23. la oferta

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Fred sí estaba ahí en el desayuno. Sentado en la mesa del comedor con una sartén de huevos revueltos y un jugo de naranja frente a él. Tenía de todo: tazas con café, tostadas con mantequilla, tazones con fruta...

La miró por encima del periódico y le sonrió.

Marie se quedó de pie bajo el umbral que daba al pasillo y lo miró. Se detuvo en sus pantalones y su camisa, tan bien presentado. Tenía el cabello limpio y estaba recién rasurado. La argolla dorada brillaba en su dedo anular.

"¿Tienes hambre?"

Ella levantó las cejas.

"Anoche te fuiste"

No supo por qué lo dijo. No debería haberlo hecho. Fred pensaría que quería que se quedara, que quería dormir con él o que repitieran las maniobras de la noche anterior.

Todo aquello tenía una pizca de verdad. Pero apenas lograba conciliar con ello en su mente. No se lo diría a él.

Además, lo opuesto también era cierto. Que no soportaba verlo, que lo quería lejos, muy lejos de ella, que lo de anoche no podría repetirse jamás.

"Pensé que necesitarías la distancia" le contestó doblando el periódico y dejándolo a un lado. "¿Jugo de naranja?"

No esperó a que contestara y le sirvió un vaso lleno hasta arriba. Marie no se atrevió a moverse del arco.

Fred le dirigió una mirada divertida.

"Vamos, Mar. Que no voy a morderte". Se llevó su taza a los labios y agregó con una sonrisa: "A menos que tú quieras"

Pudo sentir el color subiendo a sus mejillas. El fuego ardiente debajo de su piel.

"¿Por qué volviste?" le preguntó.

"A traerte el desayuno" respondió, todavía sonriendo. Marie no cedió y entonces Fred encuadró los hombros, más relajado, y suspiró. "Creo que no deberíamos dejar que el sexo haga las cosas incómodas"

Marie alzó las cejas en la primera sonrisa de la mañana.

Desvió la mirada en un gesto incrédulo. Fred se quedó como estaba, mirándola, con la expresión más honesta que le había visto. Eso hizo que Marie se decidiera a sentarse.

Miró el desayuno y tomó una tostada. Estaba caliente y untada generosamente con mantequilla. Le dio un mordisco y evitó la mirada de Fred hasta que no pudo hacerlo más.

Cuando lo miró, él todavía le devolvía la mirada.

"¿Qué?" le preguntó con la boca llena de tostada.

Él se rio suavemente.

"¿No tienes nada que decir?" le preguntó incrédulo, pero divertido.

¿Nada? Nada, no. Tenía mucho que decir. Mucho dentro de ella, pero nada que pudiera formar en una oración coherente. Nada sobre lo cual tuviera ella misma la suficiente claridad como para decírselo.

"Lo de anoche no puede repetirse" dijo tajante. Eso era lo único que sí tenía claro.

Fred rompió el contacto visual suavemente, y Marie no pudo evitar sentirse como una presa, siendo atraída a su depredador con astucia y encanto. Dio un sorbo a su café y mientras volvía a dejar la taza en la mesa, respondió:

"Yo creo que nos haría bastante bien repetirlo, Marie"

Se atoró con la tostada. Unas migajas rebeldes se le cruzaron por la vía equivocada y Marie se sacudió por la tos.

Fred le alcanzó el vaso de jugo como si no pasara nada. Como si él no acabara de decir eso.

Marie se lo bajó de un trago solo para evitar responder. Dejó el vaso en la mesa con un golpe seco y respiró profundamente para asegurarse de que sus vías respiratorias se encontraban intactas y funcionando.

"A menos que no te haya gustado" agregó Fred con una sonrisa maliciosa.

Era una tortura. Una puta tortura. Él sabía que no era así. Sabía que le había gustado, que lo había disfrutado. Ya cuando eran novios se pasaban todo el tiempo en los pantalones del otro, y por lo visto, el tiempo no había hecho más que pulir las habilidades de Fred en la cama.

Incluso sin aquellos antecedentes, Fred la había sentido, Marie lo sabía. La había sentido cuando se corría alrededor de él. No necesitaban toda esa historia entre ellos para que se diera cuenta.

Pero ella también lo había sentido. Lo sintió cuando se sacudió dentro de ella y cuando la evidencia de su orgasmo le cayó goteando por la pierna. Fred lo había disfrutado tanto como ella.

El problema era que no lo ocultaba. Por eso podía avergonzarla, ponerla incómoda. Porque él no ocultaba que sí la deseaba, que todavía la deseaba. «Nos haría bastante bien». Hablaba de ambos.

"No me di cuenta de que me extrañaras tanto" respondió probándolo.

La mirada de Fred se hizo algo más helada, su sonrisa, que no se movió ni un milímetro, más tensa.

"No voy a exponer nuestra coartada acostándome con otras personas" le dijo. "Y el celibato, como recordarás, nunca ha sido lo mío"

"¿Entonces qué?" le preguntó esparciendo mermelada sobre una tostada, como si esta conversación no fuese nada del otro mundo. "¿Quieres que sea tu muñeca para coger?"

Él se puso una mano en el pecho, excesivo y dramático.

"Lo dices con tan poca delicadeza. Me ofendes"

"¿Entonces?" repitió. "¿Que sería?"

Él se inclinó hacia ella y tomó su mano, acariciando la argolla de oro en un gesto que se le antojó mucho más íntimo que lo que habían hecho la noche anterior. Una sonrisa endemoniada en su rostro. Las alarmas en la cabeza de Marie se dispararon como locas. Sirenas y bocinas aullando en su mente, pero no podía oírlas. No a través del aire espeso que la rodeaba.

"Serías mi esposa"

Ella apartó la mano rápidamente.

"Creí que ya lo era"

Fred se echó hacia atrás y esa extraña energía que pareció rodearlos a ambos desapareció. Volvió a verse tranquilo, volvió a abrir el periódico. Tomó un sorbo de jugo y Marie por fin sintió que podía respirar, paralizada como estaba en su asiento.

"Como quieras, Mar" terminó por decir él mientras escaneaba las noticias del sector financiero. "La oferta sigue en pie"

A ella esa expresión relajada la enfureció tanto que dijo:

"No me di cuenta de que había una oferta"

Él le sonrió. Si era una sonrisa cruel o simplemente divertida, ella no lo sabía.

"Para ti, siempre todo es una oferta, Marie"

recién casados • fred weasley fanfictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora