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Sesshomaru tomó las llaves del vehículo y se dirigió hacia la entrada.

—Rin, ya nos vamos—le dijo a su hermana.

La chica no se movió de su lugar, sostenía con fuerza su bolso, renuente a abandonar el departamento.

—Por favor, no me hagas sacarte a la fuerza—suspiró el hombre, cansado.

—¡Ya te dije que vine para quedarme!

Debido a que aquella discusión no iba a ninguna parte, no le quedó más remedio que tomar medidas más drásticas. Cuando la jovencita miró que su hermano se acercaba, corrió muy lejos de él.

—¡Rin, por favor!

—¡Que no!

Los dos se mantuvieron un rato jugando al gato y al ratón, hasta que Sesshomaru de una enorme zancada la alcanzo finalmente.

—Vamos—dijo jalándola de un brazo.

—¡Suéltame, me estás lastimando!

El hombre miró al sitio exacto donde su agarre se ejercía y comprobó que eran reales sus palabras. Rápidamente, la soltó, notando como aquella área se enrojecía con la marca de sus dedos grabados.

—Lo siento, Rin. No quise lastimarte—se disculpó al detallar como su hermanita se sobaba el brazo.

—¡¿No entiendo por qué no quieres que me quede contigo?!—explotó la menor, llorando.

Sesshomaru se sintió más culpable al observar sus lágrimas. Si existía algo que odiaba en el mundo, era ver aquellos hermosos ojos avellanas siendo empañados por las lágrimas.

—¡¿Dime?!—exigió Rin al ver que no le respondía.

—Eres muy joven, Rin. No quiero hacerte nada.

—¿Hacerme nada? ¿De qué hablas?

La joven observó como su hermano se alejaba dando algunos pasos, se mostraba confundido. No dejaba de sacudir su cabello, mientras buscaba la forma de decirle aquellas palabras que parecían atoradas en su garganta.

—Es que cuando estás cerca, yo… es difícil para mí, Rin. Eres mi hermana, pero no te veo como tal. Cuando estoy a tu lado, quiero besarte, acariciarte, y tengo miedo de que eso vaya más allá. No es el momento, ¿me entiendes?

Rin se dejó envolver por aquellos ojos dorados arrepentidos. No le había hecho nada y ya se sentía culpable de tan siquiera considerarlo. Era hermosa la manera en que la miraba, su expresión que no reflejaba otra cosa que un amor genuino.

—Tranquilo—dijo la chica acercándose—, no tienes que preocuparte por nada. Tú no me estarías obligando, si algo sucediese es porque así lo quiero yo.

Él volvió a negar y, Rin decidió borrar las dudas y el temor de su mirada. La mano de la joven llego a la mejilla masculina acariciándola sutilmente.

—Eso que tú quieres, es lo mismo que yo quiero. No hay nada de que preocuparse, nos amamos. Así que déjame quedarme, por favor—suplicó.

Unos segundos después, Sesshomaru asintió. Sabía perfectamente que aquella terca castaña no se rendiría hasta que le dijese que sí, así que no tenía caso seguir negándose.

—Está bien, pero con una condición. Tú dormirás en mi habitación, y yo me quedaré aquí en el sillón.

—¡¿Qué?! ¡Claro que no!

—Rin, basta. No discutas más—la esquivo para dirigirse a su recámara y buscar un par de sabanas.

La muchachita lo siguió cruzada de brazos. Era obvio que aquella idea no le agradaba, así que lucharía para que los dos durmieran juntos como lo había planeado en un principio. En arrebatado movimiento, la jovencita arrebato las cobijas de sus manos, lanzándolas al suelo.

—¿Pero qué haces?—su hermano le dedico una dura mirada, mientras se agachaba para recogerlas. Pero aquello no lo pudo conseguir, Rin había pateado las sabanas lejos de su alcance—. ¡Dije que basta!—le advirtió molesto.

—Te quedarás aquí, conmigo—anunció la muchacha con gesto serio, señalando a la cama.

Sesshomaru volvió a intentar recoger las cobijas y ese fue el momento que la chica utilizo para empujarlo sobre la cama. El hombre cayó sobre el colchón y a los segundos siguientes un peso adicional le seguía.

—¿Qué haces?—preguntó al tener a Rin encima de su cuerpo.

—No hay nada de malo en esto—dijo la jovencita, inclinándose para besar su cuello.

Aquello era justamente lo que Sesshomaru quería evitar, pero la castaña no parecía comprenderlo. Intento removerla y la chica se afianzó más, haciendo difícil la tarea. Las piernas delgadas de la más joven se encontraban a cada lado, apresando una parte concreta de su cuerpo. Podía sentir como su miembro despierto chocaba con la intimidad de la muchacha, haciendo que su necesidad de apartarla fuese mayor. Sin embargo, le resultó imposible. La jovencita comenzó a moverse en un delicado vaivén, que hizo circular más sangre a aquella parte de su cuerpo. Lo sentía endurecido y aquella dureza era la que tenía a Rin suspirando con cada roce ejercido.

Sesshomaru no lo pudo evitar, tomo a la chica de la cintura y la comenzó a frotar más fuerte sin dejar de maldecir. Aquello era exquisito en todos los sentidos. Le gustaba sentir su peso, percibir su aroma envolvente, mientras no dejaba de escuchar sus gemidos.

Una ruborizada Rin lo miraba con la boca entreabierta, mientras era víctima de sus manos que la guiaban para aumentar el placer. La jovencita podía sentir su intimidad humedecida y se sentía atrapada en el roce que despertaba una corriente desconocida. Con cada movimiento, algo se sacudía en su interior, haciéndola jadear de deseo. Rin comenzaba a entender lo que sentían sus amigas cuando compartían intimidad, y por qué lo habían hecho tantas veces.

—Más—murmuró cuando aquello se estaba acercando a un punto irresistible.

Sesshomaru cumplió sus demandas, haciéndola mover más deprisa, mientras empujaba desde abajo, haciendo que el choque fuese más fuerte. Con cada empuje, Rin jadeaba más fuerte. Aquello le tocaba un área muy sensible, y se sentía que estaba a punto de explotar. Pero sintió mayor placer cuando Sesshomaru comenzó a besar su cuello sin dejar de estremecerla con cada movimiento.

Ese día, Rin tuvo su primera experiencia íntima. Quedo sudorosa y complacida, jadeando sobre el cuerpo de aquel hermoso hombre de cabellos plateados y ojos dorados que no la perdía de vista. Ver esa mirada tan penetrante sobre ella, la tenía extasiada.

—Ven, ahora te toca a ti—le dijo la jovencita, dirigiendo su mano hacia su miembro hinchado.

El placer de lo prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora