Rivales

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— Excelente

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— Excelente. — Exclamó el profesor, mirando con aprobación a ambos equipos tras finalizar las exposiciones.

— ¿Algo que se deba mejorar? — Preguntó un chico de rastas mientras era visto mal por uno de trenzas.

— Profesor, dígame si lo hice bien, me estuve preparando todo el mes con mi grupo. — Se acercó el pelinegro de trenzas, mirando de reojo al otro chico de su costado.

— Kaulitz y Trumper, no hay necesidad de iniciar una nueva discusión. Ambos lo hicieron de manera sobresaliente. — Intervino, interrumpiendo las miradas desafiantes de ambos estudiantes.

— Pero yo lo hice mejor. — Murmuró Bill después de ver al profesor salir del salón.

Miró al mayor con una sonrisa sarcástica. — Verás que tengo la mayor nota, como siempre, Trumper. — Susurró en el oído del otro, riendo ligeramente antes de caminar hacia su grupo de estudio.

Tom apretó los dientes, lanzando una mirada de desaprobación al chico. Estaba dispuesto a acercarse para defenderse, pero una voz lo interrumpió.

— Ustedes deberían dejar de
pelear. — Le dijo un chico de lentes.

— Él comienza todo, es un maldito presumido... — Se quejó frunciendo las cejas.

— Pero tú lo sigues. — Le respondió con una ceja alzada.

— Gustav, no me voy a dejar
humillar. — Soltó para irse hasta su grupo, haciendo que el rubio negara con la cabeza.

Tom Trumper y Bill Kaulitz, desde que se conocieron en la universidad al tomar las mismas clases, su rivalidad fue notoria para la mayoría de los alumnos desde las primeras semanas. Ambos con diferentes personalidades pero con el mismo intelecto y posición alta en los exámenes, compitiendo siempre por ser el mejor.

Aunque por casualidades o tal vez suerte, Bill siempre sobresalía, quedando así en los primeros lugares y Tom siguiéndole en los segundos puestos.

No sería un problema si el de rastas no siempre se burlara y presumiera frente al mayor, o que el trenzado sea el que mirara mal al otro antes de una nueva discusión, provocando así numerosos enfrentamientos entre ellos.

— ¿Sigues pensando en
él? — Preguntó un castaño mientras saboreaba papas de una bolsa.

Tom dejó de mirar un punto fijo, dándose cuenta de que había estado observando la mesa por un buen rato.

La vista se le perdió entre los apuntes y las letras garabateadas de su libreta, hasta que sus ojos se posaron en la figura despreocupada de Bill al otro lado del comedor. Volvio su mirada al castaño mientras negaba rotundamente.

— Claro que no. — Bufó, recostándose en el respaldo de la silla.

— Lo que digas. — Sonrió divertido por la mentira notoria, dando un sorbo a su bebida energética.

30 Días (Toll)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora