La dama que se alzó de entre los muertos #PGP2024

Capítulo 16

Aquello era una amenaza vacía. Una que, si bien sonaba de lo más empoderada habiendo sido dicha en el pequeño espacio que componía el interior del carruaje, no poseía ningún efecto práctico una vez estas tres personas arribasen a la propiedad von Rosenwald.

A Évelyne le constaba que, si bien Victoria no resultaba la mejor conversadora en una reunión social, tampoco era de las que procuraba hacerse desagradable a propósito a los ojos de otras personas. Y su teoría probó ser cierta cuando, nada más cruzar el umbral del edificio, la científica se quedó callada como una tumba, limitándose a observar a su alrededor y sin hacer amago alguno de robarles el protagonismo a la criatura o a cualquier otro de los invitados.

No. Georg le había ofrecido su brazo a Évelyne nada más entrar, un gesto de cortesía que también tenía como objetivo el evitar que se perdiesen entre la multitud.

Victoria, en un inicio, los siguió a una distancia prudente varios pasos por detrás, utilizándolos así de escudo humano, puesto que la mayor parte de saludos que estarían recibiendo serían dirigidos a ellos. Évelyne, que había divisado enseguida al grupito de conocidos con el que Georg y ella se iban a quedar la mayor parte de la velada, se volvió a ella para invitarla y nada más darse cuenta de que la científica ya había desaparecido, aprovechando algún momento de despiste para escabullirse sin que se notara.

Tal vez la imagen de la susodicha utilizando alguna puerta lateral que llevara al área de servicio y posteriormente de vuelta al exterior no fuera muy descabellada, considerando la de veces que se había quejado de tener que asistir al baile. Sin embargo, y tras un rápido escaneo del salón, Évelyne pronto volvió a dar con la científica.

Victoria parecía haber encontrado al profesor Waldman y compañía —pues, aunque no les conocía personalmente, Évelyne dudaba que Victoria fuera a dirigirles la palabra voluntariamente a un par de individuos desconocidos por más de cinco minutos—, y ahora se hallaba enfrascada en una conversación que, por las expresiones que todos ellos portaban, no debía ir mal.

Así que, habiéndose cerciorado de que su creadora todavía no había huido como amenazó hacer y que tampoco se hallaba en peligro de muerte por socializar en demasía, tomó nota mental de alejarse y dejarla a su aire, confiando en que las cosas seguirían así de bien por al menos otra media horita: Évelyne iba a invitarla a acompañarles, tal vez hasta a presentarle a algunas personas más que había conocido en los últimos días. Pero eso podía esperar hasta que terminase de hablar con los académicos.

Por lo pronto, Évelyne se limitaría a disfrutar de la velada, consciente del logro que suponía el que pese a ser el primero de los días en que no llevaba un velo puesto dentro de un local donde tantos cientos de personas se reunían, nadie le hubiera dicho nada irrespetuoso sobre su apariencia.

Es más, lo contrario. Más de una amistad de Georg le hizo algún cumplido sobre su vestido, interesándose por el corte y por dónde podrían adquirir uno similar.

Évelyne estaba encantada de compartir el dato. Nunca antes había tenido a su disposición algo que considerase información propia de valor —descontando, quizá, cualquier pequeñez que a Victoria se le ocurriese para anotar en su agenda imaginaria pero, dado que la de ser curiosa por naturaleza venía como parte de la profesión de científica, la criatura no creía que eso contase—, de manera que estaba encantada de poder ser partícipe de este tipo de conversaciones del día a día, que no hacían sino involucrarla más con los aldeanos de aquella pequeña ciudad que ya se estaba comenzando a convertir en su hogar.

—Vaya, ¿a quién tenemos aquí? —inquirió una voz conocida, poco después de que Évelyne terminase de darles instrucciones sobre cómo llegar a cierta tiendita a un par de mujeres que acababa de conocer—. Sabía que ibas a venir, pero francamente no esperaba encontrarte: Están ya las entradas colapsadas, no quiero ni imaginarme el salón de baile.