—Toga, ¿por qué tratas así a tu hijo?
—Déjame en paz, Izayoi.
El hombre salió de su despacho, tomó un abrigo y se dispuso a marcharse de la casa. Estaba cansado de las cantaletas de su mujer.
—¡Eres tan terco!—se exasperó Izayoi—. ¿Acaso no te das cuenta de que estás perdiendo a tus hijos por tu necedad?
—Ellos ya no son mis hijos, al parecer el único que me queda es Inuyasha y estoy bien con eso.
—¡Por favor, Toga, no cometas un error del que no podrás arrepentirte!
—¡El error lo cometieron ellos, no yo, Izayoi!
Dicho aquello salió de la casa, dando un sonoro portazo. Su esposa se quedó viendo el espacio vacío por donde se había marchado. No podía creer el nivel de insensatez que manejaba su esposo, sus argumentos eran simplemente absurdos.
[…]
—Gracias mamá, por acompañarme a comprar el vestido.
—No hay de qué, cariño.
Ambas mujeres entraron a una lujosa tienda de novias. El desfile de vestidos que se mostraban ante sus ojos era simplemente espectacular, todos eran increíblemente hermosos y Rin no lograba decidirse por ninguno.
—¿Qué tal le parece este?—la encargada de la tienda le mostró un bello ejemplar de un vestido de novia tipo sirena.
—Seguro te quedara muy lindo, hija—la alentó su madre a que se lo midiera.
—Está bien, lo probaré.
Rin entró al probador y fue ayudada a medirse el vestido. Era justo de su talla y le quedaba perfectamente moldeado a su figura. No era una mujer de muchas curvas, pero aquel vestido las resaltaba de una manera provocativa y elegante a la vez.
—¿Qué tal?
—¡Guao, hija, te ves preciosa!
Izayoi sintió que las lágrimas se asomaban. Era un momento conmovedor para cualquier madre, ver a su hija a punto de casarse.
Rin parecía toda una princesa. Pasaron algunas horas, probándose otros vestidos, pero Rin quedó enamorada del primero, así que se lo llevo sin dudar.
Luego de aquella compra tan fructífera, se sentaron en una cafetería cercana a la tienda. Izayoi no pudo disimular su malestar, cuando su hija le pregunto si asistirían al matrimonio.
—Sabes que yo estaré en primera fila, hija—comenzó la mujer, sin poder contener la tristeza en su voz—. Pero tu padre se niega a asistir.
—Me lo imaginé.
Rin realmente no esperaba que su padre cambiara de parecer de la noche a la mañana, aunque si le hubiese gustado que la acompañara en un día tan importante.
—Gracias, madre—dijo la chica, sosteniendo las manos de la mujer que la crio como si fuese su hija—. Gracias por siempre estar para mí, te amo y lamento no decírtelo tan seguido.
—Rin, hija, me harás llorar.
Efectivamente, Izayoi no pudo contenerse y terminó derramando algunas lágrimas en aquella cafetería. Estaba feliz de la decisión que tomo un día, sin duda, Rin fue el mejor regalo que el cielo le pudo mandar.
[…]
—No creo que sea buena idea que durmamos juntos a un día de la boda.
—¿Por qué no? ¿Tienes miedo?—el reto en los orbes avellanas, se mostró insistente.
—No, pero será una tortura—confesó Sesshomaru, la razón de por qué aquello era una mala idea.
—¿Tortura? ¿Es decir que ya no te gusta dormir conmigo?
—Sabes muy bien que ese no es el problema.
—Entonces ¿cuál es? Iluminame.
—El problema es—se acercó rodeando su cintura con su brazo— que me muero por besarte, por quitarte ese pijama de Winnie Pooh y hacerte el amor aquí mismo.
—¿Y entonces por qué no lo haces?—jadeo la mujer ante la expectativa.
—Porque ya tome una decisión y no pienso faltar a mi palabra.
—Olvida eso, Sesshomaru, igual será tu mujer dentro de unas horas—lo incitó a cometer aquello que se moría por hacer.
—Dije que esperaría esas horas y lo haré.
—A veces me molesta que seas tan decidido.
— ¿Te molesta? ¿Pero yo te veo muy contenta entre mis brazos o no?—se burló acercándose a su oído para morder tenuemente el lóbulo del mismo.
—Lo estoy, es por eso que quisiera que mandaras tu autocontrol a la mierda y que me tomaras de una vez por todas.
—Vaya, pero qué vocabulario, parece que tendré que castigarte, cariño—le aviso haciéndola girarse de un rápido movimiento.
Para cuando se dio cuenta, Rin se encontraba de cara a la mesa, mientras su futuro esposo masajeaba su trasero. Un sonido se escapó de sus labios cuando estampo un fuerte manotazo en una de sus nalgas.
—No está bien decir ese tipo de palabrotas, Rin—la regaño dando otro sonoro golpe.
La mujer sintió una mezcla de dolor y placer en ese momento. Se moría por portarse mal y ser castigada de aquella forma tan exquisita.
—¿Prometes no volver a decirlas?
—No prometo nada—le siguió retando para que sus nalgadas no cesaran.
Sesshomaru soltó un gruñido por aquel acto de rebeldía y se acercó al espacio entre sus nalgas, para restregar su miembro en esa área.
—Deja de provocarme, Rin—le advirtió con su voz oscurecida, mientras no dejaba de mover su miembro.
Sus manos se mantenían enterradas en las caderas de Rin, mientras hacía aquella maniobra. Ella parecía estar disfrutando demasiado de aquellos movimientos, porque no dejaba de gemir completamente extasiada.
—Sesshomaru, tómame por favor—le suplico entre jadeos.
El hombre gruño una vez más, sopesando la posibilidad de mandar su autocontrol a la basura. Habían sido cuatro años sin ningún tipo de relación sexual, por lo que la idea le tentaba en sobremanera. Nada le haría más feliz que tomarla, pero estaba dispuesto a esperar un poco más.
—Ven—la enderezo extendiéndole su mano—. Es hora de dormir, Rin. Mañana nos espera un largo día.
Dicho aquello se dirigieron a la habitación para descansar.
«Un día más», pensó Rin.
Un día más y sería su esposa…
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El placer de lo prohibido
Fiksi PenggemarEl amor no siempre es aceptado, en algunas ocasiones, se convierte en algo prohibido que no debe ser experimento, sin embargo, el placer que se consigue en esas prohibiciones hace del amor algo mucho más intenso. Las circunstancias los convirtieron...