Capítulo 33

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Durante los meses que estuvieron viviendo juntas, Évelyne y Victoria habían salido juntas en numerosas ocasiones, ya no sólo a través de parques y cafeterías, sino también a lugares de ocio donde se concentraba buena parte de la vecindad en un día festivo. Pero hoy era la primera vez que Évelyne acudía al teatro y, no, no sólo eso, también era la primera ocasión en la que Victoria accedía a venir acompañada de Franziska y de toda una turba de personajes a los que, si bien ya conocía de pasada por haberse topado con ellos en el baile de Navidad, nunca los había tenido que tratar por más de algunos minutos de conversación.

Si Victoria no era muy dada a salir con sus propias amistades, mucho menos se iba a interesar en pasar tiempo con las de los demás. Y quizás es por esto que Évelyne se sorprendió cuando decidió aceptar su oferta sin ningún tipo de coacción. Casi como si, de hecho, hubiera estado esperando a que llegara ese momento.

—¿A qué se debe este milagro? —había preguntado en cierta ocasión, cuando tuvieron un momento a solas mientras, esperaban por el resto de personas con las que habían acudido—. No creí que te llevaras tan bien con Franziska y compañía como para aceptar.

—Tal vez sea porque realmente tenía muchas ganas de ver esta obra, desde que se anunció su estreno —repuso Victoria, con una convicción que podría resultar hasta creíble de no ser por el hecho de que ella nunca le había hablado de ningún tema ni remotamente cercano al teatro.

—¿En serio?

—No.

—Podríamos haber venido otro día, sólo nosotras dos, si lo preferías.

—¿Qué te hace pensar que no podríamos hacer eso en otra ocasión, aun viniendo hoy aquí? No, estas buenas personas tuvieron la gentileza de acordarse de mí. Así que, ¿cómo podría yo rechazar su invitación?

Victoria no había tenido problema en hacer tal cosa en ocasiones pasadas, pero Évelyne decidió dejarlo correr. No iba a ser ella quien le quitase la ilusión.

—De todos modos, te avisaré si el barullo y el gentío me terminan abrumando —prosiguió la científica—. Por si hay que recurrir a otro plan.

—¿Te refieres al de excusarme ante Franziska y darles una razón por la que debemos volver a casa de inmediato?

—No, me refería a huir sin decirle nada a nadie. ¿Por quién me tomas?

En verdad, con Victoria nunca se sabía. Estando de buen humor, como en la tarde presente, resultaba improbable que fuese a urdir una de sus escapadas, con o sin excusas. Pero ésta tampoco se trataba de una salida cualquiera; había más gente de la que ambas estaban habituadas y, además, la duración de la misma iba a ser buena parte del día. De manera que ni siquiera se podía augurar que la propia Évelyne no fuese a precisar de un descanso, alcanzado cierto momento de la velada.

—Me encantaría saber quién fue el listo que sugirió ir a la ópera —se había quejado Richard, acercándose a ellas en la recepción del teatro—. Que no acepten mi propuesta de divertimento lo entiendo, pues mi sugerencia es un arte que no es para todos. Pero de ahí a venir a un teatro para ver a un puñado de actores berreando...

—No estarán berreando, sino cantando —le corrigió Évelyne, sin darse cuenta de que Richard sabía perfectamente lo que estaba criticando—. Y deben de hacerlo bien porque, ¡mira este sitio y la cantidad de gente que fuera estaba haciendo cola para entrar! Seguro que nadie pagaría por unas entradas si no fuesen buenos.

—En todo caso, ¿no fue la cumpleañera quien lo escogió? —inquirió Victoria que, por su parte, no parecía tener planes de meterse en ese debate de cuán interesante podría o no ser una ópera.

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⏰ Última actualización: Oct 25 ⏰

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La dama que se alzó de entre los muertos #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora