Izayoi había escuchado gritos provenientes de la habitación de su hija, por lo que intuyó que ambos hermanos estaban riñéndose. No era difícil saberlo, luego de haber presenciado la manera en que Sesshomaru había llegado, el hombre se notaba completamente enfurecido en cuanto cruzó la puerta.
Toda esa situación le parecía bastante triste, puesto que ambos hermanos no solían mantener una relación tan pésima, pero últimamente lo único que hacían era discutir.
A su memoria llegó un recuerdo bonito de la niñez de ambos. Se trataba de su hija Rin, de tan solo tres años y de un Sesshomaru de ocho años de edad, el cual se desvivía por enseñarle cosas nuevas a su hermanita. El mayor tenía como objetivo que Rin aprendiera a leer en poco tiempo, y por eso siempre le llevaba cuentos y le mostraba dibujos, a la vez que la motivaba a asociar las imágenes con las palabras que iba aprendiendo diariamente.
Sesshomaru había sido un niño prodigio desde bebé, sus habilidades eran sorprendentes, razón por la cual sus padres no dudaron en meterlo en diferentes actividades. Aprendió a leer antes de los tres años, luego aprendió a tocar gran cantidad de instrumentos: el piano, entre ellos. A la edad de ocho años, Sesshomaru participaba en diferentes concursos de ciencias y por sí mismo podía obtener su propio dinero gracias a los premios.
Pero a pesar de toda esa inteligencia, él nunca se aburrió de su hermanita y de sus habilidades un poco más lentas, por el contrario, la guiaba paso a paso, y su sonrisa había sido amplia cuando Rin leyó su primer cuento sola a la edad de seis años. En ese entonces, él acababa de regresar de la casa de su madre, había pasado más de medio año en su compañía y su regalo de bienvenida por parte de Rin había sido ese, demostrarle que todas sus enseñanzas habían dado frutos satisfactorios.
—¿Todo va bien?—preguntó Izayoi al par de jóvenes.
Los dos estaban extrañamente serios y silenciosos. Al parecer cualquier discusión que se hubiese suscitado ya había llegado a su término.
Sesshomaru asintió y se marchó rápidamente de la habitación sin girarse siquiera a ver a Rin. Por su parte, la chica se encontraba en un estado de vergüenza extrema, no podía creer lo que había hecho hacía tan solo unos segundos.
Sin duda las emociones que sentía eran muy intensas, el saber que su hermano tenía novia la había llevado a actuar de tan impulsiva manera, pero no había sido únicamente eso. Ella realmente había deseado besarlo, y ahora que finalmente lo había hecho no se arrepentía de semejante arrebato.
—¿Estaban discutiendo?
—No, mamá—dicho aquello la chica procedió a abandonar también su recámara, se sentía expuesta ante la mirada insistente de su madre, solamente esperaba que no se hubiese percatado de nada.
Cuando la jovencita llegó a la sala de su casa se encontró con su padre y con la noticia de que su hermano ya se había marchado. Todo había sucedido tan rápido, necesitaba hablar con él y decirle que sin importar lo loco que pudiese escucharse, aquel beso le había fascinado.
Por su parte, Sesshomaru no podía creer lo que su pequeña hermanita se había atrevido a hacer. El hombre arrancó su auto y mientras se perdía en medio del tráfico, recordó el rostro de Rin acercándose, sus labios pequeños y rosados, y la excitante sensación que se apoderó de él tras el contacto.
«Me estoy volviendo loco», concluyó entonces.
¿Por qué carajo estaba ahondando en ese tipo de cosas? ¿Acaso ahora se había convertido en algún tipo de enfermo? Sin duda tendría que visitar un psicólogo.
Afortunadamente contaba con Sarah para poder enderezar su vida, no podía permitir que los arrebatos juveniles de su hermanita nublaran por completo su juicio. Él era el mayor, debía ser él quien mantuviera la compostura.
—Cariño, llegaste—sonrió Sarah al verlo.
Sesshomaru solamente asintió con seriedad, no tenía muchas cosas para decir cuando acababa de llegar de la casa de su padre y de besar a otra mujer, la cual resultaba ser nada más ni nada menos que su pequeña hermanita. Aquello sonaba demasiado absurdo y enfermo.
Sarah lo vio quitarse el saco y desajustarse la corbata con un gesto de cansancio, prácticamente la lanzó al sofá y pudo intuir que había tenido un pésimo día.
—¿Quieres que prepare algo en especial?—preguntó para tratar de animarlo, tal vez una rica cena pudiese regresarle el buen humor a su hombre.
—No tengo hambre—concluyó él dirigiéndose al cuarto de baño.
«Sin duda había sido un mal día», pensó Sarah un poco desanimada.
Cuando Sesshomaru cerró la puerta finalmente se sintió en paz, al menos en ese lugar no tenía miradas curiosas sobre su persona queriendo saber la razón de su estado de ánimo. Por alguna razón había llevado su teléfono, así que lo depositó en una de las repisas mientras terminaba de desvestirse. Al terminar con dicha tarea, recordó algo, o mejor dicho, a alguien.
Sin poder siquiera detenerse busco las fotografías de Rin donde se podía apreciar casi desnuda, se quedó un instante admirando aquello. Su pequeña y esbelta figura, la manera en que sus curvas lo envolvían, y sus senos pequeños, pero tan simétricamente que eran un encanto para la vista. Casi de manera inmediata sintió una oleada de calor apoderarse de cada centímetro de su cuerpo…
«Está mal», se dijo, pero simplemente no pudo detenerse al tener el beso de ella tan nítido en su mente.
Todas aquellas eran sensaciones que se mezclaban y que lo llevaban a un mundo de perversiones.
No debería estarse imaginando a su hermanita en las mismas fachas y encima suyo, tampoco debería estarse imaginando apretando entre sus manos sus pequeños senos; sin embargo, lo estaba haciendo y más imágenes de lo que quería hacerle llegaban velozmente a su mente. Eran tantas que sentía que estaba a punto de explotar, su miembro punzaba ante el más puro de los deseos y quería masturbarse en ese mismo lugar. Lo necesitaba…
—No, no…—se repitió, reprendiéndose.
«¿Cómo se le ocurría hacer una cosa como esa?», se preguntó, pensando que de verdad estaba enfermo.
Pero su posible enfermedad pudo más en aquella ocasión, y su mano terminó dirigiéndose a su miembro y brindándole un pequeño apretón. Se sentía tan exquisito que no se pudo resistir a subir y bajar con rapidez, mientras se daba el más grande de los placeres con la imagen de Rin en su mente. Se imaginó cómo serían sus gemidos y en su cabeza empezó a reproducirlos, mientras aumentaban cada vez más el ritmo.
El orgasmo lo alcanzó de una manera intensa. El nombre de Rin estuvo a punto de escaparse de sus labios, pero se contuvo. Luego de hacer aquello sintió una oleada de culpabilidad y se dijo que a partir de ese día debía evitar verla. Sin embargo, su pequeña hermanita tenía otro tipo de planes en mente y no tardaría en hacerlo partícipe de ellos...

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El placer de lo prohibido
FanfictionEl amor no siempre es aceptado, en algunas ocasiones, se convierte en algo prohibido que no debe ser experimento, sin embargo, el placer que se consigue en esas prohibiciones hace del amor algo mucho más intenso. Las circunstancias los convirtieron...