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Eran sus fotos, efectivamente, eran sus fotos… ¡¿Pero cómo?! Rin se encontraba en estado de shock, siempre pensó que Kohaku era un canalla, pero no lo imaginaba a tal nivel.

—Rin, ¿te encuentras bien?

Su amiga Rion acababa de hablarle, sin embargo, ella no lograba salir de su estupor. Las murmuraciones a su alrededor comenzaron a ser más audibles, las miradas insistentes de sus compañeros no hacían otra cosa que ocasionar que su cabeza diese vueltas.

¿Por qué?

¿Por qué le pasaba esto a ella?

—Señorita Taisho—la voz de una profesora se alzó entre el murmullo de voces—, por favor, acompáñeme—solicito la mujer y ya podía hacerse una idea del motivo de su solicitud.

Rin tomó una fuerte bocanada de aire antes de ponerse de pie, al hacerlo noto de inmediato que sus piernas temblaban. La chica dio un paso seguido de otro y, sucesivamente, fue avanzando hasta llegar a la oficina de dirección.

En aquel lugar se detuvo por unos segundos, no sabía que le esperaba detrás de esa puerta, pero podía estar segura de que no se trataba de nada bueno.

—Hemos avisado a sus padres, están en camino—informó la mujer a su lado, como si con aquello ayudara en algo a su estado de ánimo.

Cuando la joven entró en aquella oficina, se sintió más pequeña de lo que en realidad era. El director un hombre de avanzada edad la observar con desaprobación desde sus gafas redondeadas:

—Taisho, tome asiento, por favor—dijo él.

La chica se sentó, mientras el director hacía un gesto en dirección a la profesora.

—En lo que lleguen, por favor, no dude en hacerlos pasar.

—Por supuesto, señor…

Dicho aquello, el hombre centro sus intensos ojos negros en su persona, Rin trago saliva al ser escrutada de tal forma.

—Están circulando algunas fotografías suyas—comenzó él—, ha de saber usted que en esta institución no están permitidos este tipo de actitudes. Además, señorita Taisho, ¿está tan desesperada de atención que ha necesitado colgarlas en el blog de la escuela?

—¡No, cómo se le ocurre!—se alteró la chica al ser acusada tan injustamente—. No he sido yo la que las ha subido.

—¿Ah, no? Entonces, digame el nombre de la persona que lo hizo.

Rin guardó silencio un segundo considerándolo, lo cierto era que ya no tenía nada que perder. Kohaku se lo había buscado y su venganza recién iniciaba.

—No pertenece a esta institución, señor—dijo ella con voz apesadumbrada.

—Eso no importa, señorita. El causante de esto ha violado la seguridad de nuestra escuela al infiltrarse en un blog que es únicamente para compartir asuntos referentes a la misma.

—Se llama Kohaku, señor—confesó Rin—. Ha estado amenazándome con esas fotografías durante semanas, como yo no he caído en sus juegos ha decidido destruir mi reputación de esta manera.

El hombre asintió.

Cuando los padres de Rin llegaron le regalaron una mirada significativa a la muchacha, Izayoi no podía creer que fotografías de su niña semidesnuda estuviesen circulando por toda la escuela.

Toga, en cambio, se sentía enfurecido y exigía saber quién era el causante de todo esto. Sabía que gran parte de la culpa era de su hija por tomarse semejantes fotos, pero estaba seguro de que no había sido ella la que había decidido subirlas a internet.

—Su hija nos ha dado el nombre del causante—informó aquel hombre canoso.

—Dígame, ¿quién es?

—Kohaku Renedo.

Ambos padres se vieron las caras entre ellos sin entender. ¿Entonces el jovencito que había estado visitando su casa las últimas semanas era el culpable de esto? No podía ser. Pero, efectivamente así era y su hija se lo confirmar horas más tarde.

Toga estaba furioso y quería dirigirse a la casa de ese rufián cuanto antes. Por su culpa, su hija había sido suspendida de la escuela por una semana y su reputación estaba completamente arruinada. Aunque se hubieran encargado de borrar las fotografías el daño estaba hecho.

—Sesshomaru, ¿dónde estás?—preguntó el hombre al teléfono.

—En la oficina, papá, ¿por qué?

—Ha ocurrido algo terrible—se lamentó Toga—. Ven a casa, tenemos un asunto muy importante que resolver.

—¿De qué se trata?

—Es tu hermana.

Aquellas tres simples palabras bastaron para poner a Sesshomaru en un estado de alerta. Aunque, el hombre estaba enojado con su hermanita, la verdad era que no podía desentenderse de ella. Rin era muy importante en su vida.

—¿Ya vas a decirme a dónde vamos?

—Tenías razón, hijo. Ese chico no era bueno para Rin.

—¿Qué chico? ¿De qué estás hablando?

—De ese tal Kohaku, al que le diste una paliza.

Sesshomaru frunció el ceño. ¿Qué había ocurrido con ese muchacho?

—¿Y qué fue lo que hizo?

—Míralo por ti mismo—el hombre le extendió su celular donde podía verse una captura del blog escolar.

La sangre de Sesshomaru se congeló al ver aquello. Eran un grupo de tres fotografías, en las mismas podía verse a Rin posando coquetamente frente al espejo del baño de su recámara. La chica usaba únicamente una diminuta prenda que cubría su zona íntima, mientras que sus pechos estaban completamente al aire. Su hermanita sonreía al espejo en tres poses distintas…

—¿Ya lo ves?—preguntó Toga al ver que su hijo se había quedado hipnotizado viendo aquello. La mueca de molestia en su rostro era evidente, mientras parecía entrar en un trance de pura ira.

—¡¿Cómo fue que pudo ocurrir esto?!—la agresividad estaba impresa en su voz.

—Parece que tu hermana se las envió a ese chico y él no dudó en subirlas a la red.

—¡Es un maldito!

Cuando llegaron a la casa del fulano Kohaku, Sesshomaru estaba en un estado de completo frenesí. En su mente solo existía una cuestión y esa era hacerlo pagar por el irrespeto cometido. Nadie se metía con Rin y salía bien librado de ello.

Toga fue el primero en tocar el timbre de aquella casa con ímpetu, parecía que en aquel lugar de elegantes paredes no había nadie dispuesto a atenderlo, pero no tardó en ser abierto el gran portón revelando a un guardia de seguridad.

— ¿Qué hacen aquí? No pueden tocar el timbre de esa forma.

—Buscamos a Renedo—dijo Toga—. Kohaku Renedo.

—El joven Renedo no se encuentra en este momento—y vaya que eran verdad sus palabras.

En cuanto aquel sujeto terminó de hablar, el auto de Renedo apareció en escena.

Kohaku no prestó atención a las personas en la entrada, solo se concentró en ingresar con su auto, pero cuando el chico bajó del mismo, se percató muy tarde de la identidad de aquellos dos hombres.

Renedo intentó correr hacia el interior de la casa, pero fue Sesshomaru quien lo alcanzó en un santiamén.

—De aquí no huirás, maldito—le dijo jalándolo del cuello de su camisa.

La mirada de Kohaku se encontró con la del Sesshomaru, percatándose de que aquellos ojos dorados estaban empañados de pura ira. El chico trago saliva, sintiendo un profundo terror al instante…

El placer de lo prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora