Extra³

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Querido

Los días, semanas, meses o posiblemente años transcurrieron mientras Tom luchaba por obtener el perdón.

Si alguien te miente, ¿lo perdonarías? Tal vez sí, o quizás no. Depende de la gravedad de la mentira y de cómo te haya afectado de manera  emocional y física. Además, Bill pudo saber mejor que nadie todo lo que tuvo que pasar para poder volver a confiar en Tom.

En aquellos días donde yacía el miedo, la tristeza, la traición y muchas emociones junto con sentimientos, Bill creía que su mundo estaba desmoronado por completo. Las fuerzas para hacer algo tan sencillo como levantarse de la cama fueron las más difíciles. Dejando así de ir al trabajo cada mañana, y en vez de ello, permaneciendo en la cama, llorando o durmiendo sin importarle su salud o reputación.

¿Exageración o sensibilidad? Lo que sí se debe saber es que la intensidad de sus sentimientos no era un juego. En cada encuentro con Tom, se imaginaba tantas cosas, como un futuro juntos o las muchas caricias que se darían como pareja.

No fue así, y en cambio recibió una apuñalada de realidad que lo sacó de su mundo de fantasías. No era un cuento de hadas, era el mundo real.

Para llegar al final, hay que comenzar por el principio.

— No quiero. — Murmuró con una voz frágil y lastimera.

Gustav había llegado luego de unos tres días sin ver a Bill. El chico estaba preocupado por él al no obtener comunicación, por lo cual decidió ir a su casa y se había enterado de todo, absolutamente todo. Se había enojado pero trató de guardar calma.

— Bill, por favor. — Sujetó el extremo de la frazada para jalar de ella con fuerza. Bill frunció su ceño y luchó contra los jaloneos de Gustav.

— Solo ve a tu casa, déjame solo. — Dejó de sostener la frazada, ocasionando que Gustav casi cayera al haber jalado sin un obstáculo de por medio.

El mayor arrugó las cejas y con determinación sujetó a Bill de la cintura para jalarlo fuera de la cama. En cambio, Bill al estar dándole la espalda, se sorprendió al no esperar tal jaloneo. Gustav, como pudo, lo cargó para llevarlo hasta afuera de la habitación.

— Gustav, no me agrada esto, bájame. — Gruñó, dando patadas en el aire al estar cargado de manera nupcial.

— No.

Fue una respuesta negativa, y Bill al saber que el otro estaba decidido a no soltarlo, decidió solo cruzarse de brazos.

— Te cambiarás e irás al trabajo, aún tienes tiempo. — Con cuidado, bajó al otro al sillón.

— No. — Se negó, evitando ver al otro.

Gustav suspiró profundamente y asintió ligeramente a su pensamiento. Con esa idea en mente, caminó nuevamente a la habitación del pelinegro dispuesto a buscar un conjunto de prendas para su amigo. Estaba decidido a ayudar a Bill, no se quedaría con los brazos cruzados viendo el estado en el que se encontraba, y si debía ayudar en algo, comenzaría por llevarlo al trabajo a la fuerza.

Pero algo que Gustav no consideró fue el hecho de que Tom trabajaba en la misma empresa de modelaje que Bill.

— ¡Elige! ¿Formal o informal? — Gritó desde la habitación hacia la sala, esperando a que Bill le respondiera.

El pelinegro escuchó pero solo bufó por cómo Gustav seguía insistiendo. No estaba dispuesto a encontrarse nuevamente con Tom; creía que si lo veía, volvería a romper en llanto.

Él pensaba que era un tonto, un idiota sensible, que no podía actuar como un adulto y enfrentar la situación. Llegó a sentir que tal vez exageraba.

Pero... no estaba con Tom como pareja, y aquel pensamiento llegó a él como un balde de agua fría. Nunca fue una relación formal. Jamás. Desde el principio tuvo las señales pero no las procesó o no quiso hacerlo.

30 Días (Toll)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora