Capítulo 9

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Évelyne había mentido.

O, sino mentido, por lo menos había ocultado parcialmente la verdad: Ella sí planeaba acudir a la universidad de Victoria, recorrer los pasillos por los que seguro que científicos como ella causaban tanto horror a diario, y quizás husmear en lo que fuera que su creadora estuviese planificando próximamente.

Planeaba, sí, pero era un proyecto que tenía en pausa.

Y quizás lo tenía en pausa porque, bueno, ¿y si se equivocaba con Victoria? ¿Y si de veras había dejado lo de sus experimentos por crear vida, como ella misma llevaba asegurando desde que la recogió en las montañas de Ginebra?

Desde luego, el que hubiese dimitido con respecto a este tipo de estudios, no implicaba que no pudiese estar preparándose para un caos mayor. Quién sabe, podría que estuviese desarrollando una fórmula para quitar vida en esta ocasión, o para destruir las cosechas de vecinos que nada malo le habían hecho.

Pero, al final, todos estos pensamientos habían comenzado a sonarle a Évelyne algo tremendistas, dignos de alguna de esas novelas a las que se había aficionado en las últimas semanas. Pues, si es que Victoria la estaba engañando en ese sentido, ¡estaba realizando un trabajo excelente con ello! Y es que la susodicha parecía que realmente se preocupaba por Évelyne.

Últimamente hasta daba la impresión de que ambas estaban más unidas, que si bien no eran amigas como tal, existía potencial para que pudieran llegar a serlo.

La criatura sabía dónde se encontraba la universidad de Ingolstadt desde mucho antes de que Henry la llevara hasta sus puertas, pero nunca se había aventurado a ir hasta allí por su cuenta, pese a saber que podría obtener algunas de las respuestas que todavía la atormentaban.

No había ido al principio porque, tal y como Victoria apuntó, no resultaba conveniente armar un alboroto con su llegada. Ir allí habría llamado demasiado la atención, la habrían despachado al instante, si no sucedía algo peor. Y cierto es que también pudo haber tratado de colarse al oscurecer, sin que nadie la viera, pero ello hubiese requerido un plan más elaborado, junto con cierta habilidad para atravesar una verja y sortear varias puertas que estarían cerradas a cal y canto.

No compensaba, era mejor investigar en lo que había en el apartamento de la científica y dejar eso para luego, cuando Victoria estuviese desprevenida y Évelyne hubiera tenido más tiempo para pensar.

El problema, en cambio, era que cuanto más pensaba, menos ganas tenía de continuar con ese plan.

La convivencia en el piso de Victoria, así como también sus interacciones con la susodicha, estaban siendo apacibles en su mayor parte. Quizás la relación entre ellas no fuese convencional en el mismo sentido en que podría serlo la de una familia como aquélla que Évelyne estuvo observando tiempo atrás, pero era satisfactoria igualmente. ¿Y qué sentido tendría, pues, arruinarlo a base de querer escarbar en la basura? ¿Por qué no ignorar ciertas cosas, en pos de mantener lo que estaban empezando a cultivar?

No, la criatura no era tan generosa. Había días en las que esto se le pasaba por la cabeza, sí, pero en otras ocasiones todavía reinaba la sospecha. Y aunque no se aventurase a dar el paso para realizar alguna acusación o indagar más allá de los límites que Victoria impuso, tampoco planeaba perdonarla por pecados pasados.

Al final, si no acudió antes al campus fue por miedo.

Miedo a que alguien la reconociese como un monstruo y la apresase, miedo a que se confirmasen todas esas sórdidas fantasías que tenía en las que aquellos edificios lucirían más como una cámara de tortura gigantes antes que un quedo lugar de estudio. Y, sobre todo, miedo a confirmar que Victoria continuaba siendo la misma persona trastornada que crearía vida a partir de materia inerte sólo para tener de qué presumir ante sus contemporáneos.

La dama que se alzó de entre los muertos #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora