—Estoy nerviosa, mamá–confeso Rin a su madre, mientras se contemplaba en el espejo de su dormitorio. Estaba casi lista para el matrimonio y aquello la tenía feliz y ansiosa en partes iguales.
–Todo saldrá bien, cariño. Tranquila.
—Lo sé, pero eso no evita que sienta un hormigueo en el estómago.
—Es normal, hija, son los nervios propios de un momento tan importante. Después de todo, casarse no es cualquier cosa, es unir por siempre tu vida a la persona que amabas.
Izayoi dio un beso a su hija en la frente y trato de trasmitirle confianza y seguridad.
—Con permiso, ¿puedo pasar?—alguien había tocado a la puerta, se trataba de Mabel, quien venía acompañando de su hija menor, Annie.
—Por supuesto, adelante—sonrió Rin al ver a su madre biológica.
En esos años le había dado la oportunidad a la mujer de involucrarse en su vida. Habían coincidido en algunas salidas e incluso se había interesado por la condición de su hermana, la cual a pesar de todo se mostraba como una niña muy inteligente y capaz.
—Te ves preciosa—halago la mujer a su hija.
—Gracias.
Conversaron por un momento más, tratando de que los nervios de Rin se disiparan por completo.
[…]
El lugar donde se llevaría a cabo la boda sería la playa. Las sillas ya estaban dispuestas para recibir a los pocos asistentes y el altar estaba exquisitamente adornado.
El novio lucía un atuendo elegante y a la vez casual, completamente blanco dándole a la vez aquel toque playero.
En una esquina se encontraba sentado un chico en un piano eléctrico a la espera de que la novia hiciese su aparición para comenzar a tocar el instrumento. A su vez, todos se encontraban expectantes de ese momento.
El sonido del piano al ser tocado interrumpió el ruido de las olas al chocar en la orilla, todos se giraron para encontrarse con una hermosa mujer que hacía su marcha nupcial.
Rin mantenía la mirada al frente, específicamente, conectando sus ojos con los de su futuro marido, el cual le miró de una manera cálida.
«Es hermoso» pensó la mujer, perdiéndose en la profundidad de sus ojos dorados.
Izayoi entregó a Rin en manos de Sesshomaru, el cual la recibió con extrema delicadeza, antes de alzar aquella mano y llevársela a los labios en un beso cargado de afecto y complicidad.
—Cuídala—fueron las palabras de Izayoi, instantes antes de retirarse para tomar su lugar entre los invitados.
Sin duda era un momento muy conmovedor, aunque Rin se percató con tristeza de que su padre no había asistido a la ceremonia. Su futuro esposo pareció notar aquel detalle, porque rápidamente le susurró al oído:
—Tranquila amor, apenas empieza, ya aparecerá.
«¿Lo haría?», se preguntó la castaña, sintiendo que aquello no sucedería.
Entre los presentes también se encontraba Inuyasha, su hermano. Se sintió feliz de verlo en ese lugar sonriéndole desde la distancia. Él se mostró muy desencajado al inicio de todo aquello, pero nunca la había rechazado por eso.
—Estamos hoy aquí reunidos para unir a Rin Urriaga y Sesshomaru Taisho en matrimonio—inicio el juez con voz solemne.
Urriaga era el apellido de su madre biológica, el cual había adoptado hacía muy poco tiempo. Se sentía extraña al usarlo, pero aquellas eran sus verdaderas raíces, así que debía portarlas con orgullo.
— ¿Acepta usted por esposo a Sesshomaru Taisho? ¿Promete serle fiel en la salud y en la enfermedad, en la alegría y en la tristeza, en la pobreza y en la riqueza?
—Sí, acepto—contesto Rin mirando al portador de aquel nombre con extremada devoción. Por supuesto que lo aceptaba, estar con él era lo que más deseaba en el mundo entero.
—Usted, Sesshomaru Taisho, ¿acepta a Rin Urriaga como su esposa? ¿Promete serle fiel en la salud y en la enfermedad, en la alegría y en la tristeza, en la pobreza y en la riqueza?
—Acepto.
—Muy bien, puede besar a la novia—concedió el juez.
Rin cerro sus ojos y se entregó por completo a aquel beso, un beso que no era el primero que se daban, pero sí el más significativo de todos ellos. El amor desbordado en aquel gesto, no pasó desapercibido para nadie. Los invitados aplaudieron, conmovidos y emocionados por la reciente unión.
Las bodas siempre eran algo muy lindo para presenciar, pero aquella, estaba cargada de una atmósfera que trasmitía pureza y sinceridad.
Sesshomaru le extendió la mano a su ahora esposa y caminaron juntos en medio de las sillas dispuestas para los invitados. Alguien se encargó de arrojar arroz, mientras el matrimonio Taisho llegaba al lugar donde sería la recepción, un restaurante cercano a la playa, el cual ya se encontraba hermosamente decorado.
Un grupo de personas se congregó para extender sus felicitaciones, entre otras palabras, a los recién casados. Izayoi fue una de ellas, quien estrecho a su hija con fuerza entre sus brazos. Rin sintió una pizca de tristeza al caer en cuenta de que su padre simplemente no asistiría, trato de entender su posición y de no guardarle ningún rencor al respecto.
—Felicidades—la voz de una mujer interrumpió a aquel abrazo.
Rin se encontró de frente con una hermosa dama de cabellos plateados. Sus ojos, de un dorado intenso, adornaban una mirada que sentía haber visto en algún lado.
El reconocimiento llegó a la joven de manera inesperada, al caer en cuenta que aquella mujer era su suegra, la madre de Sesshomaru.
—Gracias—contesto con un ligero temblor en su voz.
—Pensé que cambiarias de parecer, niña—le hizo saber Irasue.
— ¿Cambiar de parecer?
—Sí, cuando aquel escándalo exploto, pensé que te darías cuenta de que lo que sentías por mi hijo no era más que un arrebato juvenil, pero venos aquí, celebrando un matrimonio cuatro años después.
—El amor que siento por su hijo es completamente sincero—le dijo con la seguridad presente en su voz.
Irasue le dio una mirada intensa antes de sonreír.
—Muy bien entonces, bienvenida a la familia—y la abrazo haciéndola sentir extraña y conforme a la vez.
Ahora era una Taisho propiamente dicha, no por ser la hija adoptada de la familia, sino porque su vida se había unido al primogénito de los Taisho, su gran y único amor…

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El placer de lo prohibido
FanficEl amor no siempre es aceptado, en algunas ocasiones, se convierte en algo prohibido que no debe ser experimento, sin embargo, el placer que se consigue en esas prohibiciones hace del amor algo mucho más intenso. Las circunstancias los convirtieron...