Extra⁸

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Matrimonio

¿Qué más podía desear? Estaba en el paraíso en ese momento. Tenía a la persona que más amo en el mundo a mi lado y era mío por completo.

Nos habíamos casado hace unas semanas y nos encontrábamos preparándonos para nuestra luna de miel, en un sitio alejado del bullicio de la ciudad y del trabajo.

Había dejado la empresa en manos de Georg, por lo que no tenía que preocuparme por mucho y podía relajarme con Bill a gusto.

Mi sonrisa apareció de repente al ver cómo mi lindo esposo empacaba nuestras pertenencias en una maleta. Estaba en nuestra habitación, dándome la espalda, así que decidí ser un poco juguetón.

Me acerqué por detrás muy despacio, sin hacer ningún ruido con mis zapatos. Andaba tan lento que hasta contenía mi respiración. Estuve a punto de asustarlo cuando de pronto una camiseta cayó sobre mí, ocultando todo mi rostro.

— ¡Ay, Bill! — Me quejé y quité rápidamente la prenda, percatándome de que era mía una vez la tuve entre mis manos. Froté mis ojos mientras escuchaba su risa. Hice un gesto molesto, obviamente actuado, al verlo reírse en mi cara.

— ¿Planeabas asustarme? No debiste ni pensarlo. — Me dijo con una sonrisa ladina. Su expresión era tan linda que no pude formular palabras.

Sin decir más, me acerqué lentamente sin hacer ninguna expresión. Vi cómo su sonrisa confiada se borraba y me miraba confundido. Luego, trató de alejarse de mí, caminando en una dirección contraria. Claro que no se lo permití; rápidamente lo tomé entre mis brazos y lo cargué con facilidad.

— Oye, ¿qué haces? — Su voz era nerviosa a la par que se sujetaba de mi cuello con sus brazos. Elevé ligeramente mi rostro hacia arriba para que nuestras narices rozaran.

— Dándote amor. — Susurré y besé sus labios.

No tuve que esperar mucho para ser correspondido. Siempre éramos tan cariñosos, sea en privado o no, no teníamos por qué ocultar cuánto nos amamos.

A veces sentía que nuestra relación cada día se fortalecía más y más, pero otras veces me ponía tan pensativo que quería llorar. ¿El motivo? Pensar qué hubiera pasado si jamás me hubiera encontrado con Bill. Tal vez seguiría en la miseria, siguiendo malos pasos, en un ambiente inhabitable.

— Me gusta que me des amor. — Me dijo una vez nos separamos de aquella muestra de afecto.

No resistí y comencé a darle muchos besitos en el rostro, varios piquitos que lo hacían reír suavemente. Mi agarre en su cintura se volvió fuerte y traté de no lastimar su pierna izquierda. Muchas veces me había dicho que estaba mejor y que ni le dolía, pero me había acostumbrado a tratarlo con tanto cuidado que me era imposible ser brusco.

Sus dedos comenzaron a acariciar mis trenzas y nuevamente comenzamos a tocar nuestros labios. No había prisa, lo hacíamos con cariño.

Sin duda, esta parte del día era mi favorita, donde solo estábamos él y yo dándonos afecto. Caminé unos cuantos pasos hasta sentir el costado de la cama, por lo que lentamente lo bajé hasta que su cuerpo quedó en las sábanas. Él no dejaba de sostenerse de mi cuello ni de besarme. Yo solo traté de brindarle comodidad en medio de mis caricias.

Ahora estábamos abrazados, bien acurrucados uno con el otro. El calor era reconfortante junto con el silencio tan cómodo que yacía desde hace un rato. Lentamente acaricié su espalda con mis dedos, mientras ocultaba entre su pecho mi rostro. Su respiración me calmaba demasiado, verlo tan tranquilo me encantaba.

— ¿Viajaremos mañana? Pensé que sería hoy. — El silencio finalmente cesó, dando paso a una linda conversación.

— Mañana por la mañana. — Murmuré sin dejar de quitar mi rostro de su pecho. Su olor a lavanda me gustaba.

30 Días (Toll)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora