Kindergarten

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Un pequeño niño lloraba con fuerza sujetando la mano de su madre, estaba muy asustado por separarse de su progenitora por tanto tiempo

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Un pequeño niño lloraba con fuerza sujetando la mano de su madre, estaba muy asustado por separarse de su progenitora por tanto tiempo.

— Tommy, no te preocupes, vendré por tí en unas horas. — Se agachó a la altura de su hijo, limpiando sus lágrimas.

— No quiero. — Sollozo sujetando con toda la fuerza, de un niño pequeño, a su madre.

— Solo serán un par de horas y vendré por tí en un dos por tres. — Ánimo, peinando los cabellos rubios de su pequeño.

— ¡No! — Se alteró al ver a su madre parándose, para cargarlo.

— Harás muchos amigos, y jugaras con demasiados juguetes. — Caminó hasta la entrada del Kindergarten.

Vió a la maestra en la gran puerta, y sonrió apenada. — Buenos días. — Saludó.

— ¡Buen día! ¿Cómo estás, pequeño? — Dirigió su mirada al niño, saludando con cariño.

Tom arrugó la nariz y ocultó su rostro en el pecho de su madre.

— Está algo asustado, disculpe. — Menciono Simone avergonzada, la otra mujer negó con una sonrisa.

— No te preocupes, es algo muy normal en los niños. Pero por favor, pasa, puedes llevarlo hasta su salón correspondiente. — Se hizo a un lado señalando hacia adentro. Simone agradeció e ingresó con su hijo en brazos.

— No hay porque temer, mira que bonito los colores, y mira allá Tom. — Señaló con emoción, el niño dejo de ocultar su rostro, mirando con curiosidad. — Es un conejito. — Se acercó a la pared dibujada, para que su hijo tocará de ella.

— Es bonito. — Murmuró con una sonrisa en los labios, haciendo a la mujer sonreír de alivio.

— Vamos a conocer el lugar donde estarás. — Caminó buscando el salón de su hijo. Cuando llegó, bajo lentamente a su hijo con temor a que llorara, al verlo normal, lo bajo por completo, haciendo que tocará el suelo con sus pies.

Vió el interior, al estar la puerta abierta, habían varios niños, unos dibujando, otros jugando, y uno que otro llorando, pero estos últimos estaban en compañía de una mujer, que supuso que sería la maestra.

— Ve, pasa. — Señaló el interior, con una sonrisa animada.

Tom negó rápidamente. — ¿No vas a entrar conmigo? — Al notar la voz temblorosa del menor, se asustó, y asintió levemente. — Te acompaño, no llores. — Tomó con delicadeza la mano del pequeño, para tocar la puerta, llamado la atención de la mujer mayor de adentro.

— Pasa, pasa. — Repitió con una sonrisa aquella mujer.

Simone asintió y paso con su hijo, Tom estaba un poco inquieto por todas las miradas curiosas de los niños en él, saco la lengua a aquellos, para luego ocultarse en su madre.

30 Días (Toll)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora