Capítulo 14

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Así como Évelyne no esperaba hacer partícipe como tal del baile de Navidad a Victoria, Victoria no aguardaba tampoco a que alguien la invitase.

Sí, desde luego que había escuchado de tal obra de caridad orquestada por los von Rosenwald. Honestamente, ¿quién no lo había hecho? Desde que fue oficial que tal evento tendría lugar, no se había escuchado otra cosa en la ciudad. Todos estaban encantados ante la perspectiva de un baile navideño, de poder reunirse un año más en tan deslumbrante propiedad como era la de una de las familias más prósperas de la región.

Muchos eran los vecinos que, si bien no planeaban estar allí para la cena que se celebraría, teniendo que atender sus propios compromisos familiares, sí ansiaban pasarse por allí a última hora de la tarde para no perderse el baile.

No era necesario un convite. Cualquiera estaba admitido, ya fuera que acudiese solo o en compañía. ¡Ni siquiera era necesario pagar una fianza por estar allí, independientemente de lo que uno consumiera o dejase de consumir!

Georg tenía razón cuando le describió a Évelyne todas las ventajas que el evento supondría y, por tanto, a Victoria no le extrañó que la criatura hubiese aceptado acudir sin pensar demasía en las consecuencias que estar entre una multitud semejante podría tener para su frágil moral.

Aunque, quizás considerarla frágil a estas alturas sería inclinarse por el catastrofismo: Évelyne nunca antes había estado en una estancia que diese cobijo a cientos de personas, de acuerdo. Pero sí llevaba días, desde que se hizo amiga de Georg y compañía, realizando largas caminatas a través de las calles más concurridas de la ciudad y hasta el momento no hubo ningún incidente destacable, ningún llamamiento de la policía por algún disturbio provocado de manera no intencional.

Así que Victoria estaba tranquila. Confiaba en que Évelyne supiese lo que estaba haciendo y, si es que realmente no sabía, entonces ponía su fe en que tuviese la suficiente cabeza como para apartarse antes de que el problema escalase a extremos en los que ni ella podría salvarlo.

Por lo pronto, la situación actual entre ellas era... rara, por ponerlo de algún modo.

Évelyne le había contado sobre la invitación de Georg y asimismo había expresado su deseo de ir. Luego, sin demasiada sutileza por su parte, le preguntó a Victoria si tenía intención de asistir a tal evento y, ante su negativa, se limitó a asentir. Sólo para luego acabar haciendo un recuento de todas aquellas maravillas sobre las que su nuevo amigo la había hecho partícipe y que, de acudir, sería lo que les esperase en la propiedad de los von Rosenwald.

—¿Estás intentando darme envidia para que acuda? —había inquirido Victoria finalmente, dejando a un lado su lectura, después de más de tres cuartos de hora escuchando un monólogo de Évelyne, quien parecía que sin haber acudido nunca a un baile de la aristocracia estaba ya más puesta que ella en tales menesteres.

—¡Claro que no! —La criatura sonó indignada por un instante—. Pero habíamos quedado en que tendría que informarte de a qué lugares asisto diariamente, y eso estoy haciendo.

—No, ese era el trato inicial, en realidad. Porque quería verificar que podía fiarme de ti y que en mi ausencia no te colarías en propiedad ajena para robar, cometer homicidio premeditado o hacer cualquier otro tipo de barbarie imaginable. Ahora, en cambio, creo que hemos llegado a una zona de respeto mutuo y realmente no necesito que me des cuenta de cada uno de tus movimientos.

—Todavía sigues preguntándome qué tal ha ido mi día cada vez que vuelves de la facultad —El tono pretendía ser acusatorio, aunque no había enojo real detrás, sólo confusión.

—¿Cortesía básica? —sugirió Victoria—. Nunca te he obligado a responder.

Aquello era cierto y la criatura debía ser consciente de ello, pues tal constatación la silenció por unos instantes.

La dama que se alzó de entre los muertos #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora