—¿Puedo?
La pregunta pilló a Évelyne por sorpresa, puesto que era la primera vez que alguien en aquel parque se dirigía a ella para algo más que un saludo casual.
Allí, ante ella se había apersonado una señora anciana, de unos setenta u ochenta años de edad. La mujer vestía con ropajes negros y un tanto humildes, pero sin dejar atrás un toque de elegancia gracias al broche que portaba en la solapa de su abrigo, algo que llamó la atención de la criatura de inmediato.
La anciana señaló el banco en el que Évelyne estaba sentada cuando hizo su pregunta, evidentemente pidiéndole permiso a ésta para tomar asiento a su lado.
—P-por favor —Évelyne se hizo a un lado, dejando incluso más espacio libre para la nueva incorporación, aunque no era necesario.
Se hallaba nerviosa y estaba segura de que la anciana lo había notado en su voz. Era un sentimiento extraño, por otra parte: La criatura prefería la soledad, pero también deseaba compañía. Esta señora probablemente no se daba cuenta de que había sido la primera desconocida que le pedía permiso para algo, que se acercaba a ella por voluntad propia y semejaba con ansias de quedarse, aunque fuese por tan sólo un rato, acompañándola.
Évelyne no la iba a asustar, se dijo convencida. Y tampoco iba a dejar que el pánico la venciera.
—¿Es usted nueva por aquí? —inquirió ahora la anciana, luego de acomodarse, apoyando a un lado de la banca su bastón—. No recuerdo haberla visto antes.
La criatura no esperaba que le dirigiera la palabra más allá de lo necesario, ya bastante había sido que de todos los lugares de receso disponibles hubiese elegido el mismo que ella. Y secretamente agradeció el llevar todavía el velo cubriéndole el rostro; la mujer semejaba amable, no deseaba espantarla.
—Acabo de llegar a la ciudad —confirmó Évelyne, tratando de convencerse de que aquella podía ser una interacción normal, que nadie estaba ahí específicamente para juzgarla por ser un monstruo..., presumiblemente, porque no tenían ni idea—. No suelo salir acudir mucho por aquí pero, cuando lo hago, ciertamente disfruto más que de recorrer el centro. La tranquilidad que se respira aquí es de agradecer.
—Ah, sí. Me sucede lo mismo, aunque yo sí vengo al parque más a menudo. El doctor me ha recetado aire fresco y algo de ejercicio, así que el venir aquí me viene de maravilla, puesto que me queda prácticamente al lado de casa.
—¿Al lado?
La mujer señaló uno de los edificios que rodeaban el recinto, al otro lado de la calle, a apenas veinte metros de distancia. Évelyne se sorprendió a la par que horrorizó al pensar que podía ser tan confiada como para indicarle su dirección a una completa extraña.
—Se puede ver todo el recinto desde mi ventana, es bastante conveniente —Luego, con una naturalidad que indicaba ésta no era la primera vez que abordaba a una desconocida, se presentó—. Mis conocidos suelen dirigirse a mí como Sra. Müller, pero tú puedes llamarme Franziska.
—Évelyne —procedió la criatura con un hilo de voz y, segundos después, recordando que se suponía tenía un apellido, se corrigió—. Évelyne Beaumont.
—Es un nombre muy bonito, has de ser una persona afortunada por tenerlo.
—No sabría decirle.
Lo cierto es que no se había parado a pensar en su significado, más allá de que le gustaba tener otro apelativo un tanto menos ofensivo por el cual pudiesen dirigirse a su persona.
—Ambos nombres son de origen francés —continuó diciendo la anciana—. Évelyne tiene raíces germánicas, a menudo se asocia con la belleza y la juventud. Y Beaumont perfectamente se podría traducir como una bonita montaña.
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La dama que se alzó de entre los muertos #PGP2024
Historical Fiction-Tienes que crear un hombre para mí, con el que pueda vivir e intercambiar el afecto que tan necesario resulta para mi existir. Solo tú puedes hacerlo, y te lo exijo como un derecho que no debes negarme. El monstruo dijo esto con convicción, como si...