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Esto no podía ser verdad, su mente tenía que estarle jugando una mala pasada.

«¿Rin y Sesshomaru se estaban besando?», se preguntó el hombre abriendo más sus ojos en una muestra de asombro e incredulidad.

Lamentablemente, la incredulidad no le duró mucho cuando la realidad le cayó de golpe. ¡Sus dos hijos se estaban besando!

—¡¿Sesshomaru, pero qué demonios?!

El muchacho se separó de Rin de un salto, mientras veía a su padre con aquellos ojos dorados transformados en rojos.

—Padre…—no supo qué decir, y tampoco tuvo oportunidad de hacerlo.

En menos de un parpadeo, Toga lo había lanzado al suelo de un puñetazo en su mandíbula. La sangre se escurría de la comisura de sus labios, mientras su padre no dejaba de gritar encolerizado.

—¡Maldición, Sesshomaru! ¿Cómo pudiste?

—Padre, por favor…

Rin trató de intervenir, pero fue ignorada abismalmente. No había nada que la chica pudiese hacer en ese momento, ni siquiera podía levantarse de la cama para defender a su amado.

—¡Eres un enfermo!—Toga continuó golpeando a su hijo, mientras Sesshomaru no hacía nada para defenderse.

Tal vez su padre tenía razón después de todo, tal vez estaba en lo correcto… Siempre supo que aquel amor no era algo que pudiese ser bien visto ante la sociedad, era un sacrilegio. Aunque lo único que lo mantenía con la frente en alto, era saber que nunca la había visto realmente como una hermana. Para él, Rin siempre fue una encomienda, alguien a quien debía proteger de todos. Y eso trato de hacer durante todos estos años, estar a su lado, brindarle su apoyo y su amor, aunque no habían crecido completamente juntos, para los ojos externos seguían siendo hermanos.

—¡No, padre, suéltalo!

Tras aquel grito, Izayoi corrió a la habitación de su hija. Su esposo le había dicho que iba a darle un regalo especial a la joven por su cumpleaños número dieciocho, aquello se trataba de la llave de un vehículo que le había comprado, el cual podría utilizar apenas volviese a caminar.

—Toga, ¿qué pasa? .

La escena para la mujer fue grotesca. Jamás se imaginó encontrar a su esposo golpeando a Sesshomaru de aquella manera, sin duda, el hombre que cometía tal agresión era un completo desconocido para ella.

—Ellos…—aquel padre los apunto a ambos con sus ojos aguados por unas lágrimas de tristeza y furia que querían salir a relucir—. Estaban besándose, maldición—concluyo la frase como si la sola mención le quemara la garganta.

—¿Qué?

Izayoi definitivamente no entendió a qué se estaba refiriendo su esposo o simplemente no quería hacerlo. Existían muchos tipos de besos, había visto a Sesshomaru besar a su Rin en la frente innumerables veces, de la misma forma en la que Rin le daba besos ocasionales en la mejilla. ¿Qué tenía eso de malo?

—¡Besándose, Izayoi! ¡Besándose en los labios con lujuria! ¿Lo entiendes?

La mujer abrió la boca de forma desmesurada, eso no podía ser cierto…

—¡Largo de mi casa, no quiero volver a verte!—le ladró el hombre a su primogénito.

Sesshomaru miró la decepción en los ojos de su padre y supo que en ese instante había dejado de ser su hijo. Toga jamás aceptaría el amor que Rin y él se tenían… Para él no era correcto.

—¡No, Sesshomaru, no te vayas!

Rin se sintió impotente.

¿Qué podía hacer una pobre inválida para detener todo esto?

—Y tú…

Toga estaba maquinando un destino diferente para la chiquilla, necesitaba hacer que entrara en razón. Aún podía ser corregida…

—Te irás a un internado—sentenció rotundamente.

Sesshomaru estaba por cruzar la puerta de la habitación, cuando escucho lo que su padre decía. No, de ninguna manera permitiría que le impusiera a la joven algo que no quería.

—¡Sesshomaru, llévame contigo!—pidió Rin con los ojos bañados en lágrimas.

Ciertamente, la chica acababa de cumplir su mayoría de edad, así que era posible hacer aquello, solo que…

—¡Sobre mi cadáver!

Toga se opuso a aquella idea tan descabellada.

—Madre, por favor, no permitas que me envíe a un internado.

—Toga, cálmate, no estás pensando cuerdamente—trato de razonar Izayoi.

Ella también se sentía muy afectada por aquella avalancha de información, pero era su hija y no podía darle la espalda en un momento tan vulnerable de su vida.

—Estoy más seguro que nunca de mi decisión.

—Padre, no permitiré que…

—¡No, yo no permitiré tener como hijo a un delincuente!—lo cortó Toga—. Si te la quieres llevar, muy bien, pero tendrás que enfrentar las consecuencias de tus actos, porque estuviste abusando de tu hermana, una menor de edad, durante mucho tiempo.

—Yo no…

—¡Eso no es verdad!

—Eso lo decidirán las autoridades.

El hombre sacó el teléfono de su bolsillo y se dispuso a llamar a la policía. Aquel era su hijo mayor, la primera ilusión de padre en su vida, pero en ese momento lo desconocía completamente. Para él, no era más que un abusador, alguien tan vil que se atrevió a manipular a una chiquilla.

—Toga, por favor, no lo hagas.

Izayoi trató de quitarle el celular de las manos a su esposo, pero el hombre no se dejó.

Sesshomaru se quedó de pie, esperando por lo que su padre haría. Sabía perfectamente que en la cárcel no podría ayudar a Rin, todo se había terminado…

—¡No, padre, por favor te lo suplico!—la joven no podía parar de llorar, todo esto era su culpa. Si tan solo no le hubiera insistido tanto para que la besara, si no le hubiera exigido demostrarle que la amaba, porque ella sabía muy bien que la quería, su forma de hacerselo saber era más pura, cargada de atenciones y de compresión, pero no fue suficiente para ella y por eso lo arruino…

—Está bien, iré a la cárcel si eso quieres, pero deja a Rin en paz, padre—hablo el joven con firmeza en su voz—. Ella no irá a un sitio que no quiere, ella los necesita a ustedes para recuperarse. Así que, por favor, es lo único que te pido.

Y de esa manera, Sesshomaru intercambió su libertad por la de Rin…

El placer de lo prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora