17. cotidiano

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"¿Molly está molesta por algo?" le preguntó mientras se quitaba los aretes y los dejaba en el platito de cerámica sobre su cómoda.

Fred se detuvo un segundo antes de terminar de quitarse la corbata.

"Quizás deberías hablar con ella" sugirió.

"O sea que sí"

Marie abrió la cama. Las sábanas blancas con olor a limpio la recibieron como el abrazo de la madre que no tuvo. Metió las piernas desnudas (se rehusaba a dormir con pantalón) y se hundió en el colchón.

No le era indiferente si Molly estaba enojada con ella. Necesitaba que Fred estuviera de su lado porque era la otra mitad de un matrimonio de mentira que tenía que mantener. Honestamente, si no lo necesitara por eso, probablemente nunca habría vuelto a hablar con él, pero Molly... A Molly la necesitaba porque era ella.

La madre de Fred siempre la había querido. Desde las vacaciones del noventa y seis, cuando llegó a visitar a Fred en la Madriguera por primera vez, y Marie había llegado con una canasta de pan y queso de regalo para la cena, y una caja con ovillos de lana para ella. Molly, algo distante al principio, no tardó en hacerse su confidente y consejera, uniéndose a través del tejido (que Marie no volvió a tocar después de ese verano), y se convirtió oficialmente en su segunda madre durante la guerra.

Y ahora ni si quiera le había dirigido una palabra. Ni si quiera cuando ella se despidió usando su nombre para provocar una respuesta. Molly asintió y tomó el brazo del señor Weasley mientras se metían en un taxi con Percy.

Marie suspiró. Hablaría con Molly, en algún momento, cuando tuviera algo de calma en su cabeza atormentada. Cuando pasara la liga europea, cuando resolviera el enredo que tenía aferrado al dedo anular, cuando descifrara cómo llevar su nueva vida, cuando las cosas se calmaran.

"Estoy listo" anunció Fred, y Marie se dio cuenta de que ya estaba acostado a su lado, tapado hasta el cuello bajo las mantas. "Dime qué ha hecho nuestra querida Fanny últimamente"

Marie levantó una ceja, pero se recordó que se había comprometido consigo misma a ello. A ser cordial. Así que se puso a contarle de su libro.

Al día siguiente, comenzaba el entrenamiento de verdad.

Las Arpías se reunieron a las ocho de la mañana en el estadio, pero Marie se había despertado a las cuatro, con murmullos de Fred preguntándole si acaso estaba loca de remate antes de darse la vuelta y seguir durmiendo. Se preparó un batido de proteína y se apareció en el estadio de Holyhead.

Era la primera en llegar, lo que la tranquilizaba y le molestaba al mismo tiempo. Inger llegó un par de minutos después, y Ginny después de ella. Así, el equipo se fue armando. Jessa King, su tercera cazadora. Kira James y Warsha Ali, golpeadoras. Elle Garner, buscadora.

Estuvieron en la cancha hasta las doce del día, cuando el sol se elevó por encima del estadio y las calcinó debajo de los uniformes y protectores de cuero, que Marie insistía que usaran incluso en los entrenamientos para que se acostumbraran al peso real de la vestimenta.

A las doce,  Syches las llamó y bajaron todas de las escobas y se dirigieron a la habitación que habían destinado para comer. Todos los platos eran iguales: ensalada, montones de arroz blanco y pollo a la plancha. Marie no quiso pensar en la forma en que se le antojó la comida de Fred.

Se estaba bajando una botella de agua de un sorbo cuando Ginny habló:

"Eh, te ves muy bonita, Marie"

Dejó caer un periódico frente a ella. Ahí, en la página de sociales, había una foto de la cena de anoche: "La capitana de las arpías celebrando en familia".

Bajo el titular, había una foto borrosa que claramente alguien había tomado desde el otro lado de la calle a través de las ventanas. Se veía la gran familia sentada en esa mesa de mantel blanco, y Marie reparó en la forma relajada del cuerpo de Fred sentado junto a ella. No había notado su brazo en el respaldo de su silla.

Estaba sonriendo. Marie no sabía en qué momento habían tomado la foto, quizás durante algún chiste que le hubiese contado Ron, o después de algún comentario amable de Bill, pero estaba sonriendo. Se veía genuina.

Seguía pensando en esa sonrisa durante la cena. Fred había preparado fettucini con pollo a la parmesana, y recién entonces Marie reparó en que debía haber traído ollas y sartenes del departamento, porque en el suyo solo había un pequeño cazo que usaba para hervir avena.

"¿Qué tal el entrenamiento?" preguntó Fred.

"Bien" respondió Marie. "¿Quieres que le mande tus saludos a Inger?"

Fred rio suavemente. El aire bajando su pecho apenas un poco al salir.

"Qué gusto saber que no has perdido el filo en la lengua, Mar"

Ella sonrió y dio un sorbo de vino. Había levantado una ceja cuando vio a Fred servirlo, pero él insistió en que era uno tan bueno que simplemente tenían que probarlo.

"¿Qué hay con el traje?" preguntó señalándolo con el tenedor.

"Tuve una reunión en Gringotts"

Ella frunció el ceño. Era la segunda en un mes.

"¿Ah, sí?" preguntó. "¿Todo bien?"

Fred asintió. Marie no sabía si insistir con el tema.

"Salimos en el periódico, hoy" comentó.

"¿Me veo guapo?" preguntó Fred.

Ella puso los ojos en blanco.

Pero se preguntó qué pensaba Fred de todo esto. Qué pensaba de verdad. Él no era precisamente un desconocido al ojo público. De partida, era un Weasley. Quizás para los estirados de las familias que pelearon en el lado equivocado de la guerra eso era motivo de vergüenza, pero Marie sabía que para el resto del mundo mágico, los Weasley eran héroes. Cada uno de ellos. Celebridades, héroes de guerra, personajes notables en la historia de Inglaterra. Como quisieras llamarlo, los Weasley eran personas conocidas.

Además, estaba la tienda. Durante los últimos años Fred y George habían logrado extender su imperio de bromas, contando con siete sucursales en todo Reino Unido. La gente los conocía en el Callejón Diagon, pero cualquier persona que usara la magia en el país conocía de Sortilegios Weasley.

Marie había leído de Fred en el periódico durante los últimos años. De sus negocios, de los eventos a los que asistía, de sus obras de caridad y también de cada chica a la que llevaba del brazo en esas galas y cenas a las que lo invitaban tan frecuentemente.

No, no era un extraño al ojo público. Fred era el niño de oro en los periódicos y tabloides. Le celebraban cada respiración y encontraban encantadora esa personalidad tan coqueta de él. Si solo era para vender ejemplares, para tener en su buena gracia a uno de los hombres más influyentes del Callejón Diagon o porque verdaderamente lo amaban, Marie no sabía.

"Tomaré tu silencio como un sí"

recién casados • fred weasley fanfictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora