13. espacio

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Durante tres días, Marie volvió a sus viejos hábitos de desayunar una barra de proteína y cenar una lata de atún, lo cual no le molestaba.

Sin embargo, al tercer día sin saber de Fred, algo comenzó a molestarle en la parte de atrás de la cabeza.

Su ansiedad siempre se ubicaba ahí. Siempre se le subía por la nuca y se le quedaba aferrada a su cráneo como si pudiera controlar sus pensamientos con una mano invisible.

¿Por qué llevaba Fred tantos días en silencio? ¿A caso se había echado para atrás? Seguramente no se arrepentiría ni se molestaría por algo tan pequeño como que le rechazara su invitación a cenar.

Aunque había algo reconfortante en ello si esa era la verdad: Fred seguiría siendo la misma persona que ella conocía.

Era muy típico de Fred el enojarse cuando las cosas no salían como él quería. Marie no entendía eso de él. Nunca fue un niño consentido (teniendo seis otros hermanos, era difícil), nunca le dieron tanto en el gusto como para haberlo malcriado de esa forma. Pero así era. Fred era de las personas más testarudas y empecinadas que conocía. Una vez que quería algo, no había forma de detenerlo, y cuando las personas le decían que no, no se lo tomaba muy bien.

No con ella, claro. Nunca con ella. Cuando estaban juntos, era como si Fred se hubiese propuesto convertirse en su genio personal, cumpliendo cada uno de los deseos que cruzaban su mente. En los años buenos, por lo menos.

No sabía qué pensar del Fred de ahora, ¿estaría enojado? Ciertamente Marie no creía que la situación ameritase un berrinche, pero con Fred nunca se sabía. ¿Estaba escondido en su habitación como un niño pequeño o era que simplemente se había aburrido de su mal genio y la dejó sola porque él también necesitaba distancia de ella?

Marie sabía que toda esa conjetura no la llevaba a ninguna parte. Sabía que tendría que ir a buscar a Fred personalmente y aclarar las cosas. Después de todo, tenían un engaño que mantener.

Así que se presentó en el 93 del Callejón Diagon aquella mañana.

La puerta estaba cerrada, pero incluso después de todos esos años, logró dar con la llave de emergencia que los gemelos siempre habían dejado cerca de la puerta. Esta vez, estaba escondida dentro del farol que iluminaba la entrada en la cima de la escalera.

Marie había escuchado que George se había mudado hace un par de años, que se había mudado con su nueva novia, una chica que Marie conocía del colegio pero con la que nunca cruzaron palabras, y se preguntó cuándo sería el día en que Fred también dejara el departamento sobre la tienda.

"¿Fred?" llamó al interior.

Sólo escuchó el sonido de la música proveniente del pasillo. Una canción que ella no conocía, que se acercaba más al punk que al rock que acostumbraba escuchar con él. La batería marcaba el ritmo claramente y la voz cantaba atropelladamente.

Look to the past and remember and smile, and maybe tonight I can breathe for a while...

"¿Fred?"

Lo escuchaba. La voz del pelirrojo se mezclaba con la de la canción, su voz igual de atropellada que la del vocalista.

Entró en el departamento sintiéndose una extraña. Avanzó por las tablas de madera como si cualquiera de ellas escondiera una trampa, como si no hubiese pisado esas tablas con los pies descalzos incontables veces, como si no hubiese bailado ahí hasta que los pies le dolieran, como si no hubiesen follado en ese suelo todas las veces que no se aguantaron a llegar a la habitación.

Ahí encontró a Fred. En su habitación. Estaba recostado en la cama rasgueando distraídamente una guitarra. Tenía que haber escuchado a Marie, porque no se sorprendió cuando la vio en el umbral de la puerta.

recién casados • fred weasley fanfictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora