22. la ducha

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Marie se quedó congelada en contra de la encimera, con las caderas todavía levantadas hacia él y el trasero desnudo.

Sentía vagamente la presencia de Fred detrás de ella, pero ahora que había desaparecido la nube del placer y la excitación, era más consciente de todo a su alrededor.

Del vestido enrollado en su cintura, de la encimera de la cocina, de la habitación que los rodeaba y de la existencia del tiempo y del mañana.

Oh, Dios. Ese mañana.

No sabía de dónde sacó la entereza para llamar el nombre de Fred, en una pregunta y una petición llena de vergüenza.

Escuchó cómo se arreglaba el pantalón y se subía el cierre, y lenta, muy lentamente, Marie logró separarse de la encima y bajarse el vestido hasta cubrirse de nuevo.

Su ropa interior estaba en el suelo.

Todavía dándole la espalda a Fred, recogió el pequeño pedazo de tela fría y húmeda y salió de la cocina sin dirigirle la mirada ni una sola vez, en línea recta hacia el baño.

Una vez ahí, se permitió entrar en pánico.

¿Qué mierda había hecho?

Abrió la ducha solo porque sí. Porque no podía hacer nada más que quedarse ahí en el baño, y no podía permitir que Fred supiera que estaba descendiendo hacia la locura.

Con el agua corriendo y golpeando la tina, Marie se miró al espejo. Su rostro estaba algo colorado y brillaba con el sudor que ya se había enfriado. Había follado con Fred Weasley luego de cinco años sin hablar con él.

Maldita sea, había sido increíble.

Recordó sus manos en sus caderas y sus dientes sobre su piel y se avergonzó de lo fácil que fue volver a sentir ese tirón en el estómago. De lo fácil que era reconstruir su excitación. Merde.

Si hasta podía sentir su semen chorreándole por la pierna.

Salió del vestido como si fuera una prisión que la constreñía. Como si pudiera dejar atrás lo que había pasado mientras lo usaba. Como si la culpa la tuviera la tela negra de raso.

Entró en la ducha. En parte para calmar sus nervios. En parte para quitarse sus manos fantasmas de encima.

Se lavó el cabello y se enjabonó la piel. Usó el exfoliante que siempre olvidaba en la mañana. Se tomó su tiempo bajo el agua, sabiendo que estaba dilatando el momento en que tuviera que ver a Fred a la cara.

Cuando se envolvió con la toalla y se cepilló el cabello húmedo, Marie tendría que haberse dado cuenta de que sus esfuerzos eran inútiles. Podía pasar un año completo en la tina y eso no quitaba lo que había hecho.

«Para liberar tensiones» había dicho Fred. Porque lo necesitaba, había dicho después. Él lo necesitaba tanto como ella, y a Marie le dio vergüenza recordar la forma en que perdió el control cuando él lo admitió. La forma en que se pegó a él y se le escapó un gemido con apenas un roce.

Eso le pasaba por mojigata. Si tuviese sexo más seguido, no se desmoronaría con un par de caricias.

Pero había algo más de cierto en lo que le había dicho Fred: no lo había olvidado. Una cosa era que Fred fuese ahora un hombre con experiencia, y que esa no fuese la primera vez de ninguno de los dos, pero todo el mundo tiene su curva de aprendizaje, todas las parejas tienen que aprender a conocerse.

Ellos no. Ellos ya lo habían hecho. Todo lo que sabían en ese tiempo lo habían aprendido con el otro, y habían aprendido lo que al otro le gustaba durante esos años.

Marie no había cambiado demasiado. Había descubierto cosas nuevas, claro, pero... La ventaja de jugar de local le había hecho las cosas más fáciles a Fred.

Se preguntó si sería algo así como memoria muscular. Si el conocimiento estaba ahí, en el fondo de su mente, olvidado y empolvado o si... Si pensaba en ella. Por primera vez, Marie se permitió asomarse a aquella ventana y preguntárselo, aunque fuese solo dentro de su mente.

Probablemente no. Ella sabía que no pensaba en él. No de cualquier forma relevante, al menos. No... No se lo permitía. Lo había visto en los periódicos, con aquellas chicas, siempre con una diferente, y Marie sabía que no tenía motivos para pensar en ella, así que ella no se permitía pensar en él.

Motivo por el cual esto había sido una muy mala idea, porque ahora tenía un motivo para pensar en él.

No se había dado cuenta de lo mediocres que habían sido sus revolcones hasta ese momento. Hasta que tuvo a Fred dentro de ella hasta la base y la sacudió un orgasmo que la hizo sentir viva, despierta.

Joder, ahí estaba de nuevo. El tirón en el estómago. La sensación de que todos sus nervios despertaban al pensar en él.

Más tarde se avergonzaría de ello, pero Marie suspiró, frustrada, se mordió un labio para no hacer ruido y se metió la mano entre las piernas.

Se afirmó del lavabo y se sorprendió de lo sensible que estaba, de lo fácil que fue. Cerró los ojos y no pudo evitar que el rostro de Fred se colara en su mente. Los ojos castaños serenos y la sonrisa suficiente. No pensó mucho en la forma en que pretendió y deseó que esa fuera su mano, la forma en que se aceleró cuando esa imagen se cruzó en su mente. Fue más rápido.

Distintas imágenes cruzaron su mente. Fred dentro de ella. Fred con su boca entre sus piernas. Fred con su miembro en sus manos. Jadeando. Sudando. Ella con su miembro en sus manos. Sentada sobre él. A horcajadas. Montándolo. Todo, todo lo que no habían hecho en cinco años...

Se corrió sobre sus dedos, pensando que eran los de él. Necesitó otro momento para calmarse. Se lavó las manos, el cuello y el rostro con agua helada.

Cuando salió, Fred no estaba en el departamento.

recién casados • fred weasley fanfictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora