—¡Feliz cumpleaños, mi amor!
Sesshomaru entró en la habitación de la joven, sosteniendo en su mano un ramo de girasoles. Las flores eran de un amarillo intenso, igual que el sol, su brillo no solamente resaltaba lo especial del día, sino que además eran las favoritas de su amada.
—Gracias—sonrió Rin, recibiendo aquel lindo detalle.
Era su cumpleaños número dieciocho y seguía en silla de ruedas. Habían sido meses difíciles, donde la depresión no había dejado de tocar a su puerta.
¿Qué hacer?
A veces sentía que la esperanza la abandonaba por completo, pero era gracias a él, a Sesshomaru, que podía recuperar sus fuerzas.
El hombre se puso de cuclillas frente a ella y acaricio sus manos con dulzura, mientras repartía besos en cada una. Esa era su rutina, mostrar la enorme devoción que sentía hacia la chica. Sesshomaru no podía contener ese sentimiento, era algo que lo superaba la mayor parte del tiempo.
— ¿Cómo te sientes hoy? ¿Quieres dar un paseo?
Evidentemente, no permitiría que ella pasara un día tan especial encerrada en esas cuatro paredes.
—No lo sé—la mirada de la muchacha, regreso al ventanal, y, Sesshomaru pudo percatarse de la tristeza en sus ojos.
—¿Qué ocurre?
—Yo no me imaginaba que este día sería así…
Innumerablemente, había pensado en el momento en que alcanzaría su mayoría de edad, se había imaginado una fiesta y un gran júbilo al subir al escalón de la madurez. En cambio, en su caso, lo máximo que podía aspirar era ser trasladada de un sitio a otro en esa silla de ruedas.
Rin pensaba en sus amigas, en Rion y Ayame, tenía meses sin verla. Las dos se habían graduado sin ella, aún recordaba las fotos de la promoción, ambas se veían bellas. También pensó que las acompañarías, que siempre serían inseparables, pero ahora se sentía tan sola… renegada, olvidada como un objeto que había perdido su valor.
—Rin—la mano de Sesshomaru se posó en su mejilla en una suave caricia. Sentía que su corazón se quebraba a la mitad al ver como la muchacha no podía contener sus lágrimas. Odiaba verla sufrir, odiaba no poder hacer nada para hacerla feliz, para poder mirar en su cara siempre esa hermosa sonrisa que tanto la caracterizaba.
—No te preocupes, estoy bien—murmuro la muchacha débilmente, al detallar la preocupación en sus ojos dorados.
—No, claro que no lo estás. ¿Por qué lloras, dímelo?
—Me siento un poco frustrada, todo ha salido tan mal—confeso.
—Sé que las cosas se han puesto difíciles, pero saldrás de esto, mi amor.
La seguridad en sus palabras, hizo que Rin dibujara una débil sonrisa. La chica asintió y ambos salieron a dar un paseo en ese día…
[…]
En realidad, Rin había pasado un día feliz. Estar con Sesshomaru era su fuente de energía inagotable, le hacía bastante bien, siempre se la ingeniaba para sacarle una sonrisa, para hacerla sentir especial. Lo que no sabía la chica, era que a aquel día le faltaba mucho para terminar…
Al llegar a su casa esa tarde, se sorprendió del silencio absoluto que se cernía en el lugar.
«¿Todos se olvidaron de mí?», pensó sin querer la muchachita.
Mayor fue su sorpresa al darse cuenta de que nada era lo que creía, al contrario, todos se habían congregado en un mismo sitio, para decirle a gritos lo mucho que la querían.
—¡Feliz cumpleaños, Rin!—las luces de la casa se encendieron revelando a muchos rostros conocidos.
Las lágrimas acudieron a ella al instante, pudo ver a sus amigas entre el montón, sus padres y sus más cercanas amistades e incluso…
Mabel sacudió la mano desde la distancia, a su lado una jovencita se posicionaba. Era hermosa, su cabello era lacio y de color negro, su sonrisa era inocente y no dejaba de imitar el mismo gesto de su progenitora.
—Ella es Annie, tu hermana—la presentó la mujer en lo que tuvo un momento a solas.
Annie en su pureza no tardo en abrazarla, aquel era el abrazo más acogedor que había recibido en mucho tiempo.
Rin no lograba describir con palabras lo que sentía, pero lo cierto era, que la conexión con la pequeña fue instantánea.
«Tenía una hermana, una de sangre», pensó mirándola, y acariciando las facciones de la menor.
Al momento de cortar el pastel, todos le cantaron el cumpleaños. Esos dieciocho años no habían sido como se los imagino, pero sin duda habían sido muy especiales.
—Ven, te ayudaré a cambiarte.
A veces Sesshomaru parecía ser su enfermero personal, siempre estaba a su lado para ayudarla en las tareas más básicas: la acompañaba al baño, a veces le daba de comer en la boca, la ayuda a cambiarse de ropa o la llevaba a terapia.
—Gracias.
El hombre la cargó en sus brazos como si fuese una muñeca y las desplazo a la cama, con delicadeza fue retirando primeramente su calzado y luego sus pantalones. Sus ojos a veces se perdían en la blancura de sus piernas, pero rápidamente recobraba la compostura, apartando la mirada.
Cuando Rin estuvo perfectamente vestida con su pijama, se sintió un poco decepcionada. Quería sentirse nuevamente una joven normal, quería ser capaz de despertar una vez más el deseo en su amado.
—Sessho...
Los ojos dorados la miraron interrogantes. Él ya la estaba arropando para dormir, pero Rin parecía querer alguna cosa antes.
—Por favor, bésame…
Ciertamente, esa no era la solicitud que esperaba que saliera de sus labios. Aun así, se inclinó como cada noche y rozo sus labios. El beso fue suave, sus labios apenas hicieron contacto. Pero al momento de intentar separarse, Rin se colgó de su cuello y profundizó el enlace.
—Hazme tuya, por favor—suplico con voz agitada la joven.
—¿Qué?—el hombre se alejó inmediatamente.
Los ojos de Rin se cristalizaron en el acto.
—¿Es por qué no puedo caminar?—le pregunto sin poder ocultar una mueca de dolor. Hace tiempo que había sentido que el deseo que existía entre ambos se había esfumado.
—No, no es eso, Rin. Ve donde estamos—señalo con su mano a su alrededor—. Esta es tu habitación, Izayoi podría entrar en cualquier momento. Además, no creo que sea el lugar ni el momento para eso, tú necesitas recuperarte y yo no tengo prisa. Lo sabes.
—¡Excusas! Solamente eres un cobarde que no es capaz de decirme la verdad—lo encaro con rabia—. Ya no me quieres, es demasiado evidente.
—Tal vez tengas razón en eso, yo no te quiero. En realidad, te amo, y no tienes idea de cuánto.
—Entonces demuéstralo—lo invito abriendo sus brazos.
Sesshomaru sabía que lo estaba manipulando, pero aún así, accedió. Lastimosamente, aquella fue la peor decisión que pudo haber tomado. En medio de aquel beso apasionado, la puerta de la habitación se abrió, pero no era Izayoi la que interrumpía como había imaginado, era su padre el que lo hacía…

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El placer de lo prohibido
FanfictionEl amor no siempre es aceptado, en algunas ocasiones, se convierte en algo prohibido que no debe ser experimento, sin embargo, el placer que se consigue en esas prohibiciones hace del amor algo mucho más intenso. Las circunstancias los convirtieron...