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—Es extraño que se hayan ido en medio de la madrugada—comentó su madre, cuando iban en el auto de regreso a casa.

Rin miró por la ventanilla y recordó el motivo de aquella huida por parte de su hermano. Solamente esperaba que Sarah no quisiese delatarlos.

Los días transcurrieron de la misma forma y en casa no hubo noticias de la pareja. Toga se sentía preocupado de que su hijo no se hubiese presentado siquiera en la empresa.

—¿Qué estará pasando?—se preguntó el hombre cuando se hallaban todos en la mesa—. Le he estado llamando y no contesta. La única explicación que dio, fue que tuvieron que irse de madrugada por una emergencia familiar de Sarah. ¡Estoy preocupado! Ni siquiera me dice si la familia de la chica se encuentra bien.

—Cariño, tal vez deberíamos ir a visitarlos mañana.

—¡Tienes razón, mujer! No puedo seguir sin saber qué pasa.

A la mañana siguiente, Toga y Izayoi se presentaron en el departamento de Sesshomaru. El timbre sonó por largo rato, y daba la impresión de que nadie se encontraba en casa.

—Al fin abres—un desaliñado Sesshomaru abrió la puerta, sorprendiéndose de encontrar a su padre.

—Papá, ¿qué estás haciendo aquí?—por su mente pasó la posibilidad de que Sarah lo hubiese delatado.

—¿Qué? ¿No puedo venir a visitarte?

—Ah. Sí, claro.

Toga entró al lugar inspeccionando todo a su paso. Rápidamente, se percató de la botella de licor a medio beber, de la ropa descompuesta de su hijo y de ese aspecto de que no se había bañado en varios días.

—Entonces, ¿finalmente me dirás que sucede?

—No sucede nada, padre.

—¿Ah, no? ¿Y por qué no has ido a trabajar? Además, ¿dónde está Sarah?

Sesshomaru sacudió su cabello un poco exasperado. Su padre podía ser muy entrometido cuando se lo proponía.

—Ella ya no vive aquí—hizo saber, ocasionando un jadeo en su madrastra.

Izayoi cubrió su boca ante su expresión de asombro exagerada.

—¿Y qué quieres decir con eso?

Toga, por su parte, no parecía muy turbado.

—Que se terminó, papá. Ya no andamos.

—¿Ya no andan? ¡Pero qué estupidez!—el hombre negó sin poder creer la insensatez que decía su hijo—. Sarah es una buena muchacha, espero al menos tengas una razón válida para dejarla. De lo contrario, eres un imbécil, Sesshomaru.

Sesshomaru recordó la discusión y la verdadera razón de su separación. Amaba a Rin, esa era la única verdad, pero eso nunca podría decírselo a su padre.

—Yo no la dejé. Ella lo hizo, y tuvo sus motivos.

Toga suspiro, frustrado.

—Ya me imagino esos motivos.

Su madrastra no dijo ninguna palabra, pero era evidente que lo reprendía con la mirada. Sesshomaru prefería que creyeran que fue un asunto de infidelidad, antes de enterarse de que era porque estaba enamorado de su hermanita.

[...]

Eran alrededor de las siete de la noche, cuando Sarah regresaba a su edificio. Ese día había cerrado un poco más tarde la galería. Y, además, prefería dar una vuelta antes de encerrarse sola en su departamento. La soledad a veces le resultaba asfixiante.

—Sarah—la mujer escuchó una voz a su espalda. Curiosamente, conocía perfectamente a quién pertenecía y aquello no le dio muy buena espina.

—¿Qué haces aquí, Sesshomaru?—lo encaró.

—Disculpa, no quise incomodarte—el hombre alzó sus manos en un gesto de rendición—. Solamente quería agradecerte.

—¿Agradecerme? ¿De qué hablas?

—Han pasado cuatro días y no has dicho nada.

Sarah se sintió ofendida por sus palabras.

—¿Y qué creías? ¿Qué saldría corriendo a publicarlo en un periódico? ¡No seas idiota! A mí no me corresponde revelarlo, pero ten presente algo, Sesshomaru. Eso que tienen, tarde o temprano acabará. Los secretos no duran para siempre.

Sesshomaru asintió.

—Lo sé. Igual te agradezco por el tiempo extra que nos estás otorgando.

—¡Imbécil!

La mujer se giró para entrar a su edificio. No soportaba su descaro.

—¡Sarah!—el hombre la llamó, apenas dio unos cuantos pasos—. Sé feliz, por favor—le deseo mirándola fijamente a sus ojos castaños.

Algo en el interior de Sarah se removió, pero decidió ignorarlo. No tenía caso seguir llorando por él, y por todo lo que había pasado. Sería feliz, claro que sí. Pero no porque él lo dijera, sino porque sabía muy bien que se lo merecía.

«¡Al diablo, Sesshomaru!», fue lo último que pensó al ingresar a su edificio.

[...]

—Sesshomaru—Izayoi se sorprendió de verlo en la casa.

El aspecto del joven era mucho mejor al que presenció en su departamento. Se había afeitado la barba incipiente que le había salido en esos días, y se notaba de mejor ánimo.

—¿Se encuentra Rin?

—Uhmm sí, está en su habitación.

—Bien—el hombre dejó a su madrastra con la palabra en la boca y corrió a subir las escaleras.

Al tocar la puerta de la habitación de Rin, su corazón latía con fuerza. Quería verla, necesitaba abrazarla y decirle que finalmente todo estaba bien.

Su hermanita abrió la puerta y notó al instante que su mirada estaba empañada. La joven lo miró por unos segundos y luego las lágrimas brotaron.

Sesshomaru sintió su corazón encogerse, rápidamente entró y cerró la puerta. Una vez adentro, la abrazo con todas sus fuerzas. Su hermanita sollozó en sus brazos y se sintió como un imbécil por dejar que la tristeza la alcanzará. No quería que sufriera, quería verla sonreír siempre.

—Perdóname, Rin. Todo es mi culpa.

—¿De qué hablas?—habló entre lágrimas la muchacha—. Tú no sabías que Sarah nos descubriría, solamente fue algo que sucedió. Pero… tengo miedo. ¡Sentí mucho miedo estos días!

—Lo sé.

Los segundos pasaban y ellos no parecían querer separarse. Rin se fue calmando poco a poco, y ya no lloraba. Pero seguía apretando fuertemente a su hermano, no quería que la dejara sola. Tenía miedo de la reacción de sus padres si se enteraban.

—¿Qué pasará si lo descubren?—exteriorizó la chica su temor.

—No lo descubrirán—Sesshomaru la apretó más fuerte entre sus brazos, pero aunque no quería que los descubrieran, sabía que existía una alta posibilidad de que lo hicieran—. Y si lo llegasen a hacer, nos iremos. ¿Quieres?—le preguntó.

Rin se separó de su hermano y lo miró directamente a los ojos. Aquello era algo en lo que nunca había pensado, la idea de renunciar a su familia no le agradaba. Se sentía en una encrucijada en ese momento.

La chica no respondió, simplemente se alzó de puntilla y alcanzó los labios masculinos. Tal vez los besos que compartirían estaban contados, así que no debía desperdiciar la oportunidad de darle ninguno…

El placer de lo prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora