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Toga acababa de recibir una llamada que no esperaba. Le habían informado que su hija menor había sufrido un accidente. El hombre salió corriendo a la oficina de su hijo, puesto que debía informarle de la mala noticia.

Al entrar con un semblante completamente agitado, Sesshomaru se levantó rápidamente de su asiento, ya que presentía que había pasado algo grave.

—¿Qué ocurre, padre?—preguntó el joven.

—Acabo de recibir una llamada de tu hermano—contestó Toga, sin poder ocultar la angustia en su rostro.

— ¿Y? ¿Qué te dijo?

—Llamaron a la casa, al parecer Rin sufrió un accidente.

— ¿Cómo?

El mundo del más joven parecía desdibujarse bajo sus pies, las palabras dichas por su progenitor no dejaban de repetirse como una alarma incesante.

“Rin sufrió un accidente”

No, no. Se negaba a la idea de imaginar que a su amada podría ocurrirle algo grave.

—Iba corriendo en medio de la calle, un auto la arrolló.

—¿Corriendo? ¿Pero por qué?—el tono de desesperación en la voz del muchacho era muy evidente, no lograba conciliar la idea de que Rin pudiese estar debatiéndose entre la vida y la muerte en ese mismo instante—. Dime, ¿dónde está, padre?

—Cálmate, Sesshomaru—pidió su padre al notar su alteración—. Está en una clínica cercana, vamos.

Los dos hombres salieron de la oficina con rumbo al hospital. En todo el trayecto, las manos de Sesshomaru no dejaron de sudar, mientras que Toga parecía ser más capaz de mantener la compostura ante lo sucedido.

[...]

Inuyasha quería consolar a su madre, pero era inútil. Izayoi se sentía desgarrada desde aquella llamada que había llegado a desestabilizar su mundo. Estaban los dos en el hospital, pero el doctor todavía no salía a dar ninguna información del estado de su hija.

—¡Mi pequeña niña!—se lamentaba la mujer sin poder parar de llorar.

—Mamá, ya verás que todo saldrá bien—Inuyasha pasaba su mano por el hombro de su madre, en un gesto que pretendía ser reconfortante.

Un poco más allá se encontraba una mujer con los ojos humedecidos, se trataba de Mabel, la madre biológica de Rin. No podía evitar sentirse culpable, puesto que de no haberse presentado en la puerta de su colegio, la chica se encontraría en perfecto estado en ese instante.

—Izayoi, ¿cómo se encuentra Rin?—Toga apareció al lado de su esposa.

Izayoi se levantó rápidamente para abrazarlo, buscando sentirse un poco mejor en los brazos cálidos de su amado. Sin embargo, no parecían surtir efecto en esa ocasión. Realmente, nada podía calmar su dolor, al menos que el doctor saliera para decirle que su hija estaba en perfecto estado.

—Aún no dicen nada, padre—respondió Inuyasha al ver que su madre se ahogaba en llanto.

Mientras tanto, Sesshomaru buscaba la manera de entrar al área de terapia intensiva. Simplemente, no podía quedarse de brazos cruzados, necesitaba saber qué estaba ocurriendo, la vida de la persona que más amaba estaba en riesgo.

—Señor, tomé asiento, no puede entrar. Es área restringida—una enfermera lo detuvo.

—Busco información de una chica, acaba de ser ingresada debido a un arrollamiento vehicular.

—Sí, entiendo. Está siendo atendida en este instante. Por favor, espere—culminó la mujer señalando los asientos designados para el área de espera.

De esa forma, no le quedó más remedio que esperar por una larga hora. Cuando finalmente el hombre con bata blanca apareció con noticias, todos los presentes se levantaron inmediatamente.

—La joven se encuentra estable, sufrió algunos traumatismos, pero está fuera de peligro.

Luego de escuchar aquellas palabras, los miembros de la familia Taisho se sintieron más tranquilos.

Mabel, quién se encontraba un poco más alejada, también susspiró con alivio. Sesshomaru no había prestado atención a la presencia de la mujer, puesto que lo único que le interesaba era saber que su amada estaba bien.

[...]

Cuando Rin se despertó después de la anestesia, se encontró en una situación muy parecida a una pesadilla. Las piernas de la muchacha no reaccionaban haciendo que, se sintiera impotente y con ganas de levantarse de aquella cama.

—Aguarda, hija. No puedes hacer movimientos bruscos.

—¡¿Qué está pasando?! ¡¿Por qué no siento mis piernas?!

El doctor se apresuró a evaluarla, pero realmente algo no parecía estar bien en las extremidades inferiores de la joven.

—Puede ser un efecto secundario de la anestesia.

—Ya ves, hija. Cálmate.

Izayoi era la única que había podido entrar en la habitación.

—Pero también puede ser debido a un daño más grave. Por el momento, esperaremos un par de horas para descartar—el médico abandonó la habitación, dejando en el aire aquella desgarradora posibilidad.

Sin embargo, transcurrieron aquel par de horas, pero nada parecía cambiar. Sesshomaru se encontraba presente para el momento en que el doctor volvió a entrar.

—Bien, Rin, te tengo una mala noticia—informó el hombre con tono neutral—. Es posible que no puedas volver a caminar.

Dicho aquello, la jovencita sintió que el mundo se volvía negro. «¿No podría volver a caminar? ¿Sería una inválida de por vida?», sus ojos se humedecieron ante aquellas preguntas que ocultaban una terrible respuesta.

—Espere, doctor, debe existir alguna forma de que recupere su movilidad—Sesshomaru se levantó rápidamente de la butaca que ocupaba, ese era su turno de estar con la muchacha y ese hombre llegaba y decía semejante locura. No, él no permitiría una cosa así para la vida de la mujer que amaba.

—Puede que con terapia la recupere, pero no es cien porciento seguro.

—¡Pues haremos que lo sea!—hablo nuevamente el hombre con convicción.

Una vez que el doctor se marchó, Sesshomaru se apresuró a consolar a la jovencita.

—Buscaremos otras opiniones, no permitiré que alguien te diga que no podrás volver a caminar. Mírame bien, Rin—le pidió—, volverás a ser la misma de siempre, te lo prometo.

Rin asintió sin poder contener sus lágrimas, las frentes de ambos jóvenes chocaron en un gesto de confianza.

Sesshomaru había querido regañarla en cuanto puso un pie en aquella habitación, quería gritarle y decirle que estaba loca. ¿Cómo se le ocurría salir corriendo en medio de la calle? Pero, en cuanto sus miradas se encontraron todo su enojo desapareció, por un momento había pensado que no volvería a mirar a aquellos hermosos ojos avellanas…

El placer de lo prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora