Era un partido amistoso, no pasaba nada. Era un partido amistoso.
Eso se recordó Marie mientras volaba por el campo de Quidditch y sentía todos esos ojos sobre ella, las miradas juiciosas que esperaban que cometiera un error, y los comentarios que seguramente estaban recorriendo las gradas.
¿Cuántas personas dirían que estaba distraída por estar enamorada? ¿Cuántas personas alegarían que su desempeño había bajado después de su matrimonio? ¿Cuántas la acusarían de descuidar su forma por perder el tiempo con un hombre?
Muchas, seguramente. Más de lo que le gustaría admitir.
Era un partido amistoso contra los Tornados de Tutshill, con las Arpías jugando de local. A Marie le habría gustado creer que no era importante, que no afectaba en nada, pero era su primer partido luego de haber ganado las nacionales dos semanas atrás, y tenían que demostrar por qué habían ganado el título.
Además, vio la mirada del capitán de los Tornados cuando se dieron la mano antes de comenzar el partido. Vio la forma en que sus ojos se detuvieron un momento demasiado largo sobre su argolla, y después de eso ni si quiera la miró a los ojos. Marie quería enseñarle algo de modales.
Marie la mercenaria. Así le habían puesto durante su primera temporada de Quidditch, cuando había anotado ella sola cien puntos contra las Avispas de Wimbourne. Las Avispas acababan de perder a su capitán la semana pasada luego de que le suspendieran la licencia para volar por haberlo encontrado sobrevolando la ciudad con 1,8 grados de alcohol por litro de sangre en el cuerpo. Estaban débiles por la pérdida y jugando con un guardián de reemplazo. A Marie no le importó.
Le gustaba el apodo. Su madre le había puesto un nombre demasiado inocente, demasiado suave, icono virginal y evocación a la maternidad y suavidad. No daba miedo. No imponía respeto en la cancha.
Así que ella lo hacía. Y luego, la habían bautizado por ello. Marie la mercenaria.
Aquella noche, a Marie no le importaba que fuera un amistoso. Le ganaron a los Tornados doscientos setenta a ochenta en un poco más de una hora.
Lo necesitaba. Marie sabía que lo necesitaba, porque aquella noche, desde el palco preferencial de las Arpías, la miraba la familia Weasley completa.
Había protestado en contra. Le había dicho a Fred que no era buena idea, que no se molestara, que no tenía sentido, pero él insistió en llevarlos. «Hace mucho que no voy al estadio» había dicho. Cómo había pasado de ir él, a ir toda la familia, Marie no estaba segura.
Pero ahí estaban, y ella no podía estar más inquieta. Si evitar a Fred durante cinco años había sido una obra de arte, evitar a Molly Weasley había sido pan comido. La bruja no salía mucho de casa durante los últimos años, y los cerdos alados de Hogwarts montarían vuelo antes de que Marie hiciera un viaje a la Madriguera.
Se tardó todo lo que pudo en los vestuarios, que hervían de la emoción de la primera victoria después de su gran triunfo. Miró de reojo a Ginny, que estaba tranquila y contenta, y todavía no le decía nada sobre el matrimonio con su hermano, así que debía estar furiosa, y lo peor de todo, planeando su ataque.
Aunque la verdadera pesadilla comenzó cuando salió de los vestuarios. Ahí, en los pasillos internos del estadio de las Arpías, había tantos pares de ojos esperándola que cualquiera podría haberlos confundido por una rueda de prensa si no fuera por tanto cabello pelirrojo.
Los señores Weasley, Bill y Fleur, George y su novia (Marie no recordaba su nombre), Percy y su esposo, obviamente Ron, Harry y Hermione. Y en el medio, con una sonrisa de oreja a oreja, su esposo.
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recién casados • fred weasley fanfiction
FanfictionFred y Marie se reencuentran años después de haber terminado su relación y creen que ir por un par de tragos para recordar viejos tiempos es una buena idea. Algo inocente. Es una pésima idea. Al día siguiente, Fred y Marie despiertan juntos, en la...