Sesshomaru trató de apartarse, instante que usó Rin para sostenerlo por la parte baja de su camisa.
—Espera, no te vayas—suplicó la chica mordiéndose el labio inferior.
Los ojos dorados se abrieron con sorpresa. Su hermana hacía un momento le estaba pidiendo que se fuera y, ahora todo su cuerpo parecía reclamar su presencia.
—Debo irme, descansa—dicho aquello se aproximó a su frente y dejó un delicado beso en la misma.
Rin sonrió como niña pequeña tras el contacto, cosa que hizo que Sesshomaru se quedara por un segundo viéndola. Era realmente bella.
Cuando la joven reparó en aquella mirada cargada de alguna extraña emoción, sonrió más ampliamente.
—¿Por qué no duermes conmigo como en los viejos tiempos?
—Estás loca, ya no tienes cinco años—dijo él, enderezándose.
—No los tengo, pero extraño a mi hermano—las palabras de la joven estaban cargadas de sentimiento—. A ese que no me apartaba de su lado, sino que siempre estaba disponible para mí. El que me leía un cuento, el que me compraba helados. ¡Lo quiero devuelta!, ¿Sabes cómo puedo recuperarlo?
—Quizá nunca se fue de tu lado y no te has dado cuenta.
—Lo siento lejos, demasiado lejos—contradijo ella.
—Pero está cerca—los dedos largos del hombre delinearon la curvatura de su rostro.
Rin lo veía con sus ojos brillosos, extasiada por esa cercanía que hacía mucho tiempo no compartían. La joven motivada ante este hecho, llevó su mano sobre la de él, esa que aún la acariciaba, y sin apartarle la mirada rozo su extremidad con cautela.
Se suponía que debía irse, pero Sesshomaru no quería hacerlo. Mientras las cosas iban ocurriendo de esa manera tan íntima y hermosa, quería permanecer más en ese lugar, tan siquiera mirándose el uno al otro.
—Ven—la joven lo jalo de su mano y lo guio hacia el espacio vacío en su cama—. Duerme conmigo, por favor.
El hombre, quien ya no se sentía con fuerzas suficientes para negarse, asintió.
Los dos pasaron a ocupar un espacio en esa cama individual, en la cual lo angosto no parecía ser un problema, por el contrario, era la excusa perfecta para estar pegados el uno al otro.
Rin se giró y se vieron frente a frente, la muchacha no tardó en acurrucarse en su pecho, y él no tardó en enrollar sus brazos alrededor del cuerpo de su hermana. En esa posición se quedaron dormidos y no fue hasta que el teléfono de Sesshomaru sonó que logró despertarse.
El hombre atendió rápidamente la llamada tratando de no despertar a la muchacha. El identificador le indicaba que se trataba de Sarah, por lo que se levantó con cuidado y salió de la habitación.
— ¿Qué ocurrió? ¿Por qué no has vuelto?—la voz de la mujer se escuchaba preocupada.
Sesshomaru sintió una oleada de culpa tras darse cuenta de que la había dejado sola y sin ninguna noticia suya.
—Lo siento, Sarah, voy en camino—y con esas palabras colgó el teléfono.
Sarah se quedó estática observando su celular, eran alrededor de las seis de la mañana cuando se despertó y se percató de que su pareja no había vuelto en toda la noche. Sesshomaru no solía comportarse de esa forma, razón por la cual se preocupó de inmediato.
«A lo mejor le había ocurrido algo a su hermana, a lo mejor le había pasado algo de camino a casa», fueron algunos de sus pensamientos.
Sesshomaru llegó justo a tiempo para cambiarse de ropa y dirigirse al trabajo. Sarah ya tenía el desayuno preparado y se aproximó a él en cuanto lo vio cerrar la puerta.
—¿Ha ido todo bien?—preguntó con la intención de saber que había sucedido.
El hombre, quien ya había maquinado posibles respuestas por el camino, suspiró pesadamente antes de decir:
—Rin bebió demasiado, dio mucho problema para meterse a la cama—al menos esa parte era cierta—, por lo que tuve que quedarme para vigilar que no se quisiera escapar a media noche. Discúlpame por no avisarte, no me percate cuando me quede dormido.
Sarah sintió que el aire nuevamente circulaba por sus pulmones, gracias al alivio que saber dicha información le causaba.
—No te preocupes, cariño. Pasa a darte un baño, servirá el desayuno.
[…]
La resaca de la noche anterior hizo que se despertara tarde, pero en cuanto sus ojos avellanas fueron abiertos, Rin busco la presencia de su hermano. Miro de un lado a otro y comprobó con tristeza que no estaba.
«¿Habría sido un sueño?», se preguntó. Sin embargo, no tardó en darse cuenta de que no lo había soñado. Sesshomaru había dejado su costoso reloj sobre la mesita de noche.
La chica sonrió, ¿cuándo se lo habría quitado? No importaba.
Era sábado, en la empresa eran pocos los empleados que acudían, por lo que se motivó a cambiarse de vestimenta y hacerle una visita a su hermano, después de todo tenía una buena excusa para hacerlo. O eso pensó Rin, mientras se cambiaba.
—Disculpe, ¿puede indicarme dónde queda la oficina de Sesshomaru Taisho?—preguntó la chica a la recepcionista.
La mujer la evaluó fijamente durante un par de segundos.
—¿Puedo saber quién lo busca?
—Soy su hermana—a la joven le sorprendía que aquella mujer no reparara en ningún rasgo familiar en su cara.
En su mente, al menos debería parecerse a su padre, y por ende, alguien debería reconocer la similitud de sus facciones y concluir que era parte de la familia Taisho. Era cansado siempre tener que luchar con las mismas dudas. «¡Eres su hija! ¿Estás segura?», ese sería el colmo de toda aquella situación.
—Me facilita su identificación, por favor.
Rin con una mueca de fastidio sacó lo solicitado y lo extendió sobre el mostrador. La mujer leyó el nombre y comprobó que era la hija del dueño de la empresa, por lo que su actitud de inmediato cambió.
—Es un gusto tenerla por aquí, señorita Taisho—sonrió—. Le informaré a alguien del personal para que la acompañe a la oficina del señor Sesshomaru—dicho aquello le entregó un carnet que portaba la insignia de “visitante”.
—Gracias.
A pesar de que aquellas situaciones habían venido repitiéndose a lo largo de su vida, la joven Taisho jamás se preocupó por saber a qué se debía. Para ella, la respuesta era simple: la gente era tonta.
Aunque, en el fondo no era así, Rin era completamente diferente a su familia, puesto que no compartían la misma sangre, cosa que ella desconocía.
Sesshomaru percibió el sonido en la puerta y dio el pase sin imaginarse lo que se encontraría.
—Rin, ¿qué haces aquí?—pregunto con la boca ligeramente abierta.
—Olvidaste esto en mi habitación—enseño el reloj.
—Ah, no te hubieras molestado.
—No es molestia, en realidad quería verte—la chica lo miró con picardía.
—¿Verme?
El hombre tenía miedo de saber a qué se refería.
—¿Te falta mucho? Quisiera que diéramos una vuelta.
—No puedo, Rin, tengo mucho trabajo—aquello simplemente era una excusa.
—Entonces te esperaré—la jovencita se sentó en la silla al otro lado del escritorio.
Sesshomaru sabía que no podía sacarsela de encima por lo que terminó accediendo, sin imaginarse que aquello terminaría de ayudar a dar el último empujón que necesitaba para adentrarse en aquel mundo clandestino…
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El placer de lo prohibido
FanficEl amor no siempre es aceptado, en algunas ocasiones, se convierte en algo prohibido que no debe ser experimento, sin embargo, el placer que se consigue en esas prohibiciones hace del amor algo mucho más intenso. Las circunstancias los convirtieron...