Lo único que sabía era que estaba harto. Gritó con frustración agarrando la carta entré sus manos, rompiéndola. Después de todo, no era la primera vez que lo hacía.— Amigo, cálmate. — Dijo con la voz nerviosa, estaban llamando la atención de todos en el pasillo... nuevamente.
— No...¡Escúchame bien, porque sé que estás escondido por ahí! ¡Déjame en paz! ¡No me gustas ni me gustarás, nunca jamás! — Gritó con todas sus fuerzas, cerrando con fuerza el casillero. — Vámonos Georg. — Camino de largo, evitando la mirada de todos los alumnos.
— Tom, creo que te pasaste....Bill
es... — Fue interrumpido por el mencionado.— No, ni lo menciones, me tiene harto, y no, no me pase. Que entienda de una puta vez. — Habló con brusquedad.
— Está bien que no te guste pero amigo, sin duda tú le gustas mucho. Digo, hasta ahora no se rinde y muchas veces lo rechazaste hasta en público, como ahora... — Georg torció la boca, negando con la cabeza.
— Su puto problema si es masoquista, ¿Qué quieres que haga? — Volteó hacia un pasillo, siendo seguido por el mayor.
— Es que me da un poco de
pena. — Suspiró.— ¿Te gusta? — Preguntó curioso, mirando el rostro de su amigo, atentamente.
— No, solo me da cosita como lo rechazas y él sigue y sigue, como si fuese un perrito detrás de tí. — Aclaró.
— Como dije, su problema si es masoquista, a mí no me gusta, míralo, es demasiado... él. — Entró al salón de clases, notando que aún era temprano.
— Lo que digas.
Agarró la carta hecho trozos del suelo, sintiendo sus lágrimas empapar sus mejillas. Tomó cada trocito de papel, sin dejar ni una en el suelo, para guardar en su bolsillo, como si fuese su corazón roto siendo recogido.
Con la mirada buscó algo, arrodillándose en el suelo para ver de cerca, no le importó la mirada de otros en él, ni las risas, siguió con el objetivo de encontrar aquel regalo. Al poder divisarlo en una esquina, gateo para acercarse, tomándolo con su mano para mirar fijamente de ella.
Era un obsequio para Tom. Hace una semana había escuchado que el mayor perdió una cadena costosa, Bill sin dudarlo, había roto su chanchito, para así poder regalarle uno similar al que había perdido... lástima que no le gustó, es más, ni siquiera pudo verla.
Cualquiera en su sano juicio se hubiera rendido, pero Bill no era cualquiera. Estaba enamorado por completo y no podía quitar ese sentimiento.
Bill se había enamorado de Tom desde que eran niños. Cuando iban al kindergarten, dónde jugaban juntos, compartiendo las crayolas y peluches, pero parecía que el mayor no se acordaba de ello, porque siempre mencionaba que jamás había tenido contacto con el pelinegro.
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30 Días (Toll)
FanfictionHistorias (one shots) que se me ocurren con esta pareja. El contenido es toll, por lo que, si no te gusta, te sugiero que te retires. Hay escenas subidas de tono. Leer con precaución, por favor. ~Escribo por diversión~