Discoteca

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La discoteca estaba impregnada de un aura electrificante

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La discoteca estaba impregnada de un aura electrificante. Las paredes reflejaban destellos de luces neón, creando un laberinto de colores que se movían al compás de la música. El zumbido constante de la multitud y el aroma a diversos olores flotaban en el aire.

Su cuerpo se movía al compás de la música alta de la disco, con una bebida fría en mano. La luz parpadeante revelaba destellos de felicidad en su rostro mientras reía sin conocer una razón, entregándose al ritmo.

Sus caderas se balanceaban en armonía, fusionándose con las luces intermitentes, mientras se acercaba con pasos lentos a un chico conocido, dispuesto a realizar un baile para aquel.

— ¿Prefieres ir a otro
lugar? — Preguntó aquel chico alzando la voz debido a la música alta. Sus ojos buscaban complicidad en medio del bullicio, esperando una respuesta de parte del pelinegro.

— ¿Afuera? — Trató de averiguar entre los constantes parpadeos de las luces, con una sonrisa juguetona, restregó su cuerpo al contrario mientras era acompañado del ritmo vibrante de la música de la discoteca.

— Si gustas, y podemos hacer
algo. — Agarró al pelinegro de la cintura, moviéndose con el ritmo apasionado de la música que resonaba en todo el lugar.

Las luces tenues creaban un ambiente íntimo, mientras sus cuerpos se entrelazaban, envueltos en una atmósfera cargada de deseo.

— ¿Y tú cómo te llamas? — Río ligeramente, agarrándose de los brazos contrarios. Sin darse cuenta, hizo caer su bebida al abrazar al chico de rastas por el cuello, moviendo su cuerpo aún más cerca del otro.

La risa del pelinegro resonaba en el aire, mezclándose con la música y las luces de colores que envolvían la escena.

— Bill, no me jodas, soy Tom. — Susurró cerca del oído del pelinegro, arrugando la nariz. — Vamos a otro lugar, hermanito. — Sonrió dándole un golpe juguetón en el trasero.

Agarró la muñeca del contrario, guiando hacia una zona apartada donde la música se volvía más tenue y la privacidad aumentaba, creando un espacio íntimo para ambos.

— Ahh, ¡Tom! — Dijo el nombre del otro como si fuera de sorpresa, dejándose llevar, mientras, reía por no haber reconocido a su gemelo.

Las luces rojas y rosas cubrían el rostro de ambos, mientras una canción pegadiza sonaba con fuerza.

— No estás muy lúcido. — Se rió ligeramente del pelinegro, saliendo del primer piso hacia el segundo, dónde no había tantas personas, brindándoles más privacidad.

— Ah, seguro. — Volvió a reír por la situación, subiendo unas escaleras con ayuda del contrario.

— ¿Cuánto bebiste? — Trató de averiguar, sujetando con firmeza la cintura del pelinegro mientras subían los últimos escalones. — No me gusto dejarte tanto tiempo, lindo. — Susurró besando su mejilla.

30 Días (Toll)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora