Extra⁵

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Celo

Compartir una noche con la persona que amas podría ser sencillo o tal vez no.

Los minutos pasaban y no estaba seguro de cómo terminaría esto.

Hacía ya mucho tiempo que mis lágrimas habían dejado de caer, y como consecuencia, mis ojos estaban hinchados por completo.

Solté un suspiro angustiado y golpeé ligeramente mi frente contra la pared. Mi pecho dolía y mi garganta había formado un doloroso nudo que me impedía hablar; mis ojos estaban volviéndose llorosos y sentía que no podía formular palabra.

Hasta que sentí una mano en mi hombro.

— ¿Cómo estás? — Escuché a Gustav.

Me incorporé, alejándome de la pared donde estaba recostado. Solo lo miré y negué con la cabeza.

— Estará bien, yo sé que no le pasará nada malo. — Trató de darme ánimos, los cuales, en el fondo, agradecía.

Estaba a punto de responder cuando vi a Georg caminar hacia nosotros con un vaso de café en la mano.

— Sé que estarás toda la noche aquí, así que...

Me extendió el vaso de plástico y lentamente lo tomé. Aunque estaba en compañía esperando noticias de una posible recuperación de mi omega, me sentía solo y débil; necesitaba ver a Bill para estar bien.

— ¿Cómo sucedió? — Preguntó Georg después de un rato de silencio.

Volví a verlos con aquel recuerdo en mente. Mi pecho dolía, mi lobo aullaba desesperado y me tornaba ansioso.

Sabía que mi voz estaba débil y temblorosa, pero aún así, ellos merecían una explicación.

— Ambos... ambos estábamos en la habitación y... de pronto sintió un dolor en el estómago. Me avisó con anticipación, pero... — Apreté mis labios sin poder continuar.

No podía brindarles la explicación adecuada.

Mis ojos volvieron a ser llorosos y sabía que no podía seguir, aunque quisiera. Me tiré al suelo, ocasionando que olvidara el café y lo botara.

No podía soportarlo, no saber nada de Bill y su estado me alertaba. Me hacía sentir débil e impotente.

Noté las miradas preocupadas de mis amigos, pero no podía tranquilizarme. Quería a Bill conmigo, junto a mí, poder besar su piel, sus labios y acariciar su cabello... y mi cachorro, tan pequeño que aún no podía notarse en el vientre de mi amado, pero sabía algo... no nacería. Había algo en mí que me lo decía, y dolía mucho.

Aún recuerdo cómo sucedió todo.

Estaba con Bill en la habitación de hotel después de un ensayo con el último álbum. Estábamos descansando, ambos abrazados en la cama, mientras no dejaba de besarlo por todo el rostro. Nos encontrábamos tan bien que incluso pude llegar a subir el nivel de la situación y besar más su piel desnuda, pero de un momento a otro, sentí un olor agrio inundar el ambiente y luego, Bill soltó un quejido.

Me asusté, pero pensé que tal vez era algo normal, aunque estaba equivocado.

Hasta que vi un sangrado en las sábanas y supe inmediatamente que era serio. Cómo pude, lo cargué sin causarle daño. Estaba asustado y Bill se había desmayado de un momento a otro, tal vez del dolor. No supe hasta que noté su silencio y lágrimas cesando.

Grité por ayuda y terminé llamando la atención de todos. Estábamos solos, los chicos habían salido, pero por suerte, justo estaban llegando y pudieron ayudarme, aunque también estaban perplejos.

30 Días (Toll)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora