Capítulo 22

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La relojería perteneciente a los Frankenstein se hallaba a apenas un par de calles de distancia del hogar de los susodichos y, viendo que la tienda se utilizaba precisamente para vender y reparar relojes, a Évelyne no se le escapaba la ironía de lo peculiar que podría resultar esta familia, con Victoria controlando a los difuntos mientras que su padre y hermano menor se dedicaban a tener una mano puesta en el tiempo.

Por supuesto tal cosa fue sólo un pensamiento efímero y fantasioso, que sólo estuvo ahí por un momento, mientras contempló el cartel que anunciaba el local en los momentos previos a que Ernest desbloquease la puerta de entrada.

—¿Aburrida de tolerar a mi padre? —había preguntado éste con una sonrisa pícara, volviéndose momentáneamente hacia Évelyne.

Con el Sr. Frankenstein señalando que prefería quedarse en casa toda la tarde, Évelyne temió verse arrastrada a otra conversación sin fin sobre la belleza de Ginebra o los ex habitantes de la misma. Así que, cuando vio que Ernest comentaba que debía ir a la tienda para terminar un encargo, vio la oportunidad para señalar que le encantaría visitar el lugar.

El hermano de Victoria no tuvo inconveniente, pero parecía que sí había visto tras su plan.

—N-no es lo que parece —repuso Évelyne, nerviosa, no podía ser que todo fuese tan bien en Ingolstadt mientras que aquí no acabase de solucionar un problema para meterse en otro—. Me he divertido mucho esta mañana con todos vosotros, es sólo que...

—Estás cansada —completó Ernest—. Ya me imagino. Yo tengo los pies destrozados, y te lo dice alguien que está acostumbrado a estar gran parte del día parado detrás de un mostrador —Volviéndose hacia ella, sujetando una puerta que ya se hallaba abierta, inquirió—. ¿Entras?

Y Évelyne lo hizo, un poco más tranquila tras haber comprobado que Ernest tenía una opinión similar sobre la excursión de esa mañana.

—Cuidado con dónde te arrimas —le advirtió éste justo después de cerrar la puerta, pasando por al lado de su improvisada invitada para alcanzar el centro de la tienda, donde se situaba el mostrador—, hay demasiadas cosas alrededor y cualquier día acabaremos enterrados por una avalancha mecánica. Es el problema que tiene no disponer de espacio suficiente para un almacén.

Ernest lo decía en serio, si Évelyne no tenía cuidado, en cualquier instante podría rozar con el brazo algún artilugio, pues cantidad de relojes, de todas las clases, que había en aquella estancia resultaba exagerada: Nada más entrar, a los clientes les recibiría un pasillo provisto con múltiples estanterías plagadas de mercancía. Y, una vez éstas terminaban, la tienda parecía hacerse más pequeña de lo que era con cada esquina plagada por algún tipo de mecanismo diferente. Los Frankenstein vendían relojes de pared, de mesa, de cuco... Junto al propio mostrador parecía haber una exposición de relojes de bolsillo.

Pero, sin duda, lo que más impresionó a Évelyne, fue el divisar toda una estantería repleta de muñecas que sostenían alguna especie de dispositivo similar a un reloj.

¿Sería posible pasar miedo en un lugar como éste? De no ser porque Ernest se ocupó de descorrer las cortinas, dejando que entrase algo de luz natural a la tienda, era posible que ella se hubiese sobresaltado al volver la vista hacia esta parte del local.

Por fortuna, era sólo esa parte. El resto del sitio, por atestado que pudiera estar, resultaba de lo más acogedor. Évelyne no entendía de relojes, pero por los diseños y lo gastada que se veía la madera en algunos de los que permanecían en primera fila de exposición, podía deducir que aquí no sólo se vendían nuevas piezas, sino que también se comerciaba con relojes de segunda mano.

—¿Te gustan? —preguntó Ernest, justo cuando Évelyne estaba echando un último vistazo a las docenas de muñecas que tenía ante sí—. Padre tiene una de esas en su despacho; un pianista de apenas treinta centímetros que cada vez que llega a la hora en punto el mecanismo, se mueve y toca una pequeña melodía.

La dama que se alzó de entre los muertos #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora