“Estoy odiando escribirte estas letras, pero sé que son necesarias. Un tiempo separados nos permitirá escudriñar lo que hay dentro de nuestros corazones. Sé muy bien lo que hay en el mío, pero necesito estar seguro de que esto también es lo que tú deseas. Si resultase ser así, si el tiempo no es capaz de matar lo que sientes por mí, regresaré por ti, Rin. Lo prometo”
Las lágrimas que se escurrieron de los ojos de la joven estaban cargadas de un profundo sentimiento. No solamente había tristeza en su corazón tras la inminente separación, sino que también había impotencia. Sabía que, de no ser por su edad, las cosas no hubieran terminado de esa manera.
—Tranquila, cariño. Él dijo que regresaría.
—¿Pero cuándo, mamá?—pregunto la muchacha entre sollozos que hacían de su voz apenas audible.
—Seguramente pronto. Vamos, no puedes rendirte–la alentó, recordando la petición de Sesshomaru.
Rin realmente trato esos meses de no darse por vencida, pero era demasiado difícil. Su ánimo estaba por los suelos, además, la relación con su padre se deterioraba más y más con cada día.
Toga Taisho se había convertido en una momia andante. Solía pasar largas horas encerrado en el despacho bebiendo, mientras que las discusiones con su madre se volvían cada vez más fuertes. Izayoi era una mujer amorosa y compresiva, pero hasta para ella, toda esta situación era insostenible.
—¡Basta, no quiero ver ni una botella más!—gritó la mujer perdiendo los estribos.
—¡Silencio, Izayoi, esta es mi casa y puedo hacer lo que se me antoje!
—Por Dios, Toga, ¿quién eres? Te desconozco.
El hombre bufó, sin darle importancia a sus palabras. En ese momento, no estaba en sus cabales.
—¡Todo es culpa de ella!—estallo Toga de repente.
—¿De ella? ¿De qué hablas?
—Fue un error traerla a esta casa—continuo el hombre exteriorizando algo que siempre había pensado, sin embargo, nunca se había atrevido a confesar—. Desde el primer momento supe que sería un problema.
—¿Hablas de Rin?
Izayoi no podía creer que se estuviese expresando así de su pequeña niña.
—Quise quererla como a una hija, Izayoi, pero no pude. Tú me obligaste a hacerlo, pero la realidad es que no lo es. No hay nada que nos una. Lo peor de todo, es que por su culpa he tratado muy mal a mi propio hijo, al que sí lleva mi sangre.
—¡Basta, Toga, estás diciendo tonterías!—la mujer quería salir del estudio para no seguir escuchando las incoherencias de su marido, pero al abrir la puerta se encontró de cara con sus dos hijos.
Inuyasha sostenía la silla de ruedas de Rin, mientras la joven veía la escena con sus ojos rojos por las lágrimas que amenazaban con escaparse. Ninguno de los dos se había esperado encontrarse con una conversación tan reveladora como esa, aquello fue completamente inesperado.
—¡¿Entonces por qué me adoptaste?!
La joven no pudo contenerse de hacer aquella pregunta, era el momento de descubrir todos los secretos que guardaba su familia.
—Rin, no…
Izayoi trató de detenerla, pero le resultó imposible.
—¡Dímelo, padre!—exigió—. Dime todo eso que te has callado durante tantos años.
—Por lástima—contesto el hombre finalmente, encarándola.
La información resultó ser sumamente dolorosa. Rin se quedó petrificada, mientras sentía como las lágrimas bajaban.
—¡Toga!—lo reprendió su esposa, pero ya era tarde. El daño estaba hecho.
Rin no dijo ni una palabra más. A la mañana siguiente, pidió a su madre ser llevada a terapia. Ese día se exigió más de lo que podía ofrecer, obligo a sus piernas a moverse, aun cuando no reaccionaban.
—Espera, Rin—la detuvo su terapeuta—. Está bien que te estés esforzando, pero no es necesario que te presiones tanto.
—Necesito volver a caminar—fue la simple respuesta de la chica.
Fueron meses de gran esfuerzo. Día a día, asistía a su terapia y daba todo de sí. Rin no únicamente estaba recuperando la fuerza en sus piernas, sino también en su interior. Había una coraza formándose, un caparazón que le impediría a otros volver a lastimarla. Sería fuerte por ella y por el amor que sentía por Sesshomaru.
—¡Felicidades, enana!
Inuyasha la abrazo cuando finalmente la vio moverse por sí misma con un par de muletas. Aquel era un gran avance y el inicio de su recuperación absoluta.
Rin volvió a caminar al poco tiempo, y la primera decisión que tomó fue decirle a su madre que quería independizarse.
—¿Pero por qué, cariño?
Izayoi no estaba preparada aún para dejarla salir del nido.
—Yo… ya no me siento cómoda aquí, madre—confeso recordando las palabras de su padre, o, mejor dicho, de Toga.
—¿Por qué no? Esta es tu casa.
—Lo era. Pero ya no.
—¡Claro que sí!
—Sé muy bien cómo me mira, papá. El resentimiento en su mirada es evidente, para él soy la culpable de que su hijo se fuera para siempre.
—Tonterías, si él mismo fue quien lo denuncio.
—Es la verdad, madre. No puedes pretender tapar el sol con un dedo.
—Rin, no te vayas, por favor.
—Por favor, mamá. Solo me iré a unos pocos kilómetros de distancia, no es para tanto. Nos mantendremos en contacto cada día, siempre te llamaré, ¿de acuerdo?
A regañadientes, Izayoi tuvo que aceptar que aquello era parte de la vida. Los hijos crecían y luego se iban, era algo completamente natural…
[…]
Rin empezó a asistir a la universidad. Le gustaba la carrera de psicología y sentía que con la misma podría ayudar a muchas personas, deseaba más que todo especializarse en psicología infantil y ayudar a aquellos niños huérfanos o que se hallaban en orfanatos, quería hacerles saber que no estaban solos, que siempre existiría alguien dispuesto a amarlos.
Sus compañeros de estudios eran muy atentos y se la llevaba muy bien con todos. Entre la universidad y el trabajo su tiempo libre era escaso, por lo que casi no podía salir a divertirse. Sin embargo, lo hacía, aunque muy de vez en cuando.
Los chicos no habían dejado de pretenderla, aunque ella se rehusaba a cualquier invitación. Su corazón estaba ocupado, guardando por alguien a quien se moría de ganas de volver a ver. Lamentablemente, el tiempo era traicionero, y la soledad era su peor compañía.

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El placer de lo prohibido
FanfictionEl amor no siempre es aceptado, en algunas ocasiones, se convierte en algo prohibido que no debe ser experimento, sin embargo, el placer que se consigue en esas prohibiciones hace del amor algo mucho más intenso. Las circunstancias los convirtieron...