Capítulo 12

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Tal vez hubiese algo de razón en el hecho de que Évelyne no resultase el monstruo con el que originalmente la comparaban, que tuviese un lado sensible y no le gustara ver sufrir a la gente. Pues, aunque aquella noche Victoria no pronunció una palabra en el recorrido de vuelta al apartamento, ella no se arrepintió de su decisión de abandonar a los otros dos en pos de acompañarla.

Por alguna razón que no llegaba a comprender, no le agradaba la idea de dejarla caminar sola por las calles cuando ya comenzaba a oscurecer.

Pensándolo con frialdad, sabía que no existía peligro alguno. Que Victoria ya habría recorrido esas calles cientos de veces a tales horas, cuando regresaba de la facultad. Pero aun así se sentía incorrecto el dejarla ir a solas siendo que, en primer lugar, había sido cosa suya el convencerla para que viniera a la reunión.

Algo iba mal. Évelyne podía sentirlo, aunque decidió no preguntar de inmediato, dejando tiempo a su creadora para que ponderase en lo que fuera que la tenía preocupada.

Y después, para su sorpresa, una vez arribado a casa fue la propia Victoria quien sacó el tema aunque, esto sí, sin dar demasiados detalles al respecto: Sólo señaló que las cartas recibidas pertenecían a su familia, que la estaban invitando a pasar allí unas semanas durante los siguientes meses.

—¿Y eso es malo? —había inquirido Évelyne que, por lo poco que sabía de parentescos varios, creía que estos siempre debían conformar un grupo bien unido de humanos que se apoyaban entre sí de manera incondicional.

—No es malo en sí, es sólo que hay obligaciones que cumplir y, ¿recuerdas todos esos meses en las que te las viste por tu cuenta? —Habiendo obtenido la queda confirmación de la criatura, continuó—. Bueno, pues es algo similar en el sentido de que, una vez te acostumbras a cierto estilo de vida, después es difícil cambiarlo.

—No creo que fueses a sufrir tanto si te fueses a vivir una temporada con los tuyos —replicó Évelyne que, casi sin percatarse, todavía portaba cierto tono de despecho en su tono.

—Puede que no —concedió Victoria—. O al menos no si es que la visita fuese temporal y no hubiera de quedarme más del plazo estimado. La realidad es que, si he de escoger qué estilo de vida me complace más, elegiría éste sin dudarlo: Me agrada la libertad que tengo, viviendo en Ingolstadt por mi cuenta. Y aunque lo de mis estudios en la facultad termine siendo algo efímero, aunque quizás algún día también decida cambiar de urbe, todavía quisiera poder vivir por mi cuenta y trabajar en algo que me guste. Sin presiones familiares de por medio. La idea de mudarme permanentemente a la misma calle donde me crie me resulta inadmisible.

—¿Eso es lo que quiere tu familia?

Porque a Évelyne le hubiera gustado eso para sí misma: tener a los suyos cerca, el poder verlos a diario y asimismo repetir una pacífica rutina cada día, sin tener que preocuparse por que se le terminase la comida o por no poder permanecer bajo un techo durante la noche.

Y, en cierto modo, ahora que lo pensaba en frío, por fin lo tenía.

Quizás Victoria no fuese la persona más cálida a la hora de recibir gente en su hogar, pero por lo menos la había terminado aceptando.

—Es lo que toda familia quiere, pues es lo convencional que se espera de uno. Sobre todo si eres una mujer —explicó Victoria con el mismo desapego que alguien que no seguía dichas tradiciones podría poseer—. Pero bueno, ya habrá ocasión de amargarse por eso. De momento, ésta se supone será otra estancia de paso más. Y, por otro lado, me alegro de que vaya a ser en primavera y no hayan tratado de convencerme este año para que me quede por Navidades. Eso sí hubiera sido un engorro.

—¿Por qué?

—Demasiada gente apiñada en las casas, fiestas y jolgorio por cada avenida, misa los domingos y la seguridad de que una va a tener que ser partícipe de los preparativos navideños.

La dama que se alzó de entre los muertos #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora