43. en el altar

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"¿Fred?"

La vio por el reflejo del espejo. Fred estaba en la habitación de su infancia, donde había pasado todos los veranos desde que cumplió los once años hasta que se hizo adulto, donde había vivido la pubertad, la furia incontrolable de la adolescencia y la aterradora decisión de convertirse en adulto. Había compartido esa habitación con George toda su vida, y aún así, sólo se sentía vacía cuando ella no estaba ahí.

Marie se veía resplandeciente en su vestido de novia. Era una maraña de tul y encaje, y Fred pensó que probablemente era imposible de maniobrar, sin mencionar lo difícil que debe haber sido meterse en él. La falda era tan enorme y pomposa que llegó a pensar que le tomaría días encontrar sus piernas debajo de tanta tela.

No era que creyera que iba a tener tanta suerte...

"¿No se supone que no debemos vernos hasta la ceremonia?" le preguntó para distraerse con algo.

Ella puso los ojos en blanco y sonrió. Fred nunca se cansaba de ese gesto. ¿Sabía ella lo adorable que era? ¿Lo mucho que le abrigaba el corazón? Incluso cuando estaban en el colegio, era lo mejor de sus días. Ese gesto de «eres un idiota, y aún así estoy aquí».

"¿Por qué? ¿Crees que nuestra suerte puede empeorar?"

Agachó la cabeza. Para Fred, era fácil perderse. Era fácil dejarse llevar por el vestido blanco y el esmoquin negro, y tomar a Marie por la cintura y besarla frente a todas esas personas, creyendo que sería para siempre.

"¿Puedo ayudarte en algo?" levantó una ceja. Marie había estado preparándose en el cuarto de Ginny, mientras que él había escogido el suyo propio. Molly les había prohibido estrictamente verse antes de la ceremonia, y teniendo en cuenta cómo le había pasado las riendas de todo, era extraño que Marie la desafiara en esto.

"Estoy nerviosa" confesó.

A él le sacó una sonrisa.

"Es solo nuestra boda, Mar"

Ella apretó los labios. De verdad estaba nerviosa.

Se acercó a él jugueteando con las manos, tirando del anillo de oro en su dedo anular, como hacía siempre que estaba nerviosa. Su cabello estaba trenzado para mantenerlo fuera de su rostro, perfectamente maquillado, con rubor y pestañas incluidas, y aún así, tan arreglada, las manos la delataban.

"¿Nerviosa por qué?"

"¿Estamos cometiendo un error?"

Eso lo sorprendió. Sabía que las parejas tendían a ponerse nerviosas antes de la boda, cuando asaltan las dudas y los temores de estar escogiendo mal a la persona con la que pasarás tu vida, pero ellos no estaban haciendo eso. Estaban montando un espectáculo. Marie y Fred estarían separados probablemente al año siguiente.

¿Qué la tenía nerviosa?

"¿Un error por qué?"

"Porque..." suspiró. "Tenemos a toda esta gente allá afuera. Tu madre está ilusionada y radiante y... Es todo una farsa. Es una mentira. Vamos a salir ahí y mentirles..."

"Es lo que hacemos todos los días"

"No así" insistió ella. "Esto se siente... Distinto"

También se sentía distinto para él. Se preguntaba por qué se sentía distinto para ella.

"Si quieres cancelarlo todo, lo haremos, Mar"

"No" respondió de inmediato. "Es solo que..."

La dejó pensar. En momentos como ese, Fred tenía que dejarla pensar.

"Puedes decírmelo"

"Es una estupidez" se rio.

"Aún así puedes decírmelo"

"Es solo que siempre creí que cuando me casara contigo, sería para siempre"

Uf.

¿Cómo podía disimular la flecha en su pecho? ¿Cómo podía controlar su cuerpo para no lanzarse sobre ella en un abrazo eterno? ¿Cómo podía siquiera contestarle?

"Es una idiotez, ya lo sé"

"Mar..."

"¡Marie!" la voz de Molly en el pasillo. "¡Cariño! ¿Estás lista?"

"Mierda" masculló Marie. "Tengo que irme. Nos vemos en la ceremonia, Freddie"

Sacó su varita, y antes de agitarla en el aire, se inclinó hacia él y le dio un beso en la mejilla.

"Gracias, en serio. Por todo"

Y nada. Ya no estaba ahí.

Se quedó viendo el punto donde Marie había estado un segundo antes por un momento demasiado largo.

Escuchó los pasos de su madre pasar por delante de su habitación y continuar de largo hacia la de Ginny.

Se miró en el espejo: el esmóquin negro y la corbata verde pastel, en honor a las Arpías. Los colores de la boda, allá abajo en el patio de la propiedad de los Weasley, eran el verde y el lavanda, haciendo guiños tanto al equipo como a la tienda, con unas pequeñas decoraciones anaranjadas por aquí y por allá, y aunque Marie le había asegurado un millón de veces que ella no había escogido nada y que todo era obra de Molly, su propia madre le había confirmado que los colores fueron idea de la novia.

¿Qué estaban haciendo? Fred había tenido un bichito picándole la nuca todo el mes, diciéndole que era una mala idea casarse, que era equivocado hacerlo así, que esta boda de mentira sólo le clavaría la daga más profundo en el pecho.

Pero se lo había prometido a sí mismo, y más importante aún, se lo había prometido a ella.

Así que Fred se ajustó la corbata, bajó las escaleras de La Madriguera, y la esperó en el altar.

Cuando comenzó a sonar la marcha nupcial, se le apretó el corazón.

Cuando la vio salir de la casa, sintió que se quedaba sin respiración.

Cuando Marie llegó junto a él, batalló con las lágrimas.

No se dijeron votos, porque Marie insistió en que así fuera. Estuvo semi ausente en la ceremonia, con su mente volviendo una y otra vez a la mentira, y en lo mucho que le habría gustado decirle algo cuando ella le dijo esas palabras allá arriba en su habitación. La miraba todo el tiempo de reojo, pero Marie se mantenía estoica ante el ministro que estaba dirigiendo la ceremonia, aferrada a su ramo de lirios blancos y con la vista al frente.

Cuando llegó el momento del «acepto», le tembló la voz, y cuando se inclinó a besarla, se sintió un niño en Escocia dando su primer beso.

Todos aplaudieron, escuchó a algunas personas llorar, y cuando se alejó de Marie, vio que ella también se había rendido un poco.

La tomó de la mano y trató de grabarla en su memoria. De blanco, con el velo hacia atrás y la sonrisa en el rostro. Un año, como mucho. Al año siguiente ya no sería suya. Volvería a perderla. Todo de nuevo.

Tragó saliva y avanzaron entre los invitados hacia la carpa que habían dispuesto para la fiesta, bajo el cielo despejado del atardecer en St. Catchpole.

Los últimos rayos del sol acariciaban su piel como a él le gustaría hacerlo. Se veía brillante y dorada y plena, y Fred se preguntó qué tan malo sería ofrecerle esto en serio, proponerle... Seguir así. Juntos.

Marie le sonrió y puso su mano en su mejilla. Fred se inclinó hacia la caricia, como un niño pequeño, un gato callejero asustado que encuentra el cariño por primera vez.

"Gracias por todo, Freddie" le susurró. "Nunca lo voy a olvidar"

Ya. Él tampoco.

recién casados • fred weasley fanfictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora