrir sus secretos más íntimos, desenmascararlo por completo. Parecía como si estuviera frente al enigma más intrigante, el misterio más insondable. Pero, sinceramente, si pudieran sentir lo que es tenerlo enfrente, entenderían.

Enzo era todo un rompecabezas humano. Incógnito, reservado, pero sutilmente vulnerable. Sus gestos, sus miradas, cada expresión suya se convertía en una pieza del rompecabezas que intentaba descifrar. Es el deseo personificado, la lujuria encarnada, un caos que despierta anhelos de cometer errores todos los días. Estoy jodida, muy jodida. No sé qué hacer, cómo sobrellevar esta situación que me tiene atrapada en su red.

La magnitud de la confusión me abruma, y me siento perdida en este torbellino de emociones contradictorias. ¿Qué pasa por su mente ahora mismo? ¿Cómo puedo enfrentar lo que ha desencadenado entre nosotros? La incertidumbre me envuelve como una neblina densa, y me encuentro atrapada en la vorágine de no saber qué hacer realmente. Cada elección parece llevar consigo el peso de consecuencias desconocidas, y mientras mi mente divaga entre posibilidades, sigo sin encontrar una salida clara a esta encrucijada emocional.

Cuando me enfrento a la sensación abrumadora de no tener salida en esta encrucijada emocional, la idea de salir a cenar se convierte en un destello de esperanza, una oportunidad para despejarme. Sin una mejor amiga a mi lado, surge la opción de invitar a Amanda, mi compañera de rodaje. Siento que la estoy juzgando un poco mal, y recordando mis palabras del primer día de la lectura de guiones, me planteo la posibilidad de forjar una gran amistad con ella en este escenario cinematográfico. Tal vez, entre tanto caos emocional, Amanda sea la compañera que necesito en este momento.

Rápidamente le envío un mensaje, sugiriendo la idea de salir a cenar esta noche. Dejo en sus manos la elección del restaurante, ya que sinceramente, no tengo la energía mental para lidiar con esas decisiones ahora mismo. Mi enfoque está en pensar en los detalles más superficiales: qué demonios me voy a poner, cómo me voy a maquillar. La distracción se presenta en esos pequeños detalles.

Aunque no soy la mejor anfitriona, Amanda parece aceptar mi invitación ya que cinco minutos después, su respuesta entusiasta ilumina mi teléfono. Un emoticono y sus palabras revelan cuánto esperaba una propuesta así. Me asegura que no me preocupe, que ella se encargará de reservar el mejor restaurante que pueda encontrar. Incluso me anima a prepararme y lucir espectacular, prometiendo que nos espera una velada genial.

Ahora, la pregunta persiste: ¿cómo sobrellevaré el resto del día? Apenas son las nueve de la mañana, y me toca aguantar hasta la noche. Dios. La espera se torna un desafío, pero la promesa de una cena con Amanda aguarda como un faro de distracción y compañía en medio de este día que se alarga más de lo que quisiera.


💋NO SE OLVIDEN DE VOTAR💋MAÑANA CAPÍTULO DE LA CENA CON INVITADOS ESPECIALES EH, atentas a la cena las loquitas amantes de Matías Recalt

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𝗦𝗛𝗘 | ᴇɴᴢᴏ ᴠᴏɢʀɪɴᴄɪᴄ [𝐏𝐀𝐔𝐒𝐀𝐃𝐀]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora