𝟐𝟎

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Me encontraba compartiendo un momento sublime con Amanda. La carga de culpabilidad pesaba en mí al reconocer que la había juzgado de forma precipitada. Amanda, con su alegría constante, desprendía autenticidad y un resplandor que inicialmente me resultó abrumador. Su intensidad, lejos de ser una etiqueta desfavorable, se transformó en una expresión genuina que iluminaba cada rincón de la velada.

Descubrí que, más allá de las primeras impresiones, Amanda era una fuente inagotable de vivacidad. A medida que compartíamos risas y confidencias en ese restaurante lleno de vida, las horas se desvanecían y la conexión se fortalecía. No había sido fácil superar la barrera de mis propias percepciones, pero ahora, al sumergirme en sus historias y sentir la autenticidad que emanaba de ella, no podía evitar maravillarme.

El proceso de desmantelar mis prejuicios me llevó a apreciar la amistad en su forma más pura. Aunque siempre me he mostrado cautelosa, consciente de que las personas suelen ser efímeras en nuestra vida, esta experiencia me recordó que, a veces, vale la pena abrirse a nuevas conexiones. En ese momento, en medio de risas y confesiones, me di cuenta de la belleza de compartir momentos con alguien que, de alguna manera, iluminaba mi existencia. Aunque las amistades puedan ser efímeras, este encuentro me enseñó que algunas luces brillan más intensamente cuando se les da la oportunidad de brillar.

En la noche que se desenvolvía, mi atención no solo se limitaba a Amanda; en su lugar, se tejía un fascinante juego de miradas que envolvía la atmósfera. A pesar de la certeza de ser el blanco de miradas, el misterio residía en la incapacidad de identificar a los observadores. Sensaciones intensas acariciaban mi nuca, mi rostro, mi cuerpo y mis manos, una presencia palpable pero esquiva.

Giré en búsqueda de respuestas, explorando cada rincón sin encontrar rastro de ninguna figura visible. La incertidumbre sobre quiénes me observan intensifica la experiencia, creando un enigma intrigante. Mi mirada, en constante búsqueda, se detiene en cada esquina sin encontrar a nadie a la vista. La penumbra de la noche no revela sus secretos, pero la certeza de ser observada persiste, generando una sensación de inquietante curiosidad.

𝗦𝗛𝗘 | ᴇɴᴢᴏ ᴠᴏɢʀɪɴᴄɪᴄ [𝐏𝐀𝐔𝐒𝐀𝐃𝐀]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora